El actor sale a la escena que había preparado desde hace varios meses para presentar ante sus compañeros del colegio. Horas que había pasado encerrado aprendiéndose el texto del personaje de una obra sobre la segunda guerra mundial; 10 fines de semana sin ir al cumpleaños de la tía o la abuela; noches largas de frío en un coliseo-teatro ensayando con el Gordo, el Chuto, Teo, Paletas, Mana, la Pajón, la Cañete y Nubia, repasando las escenas que la directora, Patricia Llinás, hacía repetir hasta el cansancio, a veces hasta las lágrimas, se iban a ver justificadas en ese único momento en el que salía a escena para decir su única línea.
Por fin llega el día de LA función: el público entra, se oye a la gente acomodarse en sus sillas. Mientras tanto en el lavamanos - sala de maquillaje hay un silencio casi ritual. Los amigos que días antes echaban chistes durante los ensayos ahora caminan concentrados con la mirada en el piso de un lado al otro en los baños -camerino mientras repasan sus líneas. Los recién cuadrados del grupo se abrazan sentados donde arrumaron parte de la utilería y el Gordo en un momento distensiona el ambiente y se cuenta un chiste.
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Comienza la función. Patricia da una introducción a la obra mientras que todos los
actores tras las cortinas están nerviosos. Aplausos. Bibi en su consola lanza la música, comienza la obra. Al actor le toca esperar casi una hora para dar su línea. Mientras que sus amigos entran y salen de escena, se cambian de vestuario, sudan, él espera repasando su línea con su impermeable naranja que tiene mil objetos colgando en su interior. Falta una escena. Escucha la línea que da pie a su entrada.
La luz del escenario lo llama, es su momento, entra Kraler apresuradamente y Anna, el señor y la señora Frank, Miep y sus compañeros están esperando las noticias que trae del exterior. El actor suda, mira a sus compañeros, siente la gota de sudor bajando por su cara. Repasa en su mente, vuelve a mirar a sus compañeros, alguien tose en el escenario, la gota ya ha caído al piso. No encuentra las palabras. Vuelve a mirar a sus amigos. Sabe que no las encontrará.
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¿Qué posibilidades hay? ¿Qué puede hacer? Nada…y todo. Tiene un gigante lienzo en blanco que cabe en un escenario. Y tiene a su grupo de amigos para pintarlo.