El Magazín Cultural

La memoria nacional: un terreno en disputa

La memoria ha sido, a lo largo de la historia, un terreno que terminan disputándose los extremos políticos. Las distintas denuncias de censura, las negaciones del conflicto armado, el afán por imponer versiones y la reparación de las víctimas a través de la verdad, hacen que en Colombia este asunto aún esté lejos de resolverse.

Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
11 de noviembre de 2019 - 02:00 a. m.
A lo largo del año, los casos de censura o imposición de versiones sobre lo que ocurrió durante el conflicto armado no han cesado. / Getty images
A lo largo del año, los casos de censura o imposición de versiones sobre lo que ocurrió durante el conflicto armado no han cesado. / Getty images

Qué tan grave es nuestra obsesión por un país binario, por el blanco y el negro. Cómo medir nuestro afán por imponer verdades. ¿Ya nos convertimos en censuradores que denuncian la censura de los demás? ¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para que lo que se cuente de la guerra en Colombia coincida con la que nos representa según nuestros dolores, intereses o creencias?

El relato de lo que pasó, la memoria, es un terreno por el que hay una pugna en la que, al parecer, los extremos están dispuestos a imponerse con tal de que no se cuente lo que no les interesa o consideran falso. Esa disputa por lo que se dirá del conflicto armado en el país se relaciona directamente con los casos de presuntas censuras que a lo largo del año se han denunciado y que ahora regresaron a los reflectores por cuenta de las denuncias que hicieron la revista Arcadia y el noticiero Noticias Uno, en las que alertaron, nuevamente, sobre la gestión de Darío Acevedo, actual director del Centro Nacional de Memoria Histórica.

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Desde febrero se han denunciado presuntos intentos por callar relatos, voces, festivales, manifestaciones, textos, gestiones y versiones de proyectos artísticos que han, casualmente, hablado o querido hablar sobre lo que pasó durante el conflicto armado interno, han criticado al actual Gobierno o manifestado posturas políticas claras que resultaron incómodas o “imprecisas” para muchos.

El año se inició con la preocupación por una refundación de la memoria histórica, soportada en hechos que no han cesado: las renuncias que pidió el Ministerio de Cultura a los directivos del Archivo Nacional y la Biblioteca Nacional, la negativa para financiar actividades como el Festival de literatura de Grecia, el Festival de teatro de Manizales y una retrospectiva a Rubén Mendoza, director de cine que en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Cartagena dio un discurso en el que criticó, entre muchas otras cosas, la gestión del actual gobierno.

No todos los casos en los que ha habido denuncias de este tipo han tenido que ver directamente con la administración actual: al cineasta Mauricio Lezama, que trabajaba en un documental sobre una de las lideresas que sobrevivieron al genocidio de la UP, lo asesinaron el pasado 9 de mayo en Arauca, y la obra de Lucas Ospina y Powerpaola, plasmada en uno de los muros del Colomboamericano, fue borrada por la misma entidad.

Arcadia dice que Darío Acevedo “habría eliminado los textos introductorios de un proyecto piloto del Museo Nacional de la Memoria Histórica y suprimido palabras como “guerra”, “despojo”, “resistencia” y “resiliencia”. El historiador, en diálogo para El Espectador, se defendió: “Mi versión y opiniones sobre los conflictos contemporáneos del país no serán incorporados a los resultados de la gestión. Tengo claro el deber de respetar lo estipulado en el parágrafo del artículo 143 de la Ley de Víctimas que prohíbe a las entidades oficiales realizar ejercicios tendientes a construir verdades oficiales”.

Una de las quejas de Acevedo es que “Colombia se rige por la democracia, y aquí existe libertad de opinión y pensamiento, el Estado no puede ni debe imponer un punto de vista. Entre académicos e investigadores el tema es controversial. Me guío por la ley vigente”. Dice que sus creencias no afectarán su gestión como director y, aunque las denuncias ya relatadas demuestran otra cosa, cree que hay una “campaña de mentiras, difamaciones, falsas acusaciones, hostigamiento, acoso ideológico, veto y censura que los que consideran que nada es discutible, han adelantado en mi contra desde antes de mi posesión”.

