El Magazín Cultural

La “negreada” de Pertuz, o la verdadera historia del óleo de Juan José Nieto

Gracias a la historia clínica No. 034-10, la historia sobre el supuesto blanqueamiento intencionado del cuadro al óleo del expresidente Juan José Nieto ha sido desmentida.

Jorge Dávila-Pestana Vergara
20 de agosto de 2018 - 02:00 a. m.
Juan José Nieto es el primer y único presidente afrodescendiente en la historia de Colombia. / Tomado de Historiadeafrica.com
Juan José Nieto es el primer y único presidente afrodescendiente en la historia de Colombia. / Tomado de Historiadeafrica.com

“La única verdad es la realidad”.

Aristóteles

En septiembre del año pasado, a raíz de un seminario realizado sobre la vida y obra del presidente Juan José Nieto, una historia ejemplar perdida entre las estanterías de las bibliotecas, de buena fe los medios de comunicación difundieron la afirmación dada por algunos historiadores —a todas luces falsa y mal intencionada— de que a un óleo de Nieto supuestamente le habían “blanqueado” el rostro, con intenciones racistas y discriminatorias.

En un reportaje publicado por John Montaño en El Tiempo, titulado “Nieto, el presidente negro cuyo óleo fue blanqueado”, el director del Museo Histórico Moisés Álvarez, impertérrito, afirmó que “el proceso de blanqueamiento se ordenó desde Cartagena: nunca fue aceptado por la élite cartagenera por ser mulato, pero a la vez no se podría negar su importancia; entonces tenían que, de alguna manera, hacerlo blanco para poderlo presentar en sociedad”. De igual manera, ante una entrevista realizada por la periodista de El Universal Andrea Rodríguez, aseveró sin ningún ápice de contrición que “el cuadro había tratado de blanquearse”.

Fue tal el despliegue de desinformación y el acicate que produjo la difusión de dichas falacias, que ingenuamente Gustavo Tatis, del rotativo El Universal, partiendo de las fuentes recibidas, expresó en una nota que dicha “blanqueada” era “una señal terrible de nuestras identidades ofendidas y despreciadas, germen de toda violencia y exclusión”.

En un efecto dominó, la mentira sólo engendró mentiras, y hasta Vladdo hizo eco de ella. En un artículo dedicado a Nieto, también escribió sobre el sonsonete de la “blanqueada”.

Historia clínica Nº 034-10 de 1984

Cuando leímos todos los infundios escritos acerca del lienzo, entonces decidimos investigar sobre documentos que demostraran irrefutablemente que lo propalado era una total falacia. Enhorabuena existe la historia clínica Nº 034-10, que nos revela paso a paso la restauración llevada a cabo por el Instituto Colombiano de Cultura en 1984 sobre la pintura del general Nieto. En ella se consignan pormenorizadamente todas las etapas que conllevaron a su total recuperación. Análisis de laboratorio, cortes estratigráficos, documentación histórico-estética, intervenciones anteriores y bibliografía del retratado acompañan el inventario documental de la obra. Toda una epicrisis, como se le calificaría en el argot de los profesionales de la medicina.

Elementos iconográficos hallados

En los elementos iconográficos hallados se comprobó que “la piel se ha transformado hacia un color oscuro, queriéndose mostrar como un personaje de piel morena (Fals (sic) Borda hace referencia al hecho, que sus opositores políticos lo trataban como mulato, y no como mestizo); la mano derecha muestra aspectos originales de la encarnación: cobrizada o cetrina”. Como observará el lector, es todo lo contrario a las aseveraciones del “blanqueado”, pregonado sin vergüenza, ni ninguna clase de miramientos. Ahora bien, y es bueno aclararlo, la “negreada” no fue con ninguna mala intención, ni mucho menos, sino por desconocimiento total en el arte de restaurar; señala el documento, por otro lado, que las sondas de limpieza dieron como resultado que los colores de las encarnaciones se habían convertido en “empastes oscuros, perdiéndose las características cetrinas que muestra la imagen original”.

