El Magazín Cultural

Margaret Atwood: “Si no están de acuerdo con el aborto, paguen por todo lo que corresponde por cada niño que nazca”

Durante el Hay Festival en Cartagena, la escritora canadiense habló con El Espectador sobre sus novelas, las dictaduras y los derechos civiles. También hizo algunas preguntas sobre la realidad colombiana.

Claudia Morales
09 de febrero de 2020 - 01:30 a. m.
Margaret Atwood durante un conversatorio del pasado Hay Festival de Cartagena, en el que habló sobre la mujer y el aborto, entre otros asuntos.  / Gatty Images
Margaret Atwood durante un conversatorio del pasado Hay Festival de Cartagena, en el que habló sobre la mujer y el aborto, entre otros asuntos. / Gatty Images

Es gentil y sus movimientos son suaves, como lo es también su voz. Mira fijamente, sonriente, y le gusta hacer preguntas. Sus ojos azules, casi blancos, están enmarcados con una tenue línea negra que delinea sus párpados. Su cuerpo es delgado y flexible (subió sus piernas a la silla para abrazar sus rodillas al final de la entrevista). Es Margaret Atwood, escritora canadiense, quien participó en la versión XV del Hay Festival en la ciudad de Cartagena. Tiene 80 años que no se notan tanto en su cuerpo como en su agudeza y sentido del humor.

Habla de su mamá, Margaret Dorothy Killam (1909-2006), quien era nutricionista, como una mujer independiente y una de las inspiradoras de su forma libre de entender el mundo. Menciona el recuerdo de su papá, Carl Edmund Atwood (1906-1993), biólogo, como el de un hombre que la inspiró frente a la igualdad en una época en la que nadie hablaba de feminismo.

Margaret Atwood escribió su primer cuento a los siete años, abrió su primera cuenta bancaria a los ocho, y desde muy pequeña fue una lectora voraz. Siguiendo con la educación que recibió de sus papás, sus abuelas y sus tías, cuenta que en su entorno nunca hablaban de la mujer como alguien que debía casarse y frenar allí sus aspiraciones. “Ser niña no era sinónimo de debilidad”, apunta.

Esta mujer pequeñita en estatura y grande de pensamiento no solo escribe sobre los Estados represores, la ausencia de libertad, los embarazos no deseados y el abuso contra las mujeres, como en sus novelas El cuento de la criada (1985) y Los testamentos (2019), su secuela, sino que además alza su voz a favor del aborto como lo hizo de forma activa en 2018: “Fuerce partos si usted quiere, Argentina, pero por lo menos llame a lo forzado por lo que es. Es esclavitud: es reivindicar poseer y controlar el cuerpo de otra persona, y sacar provecho de eso”, escribió en una carta que envió a los argentinos cuando debatían sobre el tema.

Atwood nos pregunta en sus discursos si queremos seguir vivos o si vamos a actuar frente a la tragedia que nos plantea el cambio climático; nos anima a cuidar los pájaros desde Bird Life International y a luchar por nuestros derechos, no solo desde su creación literaria, sino como miembro de la ONG Amnistía Internacional. Su nombre aparece en novelas, libros de poesía, cuentos para niños, ensayos, obras de teatro y antologías. Y sobre ella podrían escribirse mil páginas. Esto le dijo a El Espectador.

La novela “El cuento de la criada” fue publicada en 1985. Allí, la República del Gilead representa una teocracia que ya habíamos visto en el pasado y que difícilmente creíamos ver resurgir. Tal vez no como teocracia, pero sí una extrema derecha invocando las religiones se está reproduciendo en el mundo. ¿Cómo analiza estos 35 años de evolución?

Hablemos de dos cosas: la primera es la llegada de la tecnología, que tiene efectos positivos y negativos. Positivos, porque le ayuda a la gente a encontrar causas comunes. Y negativos, porque no siempre esas causas son positivas. Obama ganó su elección presidencial porque entendió cómo usar las redes sociales, pero ahora los republicanos también descifraron la fórmula. Lo que termina pasando es que la gente no sale de su burbuja y es más difícil que haya conversaciones de buen nivel alrededor de los temas.