Cuando se le cuestiona a Acevedo sobre sus opiniones acerca del conflicto armado, se defiende argumentando que él, al igual que cualquier otro ciudadano, tiene derecho a expresar sus opiniones y creencias de lo que pasó. La pregunta, entonces, y el punto en el que se comienza a complejizar la discusión sobre lo que se tendrá en cuenta o no para construir el relato es: ¿considerar que en Colombia no hubo conflicto armado es una versión que debería tenerse en cuenta para la discusión o construcción de la verdad? ¿Hay verdades o versiones más válidas que otras? ¿Los intentos de censura serán capaces de que una sola verdad se imponga? ¿Negar, callar o no tener en cuenta que algunos piensen que no hubo conflicto, sino amenaza terrorista, puede considerarse una censura?

Censura: intervención que practica el censor en el contenido o en la forma de una obra, atendiendo a razones ideológicas, morales o políticas. Así lo define la Real Academia Española.

Según esta definición, a Acevedo no se le ha censurado, pero hay quienes piensan que sus opiniones no deberían tomarse en cuenta porque revictimizan y niegan el hecho de que las Fuerzas Militares fueron responsables de varios casos en los que hubo violaciones a los derechos humanos.

Aunque su verdad, versión u opinión sean distintas a las de otros sectores del país, hay hechos irrefutables que están más que comprobados, ¿o usted qué piensa?

Darío Acevedo: Como historiador tengo claro que hay hechos irrefutables.

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No solo se disputa la gobernabilidad del país, sino también su memoria. Acevedo no es el único que cree que no hubo conflicto armado en Colombia, o que decirle así es “una interpretación”. El historiador coincide con varios políticos del Centro Democrático como José Obdulio Gaviria o Paola Holguín. Ellos, que siempre han dicho que a Colombia se le defendió y se le defiende de grupos que amenazaron la seguridad nacional, interpretan lo que ocurrió desde una orilla muy lejana a los sectores de izquierda, y, más grave aún, de las víctimas. Lo que cree y sigue afirmando la derecha es que los antagonistas de la historia siguen siendo los grupos subversivos.

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“Cuando  te digo que yo también quisiera escuchar la verdad de Darío Acevedo, lo que estoy planteando es que crear una sola verdad va a ser, por defecto, una imposición. El problema es que la práctica de imponer una verdad no va a tener buenos resultados. Esta creencia de que es posible crear un solo relato en el que nos encontremos todos, es, a mí parecer, pensar con el deseo. Cuántas cosas buenas hay en el Basta ya, pero para muchos militares y gente de derecha es una propaganda subversiva comunista porque deja a los militares como unos violadores de los derechos humanos. No cometamos el mismo error de pensar que hay una verdad en la que cabemos todos. Que un hecho sea irrefutable, no quiere decir que la verdad sobre ese hecho sea irrefutable. Son cosas diferentes”, dice Juan Ugarriza, politólogo, historiador, periodista y antiguo participante de las negociaciones con la guerrilla del ELN, que habló para este diario sobre su preocupación de que en Colombia se siga pensando que hay versiones que no son válidas para la construcción del relato, que, según él, nunca podrá ser uno solo.

Entre más se profundiza en la discusión sobre la verdad o la construcción de memoria, más se complejiza. El caso de Argentina comparado con lo ocurrido en Colombia es muy distante, pero al revisar los monumentos que recuerdan y relatan lo que pasó, se descubre un proceso largo y tedioso que tuvo que atravesarse para que, por ejemplo, fueran más los que llegaran a la conclusión de que aquello que ocurrió no podía volver a pasar.

Florencia Battiti, curadora del Parque de la Memoria, lugar en el que se levantó un monumento que recuerda a los desaparecidos de la violencia de Estado, le dijo a este diario que en Argentina también se escuchaban versiones “negacionistas” de la dictadura. “La función que cumple el monumento es devolverle identidad, de alguna manera, a los desaparecidos, pero no es que el 100% de los argentinos estén contentos con el monumento. La sociedad argentina tiene un consenso de lo que sucedió, pero aquí hay quienes dicen que los nombres de desaparecidos que se levantaron en armas no deberían recordarse, o hay gente que dice que estuvo bien la dictadura, o que eso no puede llamarse así”.

