El Magazín Cultural

Gonzalo, el cazador de siglas

Desde hace tres años, este médico cirujano lee todos los días el periódico en busca de siglas sin significado. Se inventó un diccionario y sueña con que una editorial se lo publique.

Joseph Casañas / @joseph_casanas
09 de mayo de 2019 - 02:00 a. m.
Este particular diccionario acumula 3.410 siglas.  / Gustavo Torrijos
Este particular diccionario acumula 3.410 siglas. / Gustavo Torrijos

Autor: Joseph Casañas 

Es una quijotada. Desde hace tres años, Gonzalo López Escobar, un médico cirujano egresado de la Universidad Javeriana, lee el periódico todos los días con un solo objetivo: cazar siglas. El hombre, que el pasado 2 de diciembre cumplió 85 años, encontró que los periodistas no siempre escriben el significado de las siglas que incluyen en sus textos. Esa falencia, dice, “impide que los lectores entiendan completamente los escritos (…). Si yo quedaba perdido con algunas lecturas, supuse que a mucha gente le pasaba lo mismo. Eso no permite la comprensión completa de los temas. Por eso decidí crear un siglario”.

El Diccionario de la Real Academia Española define esa palabra como un “catálogo ordenado de siglas con indicación de lo que abreviadamente representan”. Eso es lo que hace López Escobar: cazar siglas, buscar su significado y ordenarlas alfabéticamente. De momento, y si en el periódico de hoy no encontró otra abreviatura sin bautizar, este particular diccionario acumula 3.410 siglas. Son más de 22.000 palabras organizadas en 83 hojas de Word.

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La cacería de siglas empezó de una manera un tanto desorganizada. Don Gonzalo leía y registraba sus hallazgos en cualquier papel de oficina o servilleta. Luego de investigar el significado de la abreviatura lo incluía en un archivo de Word. El papel en el que inicialmente se consignó el hallazgo terminaba en cualquier bote de basura. Varias veces pasó que —sobre todo por no saber cómo manejar un computador— las siglas no quedaban guardadas y no había forma alguna de recuperarlas. Eso retrasó el proceso.

Desde hace un par de años, Claudia Patricia López Pérez, hija de don Gonzalo, ayuda en la organización del material: “Subo el siglario a la nube y tengo varias copias”. La cosa va en serio. En el apartamento del veterano médico, El Espectador encontró tres USB (una en el cuarto de don Gonzalo, otra en el estudio y una en la sala) marcadas con el proyecto: “Siglario”.

“Me parece muy meritorio que dedique su tiempo para dejar un legado. Mi papá ha sido profesor. De ahí viene la vocación con la que entiende que, con su pasatiempo, puede dejar algo útil para la sociedad”.

En la biblioteca de su apartamento, ubicado en el norte de Bogotá, y refundidos entre libros de medicina y varios textos de Gabriel García Márquez (Cien años de soledad y El general en su laberinto), don Gonzalo tiene una pila de periódicos que amenaza con venirse al piso. Son los diarios de las últimas dos semanas. No ha podido ojearlos con juicio. Tiene la esperanza de que en esos tabloides viejos se encuentre una sigla huérfana.

Las últimas dos semanas han sido agitadas. Don Gonzalo, pese a su avanzada edad, aún atiende consultas y da clases en el Hospital San José. Desde que se graduó, hace más de 50 años, no ha parado de trabajar. Tampoco planea dejar de hacerlo.

En el tiempo libre que le quedó desde que le dejaron de asignar cirugías encontró un pasatiempo que sueña con convertir en un libro. “Ojalá esto se pudiera convertir en un texto de consulta para las nuevas generaciones. Es un trabajo necesario para que el lector pueda comprender mejor lo que lee en las noticias (…). Si la gente entiende lo que lee, puede tomar mejores decisiones”, explica.

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Cuando lee entrecierra los ojos. Lleva su concentración al máximo. Husmea con celo. Con rigurosidad. Sabe que, en cada frase, oración o párrafo, puede estar su próximo hallazgo.

“Agarro el periódico después del almuerzo o cuando estoy acomodado en la cama antes de dormir. Son momentos en los que siento que el radar está afinado para encontrar lo que busco”.

El periódico impreso es la gasolina de su pasatiempo. El médico no lee las versiones digitales de los diarios. Se informa de la manera más tradicional posible. Es de esa clase de lectores que con un solo giro de muñeca logran el doblez perfecto para pasar de una hoja a otra. Es de ese tipo de lectores que se apropian de esas hojas gigantes y las doman con facilidad. Sin enredarse. Es de ese tipo de lectores que aún sienten gusto por el olor que desprenden las páginas del diario que sale de una imprenta. Es un amante de la nostalgia.

“Las nuevas tecnologías hacen que la gente lea el periódico en otras plataformas, pero aún hay mucha gente a la que le gusta tocar y sentir el impreso. Es una cosa de costumbre. Los periódicos no se van a acabar”.

Los domingos, explica, son los días en los que más posibilidades hay de encontrar siglas desamparadas. “Los periódicos son más extensos y hay artículos de diversas características y enfoques. Por ende, más posibilidades de que al periodista se le olvide incluir los significados de las abreviaturas”.

López habla despacio y piensa con cuidado cada palabra que dice. Le gusta adornar su discurso. Es vanidoso y le gusta explicar sus ideas hasta que siente que su interlocutor entendió por completo. “Leo de todo. Últimamente en los medios se escribe mucho de política y de corrupción. Por fortuna, también se está escribiendo de deportes. De las cosas positivas que los deportistas colombianos hacen en el exterior. Eso hace que todo sea menos monótono”.

La charla la acompaña con una gaseosa negra y fría. Sabe todo lo que se dice sobre ese líquido, pero dice que ya no puede dejarla porque hace más daño el café.

“Me gustaría que me recordaran como un hombre que vivió todos los días de su vida pensando en ayudar a la gente. Primero como médico y ahora como cazador de siglas”.

Por Joseph Casañas / @joseph_casanas

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