El Magazín Cultural

Emiliano Monge: “El machismo descompone a hombres y mujeres”

El escritor mexicano presentó “No contar todo” (Random House), su más reciente novela, en la Feria Internacional del Libro de Bogotá.

Andrés Osorio Guillott
09 de mayo de 2019 - 02:00 a. m.
Emiliano Monge, autor de libros como “El cielo árido”, “Morirse de memoria” y “Arrastrar esa sombra”. / Getty Images
Emiliano Monge, autor de libros como “El cielo árido”, “Morirse de memoria” y “Arrastrar esa sombra”. / Getty Images

Un hombre sereno de más de 180 centímetros de estatura se presenta y nos pide que conversemos un par de minutos mientras se fuma un cigarrillo. No hace alusión a frases reforzadas y no adorna su lenguaje. Evade cualquier pose y pretensión y habla sobre su novela, sobre literatura, sobre machismo y sobre su vida como si fuéramos amigos de hace años. No se guarda las groserías o las expresiones coloquiales. Su lenguaje es el mismo y su oralidad no se transforma.

Nuestra sociedad construye una noción de Estado, de patria, desde la familia. ¿Cómo definir este concepto de familia en América Latina?

Parte de la conflictividad actual de países tan similares como México, Colombia, Venezuela incluso, deriva muchas veces de la institución completamente fallida que tenemos que es la familia. La familia como primera unidad que en realidad impone o destruye la posibilidad de individualidad, y esa familia marca. Después se reproducen las relaciones de violencia que se engendran en el interior de la familia y que pasan después a nivel social. En el caso del libro, hablo de un tema particular que es el machismo: cómo esto nos impide o nos prohíbe una masculinidad sana. Eso empieza en la familia. La primera vez que te dicen que vas a hacer algo diferente a lo que querías ser sucede cuando eres muy pequeño. Ese machismo descompone a hombres y mujeres. Eso impide una masculinidad normalizada y pone una serie de máscaras y roles patriarcales que nos descomponen como personas. La familia es algo que debemos repensar en nuestros países.

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La intimidad es uno de los conceptos que atraviesan el libro. ¿Cómo se enfrenta el autor a ese escenario en el que sale de su propia subjetividad para poder narrarse?

Es curioso. Cuando dije que quería escribir, lo que tenía en la cabeza era la historia de mi abuelo haciéndose el muerto. Yo quería escribir eso. Y empecé escribiendo otro libro, por suerte, porque en aquel entonces era incapaz de escribir ese libro. Años después, entre un texto y otro, se me colaba esta historia, y de pronto dejó de ser la historia de mi abuelo haciéndose el muerto para ser también la historia de mi padre abandonando a su familia para irse a la guerrilla. Seguía sin ser un libro. Tenía muchos temores, hasta que entendí que el libro tenía que ser de mi abuelo, mi padre y yo. Y que mi intimidad estuviera con ellos. Eso ya era una novela. Tenía que quitarme el miedo a hablar de mi intimidad. Algo fundamental era tratar mi vida con la misma frialdad e inclemencia con la que iba a tratar la del abuelo y el padre. No quería tratarme mejor ni tener más cuidado. Ahí entendí que debía tratarse en tres voces diferentes. La del abuelo en primera persona, porque era el que más distancia emocional tenía conmigo; la del padre en segunda persona, porque era una distancia emocional media, y mi historia, que fuera narrada en tercera persona, para poner una distancia conmigo mismo, y ahí viene algo curioso: todo ese temor que tuve por tantos años desapareció cuando me desconecté emocionalmente de mí mismo. Es como si en esos tres años que tardé escribiendo el libro estuviera hablando de alguien más que no era yo, que no era mi padre, que no era mi abuelo, y así pude meterme en esa intimidad y desnudarla. Era algo psicopático. Estaba desmenuzando mi vida sin sentirla propia.

Usted afirma que el escritor debe asumir un compromiso político. ¿Cuál es el compromiso que ha decidido asumir?

La literatura sirve para cualquier cosa. Uno decide qué hace con la literatura como escritor y como lector. Y creo que la literatura tiene la función de hacer visibles cosas que las sociedades mantienen ocultas, cosas que las sociedades no quieren ver y que la literatura es capaz de poner en frente. Cuando afirmo que la literatura implica un compromiso político no estoy diciendo que uno tenga que ser militante. El compromiso político es con el lenguaje. Uno tiene que escribir siempre partiendo del hecho de que lo hace desde un lenguaje distinto al del poder.

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También hay una fuerte influencia de la memoria en su novela...

La memoria es el primer editor de la vida. El primer proceso de edición que hacemos es recordar. En el instante en que recordamos, algo estamos editando y reordenando. Ese es un proceso tan importante como la imaginación. A veces asumimos que la imaginación es el pilar fundamental de la ficción. Y yo creo que son dos, la memoria es tan importante como la imaginación, tanto para la literatura como para los procesos históricos. La memoria depende de una cierta idea de la verdad, no filosófica sino cotidiana. La imaginación es el polo opuesto. Y la memoria, sin embargo, se convierte en productora de veracidad. Y ese punto de encuentro de la veracidad es el punto de encuentro de la ficción. La ficción depende de esa capacidad de construir un universo tan parecido a aquel que habitamos.

Por Andrés Osorio Guillott

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