El Magazín Cultural

Mario Brunello: lo más clásico de lo moderno

El artista italiano ha recorrido el mundo llevando magia e historias entre las notas de su inseparable violonchelo del siglo XVII, que trae a la modernidad con ayuda de presentaciones interactivas en las que se mezclan imágenes, palabras y música.

Felipe García Altamar
11 de enero de 2018 - 02:00 a. m.
  / Cortesía
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Foto: Joaquin Sarmiento

Entre más cuerdas frota con su mano derecha, aumenta la sensación de estar llegando a algún lugar, de estar surcando por la magia de algo desconocido. Mario Brunello no sólo hace música. Con sus interpretaciones, el artista italiano recrea historias en la mente de quien escucha la armonía de su violonchelo. Tampoco lo hace al azar o los créditos son del encanto del instrumento musical, pues ha dedicado un poco más de la mitad de sus 57 años de vida a descifrar el enigmático mundo de las partituras y las suites, siempre intentando involucrar la literatura, la filosofía, el teatro, la pintura y todos aquellos frentes que sean vitamina para el cerebro que interpreta sus notas.

Versatilidad y vanguardismo: con esas dos palabras se define la plausible obra de Brunello, nacido en Castelfranco Veneto, una pequeña ciudad del norte de Italia que parece haberse detenido en la época medieval, por sus estructuras clásicas y sus canales con aguas rodeando torres y castillos. Esos paisajes le dieron a Brunello el primer pincelazo de una cercanía con lo antiguo.

Versatilidad, porque es capaz de desenvolverse con el mismo ímpetu como solista de un concierto, integrante de un grupo de cámara, creador de proyectos e incluso director de una orquesta. La comodidad que siente al ocupar cualquiera de esos roles ha llevado a Brunello a ser invitado por directores como Claudio Abbado, Valery Gergiev, Yuri Temirkanov, Ton Koopman, John Axelrod, Antonio Pappano, Vladimir Jurowski y Myung-Whun Chung para trabajar en sus proyectos. También ha hecho parte de las orquestas de mayor prestigio. La Filarmónica de Londres, la Filarmónica Real, la Filarmónica de Múnich, la Orquesta de Filadelfia, la Sinfónica de Tokio NHK, la Sinfónica de Londres, la Filarmónica de Radio Francia y la Sinfonietta de Kioi son sólo algunas de las agrupaciones que acompañó en algún momento de su carrera.

Y vanguardismo porque, aunque para sus presentaciones usa un exclusivo y poderoso violonchelo que data de principios del siglo XVII, su música está muy lejos de encasillarse en lo clásico. Por el contrario, su trabajo siempre ha sido reconocido como innovador en temas de presentaciones interactivas, compuestas por imágenes y palabras, además de la música. Esto muy a pesar de que sus mejores proyectos artísticos estén inspirados o sean una adaptación de las sonatas de Beethoven, Vivaldi o Bach.

Nada de esto ha sido impedimento para que sus destacadas interpretaciones no estén acompañadas de formas de comunicación poco habituales en la música clásica, lo que por supuesto le ha funcionado para llegar a nuevas audiencias y a los pocos países que aún le quedan por visitar.

La obra de Brunello ha sido reconocida más allá de los recitales. A sus 26 años logró ser el primer artista italiano en ganar el célebre concurso internacional de música Tchaikovsky International Competition, que se realiza en Rusia y se puede comparar, guardando las proporciones, con el Mundial de Fútbol, pues es el más codiciado de la música clásica y se celebra cada cuatro años desde 1958. Tras obtener este galardón, que lo catapultó como una de las figuras de la música clásica del Viejo Continente, Brunello se dedicó a transmitir su conocimiento con las nuevas promesas de este arte. Así fue que en 1994 fundó su propia orquesta: la Orchestra d’Archi Italiani, con la que le ha dado la vuelta al mundo y ha sido profeta en su tierra.

Su fórmula de éxito tiene tres claves. Una es su convicción de que el violonchelo es una extensión del cuerpo humano y que incluso puede tener el mismo peso que la voz, por lo que cree que cada tensión de las cuerdas da un tono distinto, tal como ocurre con las distintas tesituras de la voz. La otra clave es su obsesión con las posiciones que puede ocupar con distintas interpretaciones del violonchelo. Finalmente, ha basado sus composiciones en lo que puede hacer imaginar a sus espectadores.

“Una suite de violonchelo es una canción única acompañada por acuerdos flacos. El resto debe ser imaginado. La posibilidad de doblar las voces y la libertad de descomponer las armonías en escalas y arpegios interpretados por otros instrumentos es la sensación que provocan en mí las sonatas. Con el pequeño violonchelo puedo ser una banda, y con un chelo, un compositor”, explicó al diario italiano La Repubblica cuando explicó por qué puede ver afinidades entre la música de Bach y la de Bob Dylan, demostrando una vez más su aplicación contemporánea a lo más clásico de la música.

Brunello se presentará los días 11, 12 y 13 de enero en el Cartagena XII Festival Internacional de Música. Lo hará en lugares llenos de mística como el claustro de Santo Domingo - Centro de Formación de la Cooperación Española, el Centro de Convenciones y la plaza de San Pedro Claver, y de inmediato continuará llevando su música a otros extremos del mundo, como China, Armenia y su natal Italia. La razón de tanto compromiso es sencilla: para él la música nunca se detiene.

Por Felipe García Altamar

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