El Magazín Cultural

Humor político: útil, revelador y necesario

El libro “Humor político audiovisual en Colombia” es un reportaje de Alejandra Medina que explica, entre otras cosas, cuáles son las necesidades que suple este género periodístico.

Laura Camila Arévalo Domínguez
25 de junio de 2018 - 02:00 a. m.
 Esta es la portada del libro “Humor político audiovisual en Colombia”.  / Gustavo Torrijos
Esta es la portada del libro “Humor político audiovisual en Colombia”. / Gustavo Torrijos

La contaminación de cadenas mentirosas por redes, sobre todo whatsapp, es incontenible. No se habría descubierto nada al afirmar que, el amplio espectro político, sin importar tendencias, ha competido con mentiras, ideas falsas y calumnias ambiguas. Ningún sector se ha salvado. La época de campañas en Colombia suscita en el país un ambiente denso y nublado que parece darle luz verde a cuanta idea sucia y desleal se aparece en las cabezas de los candidatos, campañas y seguidores. Aunque los medios de comunicación han incurrido en faltas graves de rigor e imparcialidad, deben cuidarse y la información que difunden siempre es sensible a las leyes y a la pérdida de credibilidad. Esa es tal vez la mayor garantía que tenemos los ciudadanos para leer prensa o ver un noticiero.

Hace 28 años los ciudadanos también estaban cansados y eran incrédulos. Para rescatar estos temas y ponerlos en las agendas de cada hogar colombiano, se posicionó el humor político con un programa llamado Zoociedad. En 1990, el Congreso aprobó una ley que amplió las licencias de operación a las programadoras para mejorar su estabilidad, lo que llevó a Cinevisión a elegir entre su programación tradicional o apuestas distintas. A Paula Arenas, hija del dueño de la programadora, se le ocurrió que programas que había visto en Estados Unidos como Not necessarily the news, en los que se burlaban de la política nacional e internacional, eran convenientes y oportunos para Colombia. Sobre todo, refrescantes. Al proyecto se sumaron Rafael Chaparro, Francisco Ortiz, Karl Troller y Eduardo Arias, quien en ese momento era periodista del diario La Prensa y había conocido a Jaime Garzón por sus visitas continuas a los pasillos de la redacción. Lo postuló para la presentación del espacio y fue elegido. Luego llegaría Elvia Lucía Dávila, aporte de Garzón.

El 31 de octubre de 1990 se emitió el primer episodio que, según los miembros de la programadora, iba a ser un total fracaso. A falta de opciones y con el espacio disponible, el formato salió al aire y se convirtió en la catapulta de Garzón. Era un proyecto que parodiaba a un noticiero, con pullas a la coyuntura nacional. Se burlaban de los absurdos de la política tradicional, sus principales actores y hacían reír a todo un país de sus propias penurias.

Alejandra Medina es periodista de El Espectador y autora del libro Humor político audiovisual en Colombia: de los gloriosos años noventa en televisión a internet como alternativa. Comenzó a indagar sobre el humor político cuando se cuestionó el por qué en sus recuerdos ubicaba muchos más noticieros que los que había cuando comenzó su tesis de grado (2016). Se preguntó, ¿qué fue lo que cambió? Recordó la popularidad de Jaime Garzón y la de formatos como El siguiente programa. Investigó y se encontró con que en 2013 el humor político brilló por su ausencia en la televisión colombiana.

El humor político como género periodístico

El libro tiene cuatro capítulos que parten de la premisa de que esta forma de informar parodiando la política y visibilizando sus incongruencias, es un género periodístico. Sobre todo, porque este tipo de formatos se debe ceñir a unas reglas que hacen que las propuestas sean exitosas y justas. Por ejemplo, la crítica humorística que cualquier programa de este corte realice, debe reunir a todos los sectores de la política en sus libretos. La credibilidad de estos formatos se blinda con la capacidad de ser imparciales. “Eso es aún más meritorio, que seas capaz de criticar a esos con quienes tienes una simpatía. Criticar a tu enemigo es muy fácil. El mérito es realmente tener la gallardía de ver los errores de los sectores con los que te sientes identificado”, dice Medina, quien aclara que el libro no es un análisis del discurso, sino una mezcla entre métodos de reportería, consultas de archivo, fuentes secundarias y bibliografía.

En 1997 la Comisión Nacional de Televisión, hoy llamada Autoridad Nacional de Televisión (ANTV), otorgó los dos canales privados a RCN y Caracol Televisión, y Canal Uno y Canal A, pasaron a disposición de 25 programadoras. Es decir, desde el cambio del modelo económico que sufrió la televisión colombiana, los programas que se transmitían se irían escogiendo sobre otros intereses. Las cifras del rating comenzaron a ser las protagonistas y una nueva lógica de mercado se instaló en el país. A pesar del buen recibimiento que estos programas habían tenido, el costo vs. el consumo no justificaba en utilidades su producción y fueron decayendo.

Después de casi tres años en los que el humor político quedó relegado, en el libro, Alejandra Medina explica cómo volvió a resurgir esta herramienta necesaria para cualquier sociedad. Entre 2015 y 2016, las opciones dejaron de reducirse a la televisión, y el género hizo su gran reaparición en internet. Uno de los casos exitosos fue el de Me dicen Wally, canal de Youtube producido por Wálter Rodríguez y Hernán Parada, dos jóvenes hartos del poco criterio y la deficiente capacidad de análisis que sufre Colombia.

En 2014, Rodríguez hizo su primer intento haciendo crítica social a través videos animados con Flash. Tenía 15.000 seguidores en Twitter que esperaba endosar al canal. No tuvo éxito. Después de unos años estudiando derecho y con el tiempo libre mientras presentaba los preparatorios para graduarse, volvió a intentarlo. Esta vez decidió mostrarse. De tratar temas jurídicos, pasó a centrarse en la política nacional. Actualmente el canal cuenta con 158.207 suscriptores.

El propósito de Me dicen Wally es entretener produciendo un formato que ocupe el ocio de la gente, y suscite las críticas y reflexiones frente a lo que ocurre en el país. La audiencia de Wally se divierte viendo cómo el presentador se burla de los titulares que ocupan la coyuntura, para después profundizar sobre dos noticias que quiera comentar. Es la opinión de dos jóvenes inconformes que decidieron actuar. Se identifican con la izquierda, pero no se privan de hacer crítica política hacia ellos. “A todo el mundo se le da palo, pero no todo el mundo merece la misma dosis”, dice Rodríguez, quien en compañía de Parada convirtió el canal en su proyecto de vida.

“El libro es un aporte al periodismo y desde el periodismo”

Alejandra Medina nació en Tunja, creció en Bogotá y ahora es autora de una obra necesaria. Lo que creyó que sólo sería su tesis de grado, se convirtió en toda una compilación de los programas de humor político que se extinguieron, el cambio de modelo económico, la responsabilidad de la televisión en la producción de este género, sus principales figuras, razones y la gran aparición de nuevas apuestas en internet.

El libro habla desde la realidad escueta y da luces sobre lo que ahora ocurre. Medina concluye que sí es posible hacer humor político en Colombia, pero, sobre todo, que el periodismo como oficio, debe atender este tipo de alternativas que han demostrado ser útiles para los desafíos que enfrenta Colombia.

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

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