El Magazín Cultural

La suerte de ser artesano

Los artesanos de la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo viajaron a Nueva York a exponer el trabajo de sus estudiantes y egresados. Más allá de este logro, la Escuela está interesada en que las personas encuentren en los oficios una alternativa para su formación profesional.

Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
20 de diciembre de 2019 - 05:21 p. m.
Imagen de las artesanías que se expusieron para la Offshore Week, semana de lujo de Nueva York, evento al que la Escuela fue invitada por Christie’s.  / Cortesía
Imagen de las artesanías que se expusieron para la Offshore Week, semana de lujo de Nueva York, evento al que la Escuela fue invitada por Christie’s. / Cortesía

La mamá de Ana Nieto aprendió a tejer porque no pudo hacer nada más. Fue lo único que le permitieron sus circunstancias: cinco hijos y un esposo demandante. Tampoco luchó. Prefirió asumir sus “limitaciones”, así les decía. Odiaba la cocina, pero comenzó a jugar con sus deberes: después de preparar el almuerzo se regalaba hora y media de agujas y lana. Ese era su premio. Cuando perfeccionó la técnica, que aprendió de su abuela durante las recurrentes vacaciones de su adolescencia en Bucaramanga, dejó de vestir a sus hijos con lo que hacía. Comenzó a venderlo y entonces conoció la independencia. Supo que era dejar de pedir plata, permiso y tiempo. Todo se lo dio ella y desde ese momento se convirtió en la mujer más radiante de la familia. Murió con la casa forrada con cuadros, esculturas y bordados que después del tejido también aprendió a hacer. Nieto, que siempre envidió la vitalidad y voluntad de su madre, se enamoró de sus manos, de su capacidad, y entonces aprendió con ella. Cuando creció quiso dedicarse a eso, pero terminó estudiando bacteriología, carrera que jamás le gustó ni terminó. Hoy tiene 55 años y teje ruanas, gorros, bufandas y guantes. Está contenta, dice que se sostiene con un oficio que la hace sentir plena, pero que le hubiese gustado hacerlo cuando los dedos no le dolían y la energía se le desbordaba. Nieto, que se obliga a descansar día por medio, soñó con no tener que elegir otra cosa: ella no era buena para nada más. Fantaseó con que su anhelo fuese considerado como algo serio, como algo posible y rentable.

Laura Mejía Flórez, directora ejecutiva de la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo, dice que los casos de Ana Nieto y su mamá son comunes porque se siguen subestimando los oficios artesanales: “Hay que contarles a muchas más personas que dedicarse a los oficios es una posibilidad que existe y que además es rentable. Es igual de importante a cualquier otra. Si alguien es hábil con las manos no tiene que pensar en una arquitectura para darle un rumbo a su vocación. Es que ni tiene sentido. Hay una Escuela que toma muy en serio estos oficios, los enseña y se esfuerza para que sus estudiantes sean los mejores. La que damos aquí es una formación sumamente provechosa”.

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Mejía se pregunta si la gente contempla los oficios artesanales como una alternativa para formarse y desempeñarse laboralmente. Se pregunta si tal vez, al salir del colegio, los jóvenes sabrán que además de todas las carreras conocidas podrían inclinarse por las seis opciones que ofrece la Escuela (cuero, tejido con agujas, bordado, orfebrería, madera y tejeduría en telar). Se pregunta, sobre todo, si sabrán el valor de que, por ejemplo, el pasado 5 de diciembre los productos hechos por estudiantes de niveles avanzados y algunos egresados hayan sido exhibidos en una galería de Nueva York.

La casa de subastas Christie’s invitó a la Escuela para que hiciera parte de la Offshore Week, la semana de lujo de la ciudad. Según Mejía, los resultados no pudieron ser mejores y los asistentes elogiaron la calidad de los productos que vieron y luego compraron. El dinero que se recogió producto de las ventas, que también dieron unas cifras estimulantes, se reservará para el fondo de becas que financia las matrículas de los estudiantes que no puedan costear sus estudios.

Lo que ocurrió en Nueva York sentó un precedente sobre el alcance y la calidad de los productos hechos por los artesanos de la Escuela, pero Mejía insiste en que hay que transformar la percepción que se tiene de los oficios.

¿Y qué hacer para que las personas vean a la Escuela como, además de un referente, una alternativa para estudiar?

Dando opciones de trabajo. De la Escuela se gradúan muchachos que en un 95 % ya están trabajando. Antes de terminar la carrera, que dura dos años y medio o tres, ya tienen el taller montado. Empiezan a trabajar en los oficios mucho antes de salir. Muchos de ellos ya reciben ingresos del oficio. Hay personas que ingresan a la Escuela con el propósito de montar su negocio, hay algunas que lo hacen porque se pensionaron y aún están activos. En fin, hay mil casos.

¿Ustedes, además de artesanos, forman emprendedores? Esa idea es atractiva para la mayoría de las personas, pero hay quienes prefieren ser empleados…

Formamos artesanos autónomos. La estrategia pedagógica está enfocada en formar gente emprendedora. Queremos que cuando salgan sean capaces de tomar sus propias decisiones. Los que no quieran emprender verán que hay muchos lugares en los que podrán encontrar trabajos. Hay muchas opciones.

Los fundadores de la Escuela han sido enfáticos: la formación y los resultados deberán responder a los más altos índices de calidad que exige el mercado, y, según Mejía, las condiciones están dadas para que quien quiera elegir uno de los seis oficios no tenga limitación. “Por ejemplo, la Escuela subsidia aproximadamente del 70 al 80 % del total de la matrícula. Es decir, el estudiante por semestre paga un 20 o 30 % del costo real de su plan de estudios”.

La Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo cumplirá 25 años en 2020. Su estructura es mágica y romántica: desde la entrada hasta las aulas se percibe la intención de que cada una de las clases y objetos que se hagan en su interior sean actos solemnes. “La única forma de que puedas dedicarte a los oficios artesanales es haciendo las cosas bien”, concluyó Mejía. Este lugar, que ya atravesó la frontera para demostrar la calidad y el rigor de sus trabajos, cada año da fe de que los artesanos también pueden alcanzar el anhelo de la prosperidad y la plenitud profesional.

Por Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad

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