El Magazín Cultural

La animación, más allá de películas para niños

Para esta entrega de los Óscar, “Loving Vincent” no tiene muchas oportunidades. Compite con “Coco”, el gran lanzamiento de Disney este año. ¿Qué se debe premiar en la animación? ¿A quién va dirigido este tipo de cine? Después del 4 de marzo podríamos hablar de eso.

Redacción Cultura.
18 de febrero de 2018 - 10:43 p. m.
 Proceso de realización de “Loving Vincent”. El actor posa para el cuadro, el pintor recrea la imagen con el estilo de Van Gogh y se digitalizan los movimientos. / Cortesía
Proceso de realización de “Loving Vincent”. El actor posa para el cuadro, el pintor recrea la imagen con el estilo de Van Gogh y se digitalizan los movimientos. / Cortesía

Sentado sobre el sofá de su sala y con los nervios de punta intentando pensar algo que dibujar, Winsor McCay dijo que la animación siempre iba a tener algo de esfuerzo épico: 4.000 dibujos a mano le permitieron ganar la apuesta con su colega George MacManus y demostrar que sería capaz de dotar de vida y movimiento a los personajes de su serie de historietas Little Nemo in Slumberland. Años después, 10.000 dibujos le hicieron ganar otra apuesta: la de resucitar a una criatura antediluviana en Gertie, the dinosaur (1914), película que, de paso, sentó las raíces de la animación basada en la caracterización de personajes. Luego vinieron los adelantos tecnológicos: cuentos como Blanca Nieves (1937), Bambi (1942), La cenicienta (1950) usaron las primeras máquinas que harían el proceso de producción más simple y rápido.

Sin embargo, la edad de oro del cine de animación llegó con la revolución digital. Las computadoras y los diferentes programas de diseño simplificaron la producción en masa de películas animadas. Cintas como Buscando a Nemo y Toy Story abrieron la era de películas hermosas, inalcanzables en taquilla pero con una estética bastante parecida entre todas. Algunos dirían que el computador le restó épica al asunto. La polaca Dorota Kobiela y el británico Hugh Welchman parecen haber encontrado un lugar único para restituir ese factor épico de la animación en Loving Vincent, la primera película pintada al óleo: 65.000 cuadros elaborados por 125 pintores de formación académica, pero sin experiencia en la animación, han hecho posible este milagro, que logra esquivar el alto riesgo de caer en el kitsch en su intento de mimetizar y poner en movimiento el trazo de Van Gogh. Pese a recurrir a esa técnica de la rotoscopia —rodaje con actores de carne y hueso para servir de base al resultado final— que la ortodoxia de la animación suele considerar un atajo, Loving Vincent se impone con la fuerza de una imposibilidad hábilmente materializada.

La película adopta, al modo de Ciudadano Kane (1941), la forma de una investigación post-mortem cuyos tesoros en el centro del laberinto son el asombro del artista ante la belleza cotidiana del mundo y el sacrificio existencial del hermano Theo para la protección de un genio malogrado. La meticulosa construcción de todo un universo a través de la cita pictórica y la lucidez a la hora de interpretar la potencialidad de movimiento y de variación de ángulos en la pintura de Van Gogh se convierten en las mayores fortalezas de un trabajo titánico.

Este año la película está entre las nominadas al Óscar a mejor película animada. Un esfuerzo por llevarse un premio que, desde hace 10 años, solo ha recibido Disney.

Aunque el monopolio del ratón se ha llevado este premio sin oposiciones en la última década, dentro de las nominadas ha habido también espacio para propuestas refrescantes e innovadores en el género. Spirited away (El viaje de Chihiro), de Studio Ghibli, fue la última película independiente en ganar el premio, en 2003. En los últimos años otras han sido nominadas, como Les triplettes de Belleville (2003), Persépolis (2007), The tale of the princess Kaguya (2013), Anomalisa (2015) y La tortue rouge (2016).

"Persépolis", dirigida por Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud.

¿Las películas nominadas en esta categoría son exclusivas para el público infantil? Loving Vincent advierte que no. Pero uno de los ejemplos más claros y con mayor resonancia fue la cinta El viaje de Chihiro. En agosto de 2016, la BBC reunió a nada menos que 177 críticos de cine de todo el mundo para designar cuáles eran las mejores películas del siglo XXI. De los cien títulos que surgieron del debate, El viaje de Chihiro era el cuarto más valorado y la única película de animación entre los primeros veinticinco.

El viaje de Chihiro hunde, narrativa y conceptualmente, sus raíces en el folclore japonés ante la perspectiva de un nuevo siglo. Su protagonista, y con ella todos los espectadores, son testigos de un mundo en el que la tradición y la espiritualidad viven separadas de nuestra realidad. En esta, la tradición japonesa viene a descansar sus posaderas y a relajarse en una gigantesca casa de baños, escapando de la agitada vida a la que la hemos condenado.

El viaje de Chihiro

No es una historia en la que las aventuras y dificultades hagan cambiar la personalidad de su protagonista, a través de lecciones vitales sobre los más variados temas. No es un cuento moralista y eso la engrandece.

Para esta entrega de los Óscar, que se realizarán el próximo 4 de marzo, Loving Vincent no tiene muchas oportunidades. Compite con Coco, el gran lanzamiento de Disney este año. La historia de una familia mexicana y sus tradiciones alrededor del Día de los Muertos. La película más taquillera en México. ¿Qué se debe premiar en la animación? ¿A quién va dirigido este tipo de cine? Después del 4 de marzo podríamos hablar de eso.

Por Redacción Cultura.

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