En las apreciaciones, el estudio devela además “que la imagen (la del óleo) fue fiel a la verdadera identidad racial del personaje, pero que las intervenciones posteriores no tuvieron en cuenta estos aspectos, principalmente en lo que respecta a la piel”. Y puntualiza que “la obra había perdido casi en su totalidad sus características originales, producto de intervenciones anteriores…”.

La negreada de Pertuz

Todo empezó cuando Eduardo Lemaitre, presidente de la Academia de la Historia, decidió restaurar el óleo de Nieto, el cual acusaba un estado deplorable de deterioro. Fue Lemaitre quien precisamente escribió el primero de los únicos dos libros que se han publicado sobre Nieto, el cual tituló El general Juan José Nieto y su época.

Tiempo atrás al pintor Héctor Díaz, en compañía del maestro Enrique Grau, se les había ofrecido la recuperación, sin embargo, no se atrevieron a intervenirlo y declinaron el ofrecimiento ante tamaña responsabilidad.

Es por ello que en 1974 le encomienda la restauración a un dibujante y constructor de carrozas sin ninguna experiencia en estas lides, Orlando Pertuz Algarín, contrato que se hizo a través del afamado diseñador de muebles y carrozas de las Fiestas de Noviembre, Víctor Araújo.

El trabajo realizado por Pertuz trastocó las facciones del general, oscureciéndolas y desfigurando el rostro de tal manera que quedó irreconocible. Era un total mamarracho el lienzo.

Pertuz, sin conocer lo que era una restauración, sin ninguna mala intención, más bien pecando por ignorante en la materia, lo ensombreció y deformó de tal manera que el retratado llegó con otra figura a la Academia.

Tanto fue el daño hecho que Lemaitre, que sabía cómo era el cuadro antes de que lo intervinieran, al recibirlo y no reconocer el adefesio que estaba frente a sus ojos, espontáneamente exclamó: “¿Y este indio que hace por aquí?”.

Desde luego, la obra no fue aprobada por los académicos de entonces, quienes sostenían que habían transformado “las verdaderas características étnicas del general. El personaje era de piel cetrina, mientras que la tal ‘restauración’ lo convirtió en mulato”.

Es de suponer que el disparate, calificado de palimpsesto por la Academia, fue enviado al ostracismo y tocó arrumarlo en una bodega del Palacio de la Inquisición, sede la Corporación. Se lo “tiró”, podríamos decir coloquialmente.

Mucho antes de ser intervenido por el tal “restaurador”, Antonio del Real Torres, a la sazón director del Museo Histórico en 1943, calificaba al lienzo como un buen trabajo pictórico.

Hoy Pertuz —de profesión técnico metalmecánico— continúa dedicado a lo que siempre ha hecho inmejorablemente, como es diseñar y construir carrozas. En ese afán ha acumulado el palmarés de ocho Congos de Oro, siendo uno de los mejores artesanos de los Carnavales de Barranquilla.

Fals Borda lo descubre

Cubierto de excrementos de ratas y murciélagos, descubrió el óleo el sociólogo Orlando Fals Borda en las bodegas de la Inquisición en la década del 80, cuando investigaba sobre el “Indio de Tubará” —como lo llamaban sus detractores políticos—, con el fin de escribir un libro sobre la vida y obra del hijo del español Tomas Nicolás Nieto y la mestiza Benedicta Gil. Una foto del estado en que lo dejó la “negreada” de Pertuz fue más tarde la portada de su libro El presidente Nieto. Historia doble de la Costa.

Enviado a restauración a Colcultura

En 1984, Álvarez Marín lo envía a Colcultura para su restauración y adjunta tres aspectos diferentes de la figura de Nieto, para que palparan su fisonomía. Entre las fotos que envía remite una del retrato al óleo del general —la única que quedó de la tela original antes del desaguisado de Pertuz—, tomada del libro Cartagena independiente, de Donaldo Bossa, editado en 1967. Si comparamos hoy esta foto con la restauración realizada por Pertuz, observaremos que el óleo quedó igual, tal como en principio era.