Battiti, que coincide con Ugarriza en que la verdad no puede ser una sola y que jamás quedará completa porque todos a su vez tienen una verdad que, al ser sumada con otra, mutará a una distinta que no los representará, agrega que pretender que se haga un solo relato terminará por generar grietas y posicionamientos a favor o en contra de esas verdades: “Un hecho que está lejos de reconciliar sociedades”.

Hubo un punto en el que Ugarriza y Battiti se distanciaron: ella es curadora de un lugar en el que un monumento recuerda a las víctimas de la represión argentina, y, por su parte, el politólogo dijo que el monumento es, en sí mismo,  una afirmación de una versión de los hechos.

Por ejemplo, una de las propuestas del excandidato a la Alcaldía de Bogotá Hollman Morris era la de construir un parque monumento que homenajeara la figura de Jorge Eliécer Gaitán. El político manifestó que es claro que cuando se erige un monumento se le está dando voz a una de las versiones de la historia, pero que por eso debe hacerse siempre con los que han sido los perdedores, los frágiles, las víctimas. “Todas las versiones deben tenerse en cuenta y estarán en los textos, pero cuando tú hablas de símbolos, de monumentos, debes visibilizar las voces que siempre se han invisivilizado”.

Aprovechando la voz del excandidato a la Alcaldía y su clara ideología de izquierda, se le preguntó por las acusaciones que se le hacen al actual Gobierno de “refundar la memoria nacional”: “Este Gobierno es la reedición del gobierno Uribe. La gente lo eligió fue a él, y ellos tienen una disputa permanente con el movimiento de derechos humanos y de memoria para no dejar que aquí se instale el hecho de que hubo un conflicto armado”.

Morris también dijo que no le extrañaría que detrás de estas intenciones “esté la cabeza de José Obdulio Gaviría”, con quien este diario intentó comunicarse, pero no hubo repuesta.

La gestión de la Comisión de la Verdad, organización que actualmente se encarga de escuchar a todas las partes involucradas en el conflicto armado colombiano para finalmente entregar un texto que dé cuenta de lo que pasó, procurando que todos los sectores de la sociedad se reconozcan en dicho informe, también fue uno de los temas consultados para la construcción de este texto: “Una comisión de la verdad puede ser un espacio en el que podamos tramitar las diferencias, pero el sistema actual es un escenario de confrontación entre las partes del conflicto. Allá no están revelando la verdad de lo que pasó para la utilidad del informe. Nadie va a la Comisión de la Verdad a contribuir para que se sepa qué pasó. Todos van a posicionar su verdad, a defenderse y a señalar, porque ese es el legado que se les dejará a las futuras generaciones, y ese será siempre un terreno en disputa”, dijo Ugarriza.

Por su parte, Battiti, que ha tomado en cuenta el informe del “Nunca más” en Argentina para sus curadurías, opinó que, en el caso de su país, esos relatos fueron valiosos en el largo proceso que tuvieron que atravesar para tener claridad sobre lo que no querían que volviera a ocurrir, pero que fue un camino de años, y cree que Colombia debe aceptar las diferentes formas de verdad.

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A pesar de la voluntad del padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, para aportar su opinión en la construcción de este texto, la comunicación no pudo darse por razones espaciales. Sin embargo, una fuente cercana a la organización que pidió no revelar su identidad dado que el único autorizado para hablar es su presidente, dijo que en la Comisión nunca se ha pretendido construir una verdad oficial, que todas las voces se han tenido y se tendrán en cuenta, y que no cree que eso vaya a contribuir para desencuentros, ya que lo que se busca es que todas las personas se vean reflejadas en un relato que no será excluyente.

Acevedo, que muchas veces ha manifestado que en el país no puede contarse una sola verdad, dijo que su opinión sobre la Comisión importaba muy poco y que, como director del CNMH, procura tener una buena relación institucional.

Será muy difícil llegar a conclusiones rápidas acerca de un asunto tan polemizado, delicado y disputado como la memoria, joya que está siendo construida en medio de afirmaciones, negaciones e imposiciones. Habrá que reflexionar más sobre las formas en las que la memoria de Colombia se construya sin que eso genere más divisiones, porque las bases del consenso que queramos construir tendrán que atravesar la convicción de que aquí la guerra nunca debería volver a tener cabida.

Por Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad

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