El Magazín Cultural

Fernando Gaitán y el arte de inmortalizar lo cotidiano

El guionista colombiano, reconocido por haber sido el creador de Betty la fea, falleció el 29 de enero por un paro cardíaco en la clínica El Country.

Andrés Osorio Guillott
30 de enero de 2019 - 12:30 a. m.
Fernando Gaitán, nacido el 9 de noviembre de 1960, comenzó a trabajar como practicante de la sección judicial de “El Tiempo”.  / César Karrillo-Cromos
Fernando Gaitán, nacido el 9 de noviembre de 1960, comenzó a trabajar como practicante de la sección judicial de “El Tiempo”. / César Karrillo-Cromos

En los tiempos de Betty la fea, Fernando Gaitán viajaba por el país en busca de detalles, y sus habitaciones de hotel tenían el suelo tapizado de hojas. En unas estaban los diálogos de los personajes de la novela. En otros, sus biografías, y en otras más, la trama. Tomaba café y caminaba por los pocos lugares que le dejaban libres sus textos.

Por aquellos años 90, en los que Colombia se sumía en las historias de la violencia, Fernando Gaitán creía que el país necesitaba otro tipo de historias. Sus libretos poco tenían que ver con los enfrentamientos de los grupos armados y el Estado. Sus personajes, construidos con la lupa de quien observa una sociedad frenética y poco atenta a su alrededor, fueron su mejor invento y su mayor apuesta. Sabía que de los libretos que rodeaban su tapete y atiborraban su escritorio podían surgir personalidades calcadas de la realidad, pero también sabía que a la hora de convertir las letras en escenas el resultado podía cambiar. Estuvo sujeto a la metamorfosis de los actores, de las escenas y de los tiempos, pero su universo creativo y su virtud para aterrizarlo a las adversidades y a los manuales lo libraron de borrar lo que por años construyó. Gaitán creyó en su apuesta porque sabía que el país estaba conformado por los ciudadanos que plasmó en sus novelas. El acierto de Gaitán, quien empezó como practicante de El Tiempo, fue apostarle a un formato en el que la telenovela tuviera mucho de literatura y mucho de cotidianidad.

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Café, con aroma de mujer fue su catapulta. Los años habían pasado y la esencia de la novela había quedado guardada en un cajón que iba humedeciendo lo que quedaba dentro, pretendiendo que el olvido y el paso del tiempo relegarían por completo lo que había en su interior. La historia tenía recuerdos de su infancia, de conversaciones que sostenía con su familia y de personajes que existían en la realidad, pero que, paradójicamente, nunca fueron narrados en la televisión y en la literatura. Y ahí estuvo el otro triunfo de Gaitán, pues del bolsillo de su ingenio escarbó hasta encontrar aquellas historias que se habían perdido en los eslabones del tiempo y de los lugares comunes que bordeaban la violencia.

Con Ana María Orozco, protagonista de Betty la fea, demostró que la relevancia del personaje radicaba en pasar desapercibida, en convertirse en un personaje con el que cualquier mujer podría sentirse identificada. Días antes del estreno de la novela, Gaitán le pidió a Orozco que rondara las instalaciones del canal RCN actuando como su personaje. Durante los dos días que duró el experimento nadie se percató de su presencia, de su rol y de lo que representaría más adelante para la televisión nacional.

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A Gaitán lo mató Gabriel García Márquez por primera vez en la década de 1990, cuando lo buscó para adaptar al cine el cuento La siesta de los martes. Él se negó porque consideraba que la obra de García Márquez, esa que lo asombró desde niño y lo llevó siempre a hallar su sentido en la literatura, no podía ser modificada o narrada por él. Tiempo después, desde San Antonio de lo Baños (Cuba), el novelista lo volvió a llamar para que asistiera a la Facultad de Cine y Medios Audiovisuales que había creado con el gobierno cubano. Sin embargo, Gaitán no asistió ni en esa primera ocasión ni al año siguiente, cuando García Márquez volvió a insistir. La mala suerte y el temor que muchas veces había dejado para asumir la configuración de sus personajes ocasionaron una llamada que duró 20 minutos y que se resume en el insulto laborioso y razonado de García Márquez a Gaitán por mantenerse apegado a la televisión y no haberse enfrentado a otro tipo de relato y de formato. Todos le preguntaron qué sucedió con el nobel colombiano, y Gaitán, que se quedó frío y lúgubre, aceptó, según crónicas de El Tiempo, que había sido insultado, asumiendo que los agravios de un genio son, en alguna medida, una pequeña victoria que merece, según él, quedar marcada en su epitafio.

Por Andrés Osorio Guillott

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