El Magazín Cultural

El valor sagrado del cuerpo, la paz y la reconciliación sobre las tablas

El 6 y 7 de julio, en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo se estrenará la obra “sacrifiXio: la consagración de la Paz”, de Álvaro Restrepo. Un homenaje a la paz y una búsqueda de catarsis.

REDACCIÓN CULTURA
21 de junio de 2018 - 02:00 a. m.
El fotógrafo colombiano Ruvén afanador acompañó el proceso de creación de “sacrifiXio: la consagración de la Paz”.  / Ruvén Afanador
El fotógrafo colombiano Ruvén afanador acompañó el proceso de creación de “sacrifiXio: la consagración de la Paz”. / Ruvén Afanador

"Bailarín es ser un cuerpo que habla, que se expresa. Siempre pienso qué debo decir cuando me preguntan a qué me dedico ¿Bailarín? ¿Coreógrafo? ¿Pedagogo? Aunque siempre tuve un problema con la palabra bailarín, porque rima con “mapuchín”, una palabra que mi papá me decía para regañarme cuando yo era chiquito. Era un hachazo. Y también resulta que bailarín rima con saltarín. Es una profesión que tiene un nombre en diminutivo, no es como bailador o danseur o dancer o danzatore. Bailarín es una cosita de nada. Pero, igual, yo digo bailarín".

Álvaro Restrepo trabaja desde hace más de 40 años en la danza. El cuerpo, para él, ha sido el vehículo perfecto para manipular la realidad, para resignificarla, para entenderla. Este año, Restrepo trae una nueva obra a Bogotá: SacrifiXio: la consagración de la Paz, una presentación sobre el proceso de paz en Colombia, sobre un pueblo que no ha llorado lo suficiente a sus muertos.

En imágenes: “sacrifiXio: la consagración de la Paz”, una obra de catarsis y perdón

“Es una obra resultado de un largo proceso de meditación y acercamiento al tema de la paz en nuestro país. En otras obras y ceremonias ya habíamos tocado ese tema, habíamos hecho este gran evento con víctimas en el año 2010 y luego en el año 2013, que llamamos Inxilio, el sendero de las lágrimas, fue hecho con la Unidad de Víctimas y trabajamos con víctimas reales del conflicto. Ahora, a la luz de lo que estamos viviendo en el país, quisimos crear esta pieza que, como lo he llamado yo, es más un oratorio coreográfico, un clamor por la cordura, por la serenidad, por la paz, por el fin definitivo del conflicto. En estos momentos de incertidumbre y transición en el que estamos, creo que tiene una gran pertinencia”, cuenta el director del Colegio del Cuerpo.

La obra cuenta con la participación especial de la actriz Rosario Jaramillo y la cantaora chocoana Doña Rosalba Martínez de García. El trabajo del video-artista Gabriel Ossa, colaborador por décadas en los proyectos de Restrepo, será parte esencial de la propuesta visual en esta puesta en escena y se presentará el viernes 6 y el sábado 7 de julio, en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. El fotógrafo Jesús Abad Colorado prestó alguna de sus imágenes para la proyección en sala, mientras los bailarines cuentan con su cuerpo los vejámenes de la guerra, mientras que Ruven Afanador realizó imágenes del proceso de creación. 

En esta presentación veinte bailarines de El colegio del cuerpo, bajo la dirección de Restrepo y de Marie France Delieuvin, codirectora de la institución, le dan voces a los clamores de las víctimas. Sus cuerpos se ven como el llanto, un coro de movimientos perfectos, alineados, simétricos. 

“Para nosotros ha sido clarísimo cómo la danza y cómo la recuperación del valor sagrado del cuerpo y de la vida contribuyen para sanar heridas y para blindar a los niños de las amenazas que se ciernen sobre ellos y les brinda, también, oportunidades de descubrimiento de su talento. Es el resultado de nuestra práxis cotidiana, desde hace más de 20 años, en el Colegio del Cuerpo”.

La música ha sido especialmente creada por el compositor mexicano, residente en Nueva York, Samuel Zyman y será interpretada por 28 voces del Coro de la Ópera de Colombia, dirigido por Luis Díaz Hérodier y el ensamble mexicano de percusión TAMBUCO, con la participación del pianista Duane Corchan. La dirección musical estará a cargo de Adrián Chamorro, violinista y director colombiano

Restrepo tomó como punto de partida la obra del compositor ruso Igor Stravinsky, La Consagración de la Primavera. En clave muy colombiana y en sintonía con la compleja y ardua lucha por conseguir la reconciliación en nuestro país, el coreógrafo decidió comisionar a un compositor contemporáneo la creación de una pieza absolutamente nueva e inédita, que mantuviera la estructura y duración de la obra de Stravinsky, pero en este caso, en una versión no-orquestal para un coro de voces humanas y percusiones. Los títulos de los dos movimientos originales de La Consagración de Stravinsky se han conservado: La adoración de la tierra y El sacrificio.

“El trabajo nuestro lo que pretende es sensibilizar, buscar un estado de comunión y conmoción para que en un país que ha perdido la capacidad de conmoverse colectivamente, donde no tenemos rituales de catarsis colectivos que tanto nos harían bien, podamos sentir y llorar juntos, pedir juntos. Pedir que algún día recuperemos totalmente la cordura y podamos unirnos en un proyecto colectivo de nación”.

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Por REDACCIÓN CULTURA

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