El Magazín Cultural

La batuta del paro nacional

En la tarde del miércoles 27 de noviembre la música fue la anfitriona del paro, pues logró convocar aproximadamente a 300 músicos en el Parque de los Hippies. Entre ellos pocos se conocían, pero aun así tocaron al mismo ritmo, con la misma convicción.

Laura Valeria López Guzmán
30 de noviembre de 2019 - 03:00 a. m.
 Música, público, arte, ritmo,  un importante llamado a escuchar al otro, el jueves pasado en Bogotá. / Óscar Pérez.
Música, público, arte, ritmo, un importante llamado a escuchar al otro, el jueves pasado en Bogotá. / Óscar Pérez.

La sed y la necesidad de que el pueblo colombiano sea escuchado han generado múltiples encuentros y movimientos artísticos para que se rebele y se haga sentir de manera diferente para obtener la atención de este Gobierno. El encuentro de músicos de los conservatorios de las diferentes universidades, colectivos, orquestas, sinfónicas y filarmónicas tenía un solo mensaje.

“Los músicos a veces somos un poco ermitaños. Nos quedamos en nuestra aula practicando y estudiando. Hoy consideramos que es importante decir que la música necesita silencio para ser escuchada. Hoy el mensaje es que aprendamos a escuchar: no enfrentarnos, sino hablar en paz”, comentó el maestro Guerassim Voronkov, director musical y docente de la Universidad Nacional, quien se desempeñó como director de este concierto. (Le puede interesar: Más de 300 músicos protagonizan el plantón sinfónico en Bogotá). 

El plan de acción de esta presentación fueron las partituras de Colombia tierra querida y el Cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven. El lenguaje oral no era necesario, todos los músicos entendían el mensaje que el director transmitía a través de ligeras y suaves pinceladas de lucha que daba con su batuta. Hasta el momento, este evento organizado por voces que están defendiendo los verdaderos ideales del paro, desde sus conocimientos y acciones, ha dejado en alto el verdadero significado de una “protesta pacífica”.

También tocaron Bella Ciao, un himno de protesta de los italianos que se enfrentaron a Musolinni, antes y durante la Segunda Guerra Mundial. De un momento a otro empezaron a tocar el himno nacional de Colombia. Cada uno de los presentes lo entonó, sabiendo o no de música, pero con la claridad de que somos un pueblo con las mismas necesidades, con las mismas preocupaciones, que lucha constantemente en que la poca memoria que queda no les sea arrebatada. Un país harto de la violencia y que busca el renacer de una sociedad con base en el arte y la cultura. Una nueva manera de crear una voz, la voz artística de la resistencia. El arte es un pilar esencial en la construcción y, en este caso, en la reconstrucción de una sociedad.

Cuando se acabó el concierto, los instrumentos de percusión pasaron a tener el protagonismo el resto de la noche. Se encontraban diferentes colectivos, grupos y estudiantes de música de diferentes universidades, que se turnaban o se unían para tocar. Una vez más el paro sonaba a carnaval, a fiesta, a una fiesta con los ánimos tan altos que no se sabía si en algún momento tendría fin.

El “Paro suena” es un colectivo liderado por músicos, dj’s, productores, entre otros gestores y campos culturales. Este grupo surgió con la idea de apoyar pacíficamente las manifestaciones del jueves 21 de noviembre a través del discurso del arte. Las convocatorias se han realizado a través de las redes sociales y por mensajes de difusión en el medio de los artistas colombianos. A este colectivo se han sumado más de 200 artistas, y poco a poco crece el número de sus participantes.

El arte, y en este caso la música, son un acto político, pues la música es parte de la construcción social y política de una comunidad. Bomba Estéreo, a través de Liliana Saumet, y en diferentes entrevistas, ha comentado que “nosotros tenemos otro tipo de sensibilidades. Cosas que son más latinas como la ecología. La madre tierra que sufre día a día en Latinoamérica, de las que podemos hablar y pelear por ella. Sin entrar necesariamente en el discurso político, que se encuentra tan viciado, la música ya es un acto político en sí”.

Además de los grupos “convencionales” que se encontraban en el parque, había uno que por su manera de interpretar la magia de la protesta tenía la atención de todos los expectantes. Entre ellos una mujer, con la energía a todo voltaje, no paraba de tocar el bombo. Interpretaba el ritmo de una barra brava de algún equipo de fútbol colombiano. Su nombre, Tatiana Vargas, quien se autodenomina artista callejera. Maneja el arte del “zurdo”, cualquier instrumento de percusión, saxofón, saxofón alto, soprano, barítono, tenor y clarinete. Pertenece al colectivo Cartel Recreo, que efectivamente nació de una barra brava de Bogotá, con músicos de calle que se organizan y tienen dos fines: que estos artistas sean escuchados, que logren tener un altavoz y que en la banda participen jóvenes músicos que encuentren en la música un camino diferente a las drogas.

En una esquina del parque, hacia el norte de Bogotá, había un grupo de gaiteros con otros músicos tocando tambora, tambor, entre otros instrumentos de percusión, que se encargó de interpretar las raíces del pueblo negro de este país. Géneros como la cumbia, el bullerengue y el currulao acompañaron la noche del miércoles. Música que hace que todos los acompañantes cercanos de vez en cuando gritaran “Epaaa”, que movieran los hombros al son de las maracas, que se cambiaran de ese espacio donde habían anclado sus pies para ser parte de esta protesta. La danza como expresión artística ha acompañado el paro de diferentes maneras, con la participación de diferentes grupos de bailarines “profesionales” o, al menos, que han pasado por una academia. (Puede leer: Más de 10.000 personas marcharon desde distintos puntos de Bogotá).

A lo largo de esta semana de marchas, protestas y performances se ha evidenciado la multiplicidad de arte que sale como sea de las entrañas de esta tierra adolorida, que sigue digiriendo su historia, con la participación de pirómanos, gimnastas y acróbatas.

Los artistas quieren cambiar la idea de que en una protesta solo hay vandalismo, o que esta se somete a una corriente política, cambiar el prototipo de las marchas y volver esto un espacio de creación, donde se tejen múltiples pensamientos en pro de la construcción de este país por vía de la música, la literatura, la pintura, la filosofía y la danza.

El arte en este tipo de escenarios nos muestra cómo desde diferentes miradas, pensamientos, corrientes y talentos podemos dar un mensaje que logre la atención de otros y, asimismo, los envuelve y los hace partícipes de un pulso colectivo.

Por Laura Valeria López Guzmán

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