Así que el cambio produce dos efectos: uno idealista, para pensar que todo está mejorando, y dos, un efecto de ansiedad. La gente se siente ansiosa porque no conoce las reglas ni el resultado. Ocurre entonces que las personas prefieren quedarse quietas porque se sienten más seguras con las reglas que ya conocen y no las quieren cambiar porque no saben a dónde van a parar.

En segundo lugar, ahora vemos más división entre la gente que es muy rica y la que es muy pobre. Hay un grupo de gente internacional que no le rinde cuentas a nadie, es el equivalente a lo que eran los reyes en Europa en el pasado. Estas son las personas que están contra la democracia y que quieren dominar a un enorme grupo de gente sin poder, que les dé vía libre para ser ellos los únicos que hagan los negocios.

Cuando empezó a escribir “El cuento de la criada” era 1984 y vivía en Berlín Occidental. En una entrevista señaló que recordaba lo que la gente le decía y lo que no le decía. Era importante medir las palabras para evitar el peligro. Y la novela le permitió alzar la voz. ¿Es esa la finalidad de las artes, dentro de las cuales incluyo la literatura?

Sí, eso pasaba cuando yo cruzaba la Cortina de Hierro y había maneras sutiles de comunicarnos. Me cuidaba mucho porque yo podía volver al otro lado, pero los demás se quedaban. ¿Y cuál es el punto de alzar la voz? Es dar a otros la oportunidad de alzar su propia voz. Pero eso depende de la severidad de las dictaduras, porque la gente tiene que pagar un precio pequeño o más alto. Yo pagué un precio muy bajito. Recibí amenazas cuando hicieron la película en el año 89, y entonces pregunté: “¿por qué no me amenazaron cuando publiqué el libro?”, y me contestaron: “porque esa gente no lee”. Ahora que están haciendo la serie (sobre El cuento de la criada) seguramente están pasando cosas en el mismo sentido. En muchos países matan a los periodistas, a los escritores, a las mujeres, mejor dicho, si usted se involucra en la política, se convierte en un objetivo.

“El cuento de la criada” y “Los testamentos” nos ponen a pensar en la brutalidad de los humanos y en la precariedad de las democracias, y nos dejan un mensaje: no bajemos la guardia porque la libertad es una lucha constante. ¿Es esa una interpretación correcta?

Sí, pero solo si es posible. Cuando publiqué El cuento de la criada, la gente decía: “¿por qué nadie dice nada?”, y yo contestaba: “porque estamos en una dictadura que mata a la gente”. Miremos la historia del movimiento Rosa Blanca contra Hitler: eran estudiantes que protestaban y todos fueron asesinados. Todo es muy frágil y todo es cuestión de posibilidades. Por ejemplo, Colombia está en un buen momento para la gente.

Señora Atwood, en Colombia siguen matando gente, todos los días.

¿Me está tomando del pelo? ¿Cómo así, a quiénes?

Trabajadores de los sindicatos, mujeres, defensores de los derechos humanos, quienes defienden los ecosistemas, quienes están a favor de los acuerdos con las Farc, desmovilizados. Los están exterminando.

¿Quién está detrás?

Difícilmente vemos responsables, nunca vemos sus caras. Todo está basado en sospechas.

¿Qué pasa con los derechos de las mujeres?

Hay más conciencia, varios movimientos se hacen visibles, pero también se paga un precio por eso. Tal como usted lo dijo, entre más se levanta la voz, más se corre riesgo. Y las mujeres son y serán, especialmente en las guerras y conflictos, las más grandes víctimas.

¿Y qué pasa con el aborto?

Está aprobado bajo tres condiciones por la Corte Constitucional, pero el debate sigue siendo dominado por una visión muy conservadora.

Bueno, entonces propongo que les diga algo: si no están de acuerdo con el aborto, entonces que paguen por absolutamente todo lo que corresponde por cada niño que nazca. Quedo un poco desilusionada. Es claro que un festival de literatura no es el centro del universo.

Por Claudia Morales

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