El Magazín Cultural

Moisés Wasserman y la ciencia de opinar

El libro “Cómo tener siempre la razón” (FCE), inspirado en el filósofo Arthur Schopenhauer, reúne las columnas de opinión, ciencia, filosofía y política del pensador Moisés Wasserman en el periódico “El Tiempo”.

Andrés Osorio Guillott
23 de marzo de 2019 - 02:00 a. m.
Moisés Wasserman, quien hace parte de la Comisión de Sabios. / Cristian Garavito-El Espectador
Moisés Wasserman, quien hace parte de la Comisión de Sabios. / Cristian Garavito-El Espectador

Moisés Wasserman no abandona su imagen de académico. Aparentemente no carga nada bajo el brazo; sin embargo, siempre tiene un as bajo la manga para responder con precisión y sapiencia a lo que se le pregunta. Sus pequeños silencios son la muestra de un pensante, de un ser humano que cuida el sentido y el significado de sus palabras e ideas. Desde las cátedras del colegio en el que estudió en

las que debatía con sus compañeros sobre problemas cotidianos que trascienden en el comportamiento de una sociedad y desde sus primeros acercamientos a Karl Popper o Arthur Schopenhauer, Wasserman se permitió creer en una vida entregada a la ciencia, la filosofía, la curiosidad y la atracción por el conocimiento que se desprende de las aulas, laboratorios, bibliotecas, textos y lugares impensados desde los cuales se alimenta la curiosidad para hallar un acercamiento a la verdad ya los misterios de la condición humana y el universo.

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Usted titula una de sus columnas “¿Enseñar ética?”, y en muchos colegios se enseña la cátedra de Ética y religión. ¿Qué implicaciones tiene que usted quiere enseñar algo que, como usted menciona en el texto, no se adquiere por medio de teorías sino que se configura en el comportamiento? ¿Qué efectos implica mezclar la ética con la religión?

Enseñar la ética es un problema muy serio. Hace muchos siglos la ética va por delante de la religión, halándola muy difícilmente. Cuando la religión reconoce ciertas cosas, la ética ya las discutió y las estableció de muchas maneras. Hoy en día tiene poco sentido fundamentar la ética en la religión. Eso por un lado. Por otra parte, es mucho más útil y se interioriza mucho más cuando se discute un problema real entre todos, donde se ven los pros y los contras, las implicaciones que tiene colarse en Transmilenio hasta cosas mucho más graves y profundas como los derechos de las minorías, por ejemplo. Tiene muchísimo más impacto que esas clases en las cuales se relata lo que otros pensaban al respecto. Claro, uno tiene que conocer a los consecuencialistas ingleses, a Kant, a Rawls y saber de todo eso, pero eso es para los profesionales. Si en verdad queremos construir un ciudadano que actúe correctamente, me parece mucho más útil la discusión abierta de problemas. Por eso esa cátedra, si se da, que no sea una cátedra clásica sino de discusión abierta y de juicios.

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Podría pensarse que es algo similar a la mayéutica que se encuentra en los “Diálogos” de Platón...

Ese era el método socrático. Han pasado más de 1.500 años y sigue siendo sumamente útil. Hay muchos problemas que se abordan en los Diálogos que son muy reales y se pueden discutir casi en los mismos términos que los de ese entonces.

Actualmente se habla del modelo de justicia transicional en el proceso de paz. La sociedad está sumida en este debate y pareciera que no ha logrado asumirlo con profundidad. Opinamos de justicia, y usted lo menciona en una columna, sin el conocimiento de causa, generando un debate vacío que no tiene un fundamento concreto. ¿Cómo trabajar para reducir esos vacíos en la comunidad?

El gran problema es que cuando se dan esos temas, que son absolutamente esenciales para el funcionamiento de la sociedad, se vuelven temas electorales, para consecución de votos. La tendencia de los políticos es sobresimplificarlos y presentar falsos dilemas, dilemas tan infecundos que, prácticamente, inducen a la respuesta de la persona que no está bien ilustrada en el tema. Plantean que las dos opciones son de vida o muerte, de justicia o impunidad y la gente escoge vida y justicia y eso sobresimplifica enormemente el tema. Eso se da de más por el hecho de que hay muchísimos temas importantes y entre la gente que ve los noticieros y lee los periódicos hay muchos que ni siquiera se ven a profundidad, están abrumados por una cantidad de noticias y tienen muy poco tiempo para ponerse a pensar en ello; entonces se vuelve muy fácil adherirse de forma automática a posiciones que se presentan como dilemas absolutos.

Por Andrés Osorio Guillott

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