Luego, en 1985, remite otras dos fotografías “con el fin de ilustrar el trabajo de restauración”. La primera, propiedad de Eduardo Lemaitre, quien escribió la obra sobre el presidente El general Juan José Nieto y su época, y la segunda, de un álbum perteneciente al Archivo Histórico, la cual me imagino debe reposar en sus inventarios.

En dicha misiva dirigida al director de restauración de Colcultura, Darío Rodríguez Ramírez, destaca que intervenciones llevadas con anterioridad “lo han deformado hasta el punto en que ustedes lo conocen”. En ella no habla para nada de que lo habían querido “blanquear”, sino que estaba deformado, como en realidad lo estaba.

Paralelamente, Álvarez, en comunicación dirigida a Juan Luis Mejía, a la sazón subdirector de Patrimonio Cultural, anota que fue pintado en París y que una intervención en 1974 lo había dejado “con el resultado que ahora presenta”.

Conclusión de la restauración

Colcultura concluye la reconstrucción del cuadro en los siguientes términos: “La decisión de restituir valores estéticos de esta obra constituyó un proceso conciente (sic) de los importantes valores documentales y estéticos de la misma, apoyada por suficiente documentación teórica y fotográfica aportada por las ciencias sociales como la historia y la sociología.

La obra es un signo histórico muy importante para la región costeña de la costa, ya que es una memoria de un antepasado de la vida política, económica y militar”.

Donación del óleo

El retrato fue donado a la Academia de la Historia por su sobrina Ana Clelia Mogollón, hija de José Vicente Mogollón y Herrera y Juana Cavero y Lequina, entre otras cosas, ascendientes del director de El Universal, Pedro Luis Mogollón.

Recordemos que Nieto estuvo casado con Josefa Cavero y Leguina, hija del prócer Ignacio Cavero y Cárdenas, presidente de la Junta Directiva de Estado Soberano de Cartagena en 1811 y 1812.

Reflexión sobre la verdad

Definitivamente, la historia no es una chistera donde por arte de birlibirloque, y de acuerdo con nuestros intereses y fines, podemos transformar y cambiar cuando nos plazca.

Hay que situar la verdad como principio que debe dirigir nuestros actos. Con mucha razón Jean-Paul Sartre expresaba que “incluso el pasado podía modificarse, los historiadores no paran de demostrarlo”.

Porque sé que el periodismo es el primer borrador de la historia, y lo dicho por varios historiadores quedó profusamente divulgado en letra de imprenta en muchos medios de comunicación, he realizado esta investigación, para que en un futuro no se diga que, en el siglo XX, un lienzo del presidente Nieto trataron de “blanquearlo” por el simple prurito de discriminar.

¡No, señores, por ahí no es la cosa! Nadie ha “blanqueado” a Nieto. La verdadera realidad fue que Pertuz fue quien lo “negreó” y Colcultura lo regresó a su estado original, partiendo de las fotos y documentos que el mismo director del Museo les remitió.

No podemos andar pregonando impunemente falsas historias, porque al conocerse la verdad, pierden credibilidad quienes la difunden, y en el caso especial que nos ocupa, el rector de un museo de historia, quien debe guardar la mayor seriedad y responsabilidad en estos menesteres, y en donde la palabra verdad debe prevalecer sobre cualquier intención torcida.

El meollo de haber propalado la falacia no es que se haya mentido, sino que será muy difícil creer en quienes la propalaron, porque quiebran irremediablemente el pedestal de confianza que los soportaba.

Corolario: A veces no basta con poner los puntos sobre las íes, sino también las diéresis sobre las úes.

Por Jorge Dávila-Pestana Vergara

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