El Magazín Cultural

Mozart y la ópera: una relación muy afinada

Esta noche, el público asistente al Festival podrá disfrutar de grandes momentos de piezas como “Las bodas de Fígaro”, “Don Giovanni” y “Così fan tutte”, con un elenco que combina el talento de cantantes italianos y algunas de las mejores voces líricas de Colombia.

José Daniel Ramírez Combariza*
12 de enero de 2018 - 02:00 a. m.
"Las bodas de Fígaro". / Cortesía
"Las bodas de Fígaro". / Cortesía

En la historia encontramos algunas obras maestras que han servido como medio para cambiar nuestra manera de apreciar la música. En 1786, al descubrir la grandiosidad de las composiciones de Johann Sebastian Bach (1685-1750), Mozart cambió drásticamente su estilo. Para el genio de Salzburgo, la función de la música debería ir más allá de ser una forma de entretenimiento. Es así como encontramos entre sus obras de madurez óperas como Las bodas de Fígaro, Don Giovanni y Così fan tutte y La escuela de los amantes.

Esta noche, a las 7:00 p.m., el público asistente al Cartagena Festival Internacional de Música, edición 2018, podrá disfrutar de grandes momentos de las mencionadas obras, con un elenco que combina el talento de cantantes italianos (Elena Belfiore, Sara Rossini y Gabriele Nani) y algunas de las mejores voces de nuestro país (Julieth Lozano, Pablo Martínez y Juan David González), bajo la dirección de Michael Alexander Willens en el podio de la Kölner Akademie. El concierto será precedido por una interesante conferencia a cargo del musicólogo, pianista y compositor italiano Giovanni Bietti. El lugar, el teatro Adolfo Mejía, en la Heroica.

El camino a Las bodas de Fígaro, Don Giovanni y Così fan tutte no puede ser más interesante. La asociación de Mozart con la ópera viene casi desde la cuna. En Austria y Alemania, desde siempre, la ópera, y en general todo aquello relacionado con la voz humana, ha hecho parte muy importante de la vida cotidiana. En tiempos de la familia Mozart, en casa se cantaba y se interpretaban instrumentos. Leopold Mozart recreaba en su hogar, para la admiración de Wolfgang y su hermana, las melodías provenientes de las grandes obras para la escena que se montaban en los teatros principales. Como consecuencia, a la tierna edad de 11 años, Mozart ya había compuesto y estrenado un drama en latín, Apolo y Jacinto, con una duración de dos horas. En esta ópera, el pequeño genio sigue al pie de la letra todas las convenciones musicales del llamado “gusto clásico”.

En contraste, Wolfgang Amadeus pronto sorprendería al público, esta vez con una pequeña obra en alemán, Bastian y Bastiana. Mozart siempre pensó en todos los públicos durante su vida musical. Al final de su corta existencia se estrenarían de manera contemporánea La flauta mágica, obra en la que lo popular encuentra lo más refinado del mundo de la ópera, y La clemencia de Tito, ópera en la que el compositor rinde homenaje al tradicional estilo italiano, presente ya desde su primera ópera.

Es mucho lo que se ha escrito sobre los viajes de Leopold Mozart con sus hijos, periplos en los que el talento del pequeño Mozart fue aplaudido por grandes personajes. En aquellas travesías, Mozart pudo conocer, asimilar y poner en práctica el estilo musical de la época. La belleza de la ópera italiana es recreada por el autor en composiciones como El rey pastor, Acanio en alba y Mitrídates, rey de Ponto. Hay que recordar, sin embargo, que Mozart no sólo es uno de los genios más importantes de la música universal. Fue también un hombre de teatro, característica que en el mundo de la lírica comparten pocos maestros: Giuseppe Verdi (1813-1901), Gioachino Rossini (1792-1868), Richard Wagner (1813-1883) y Giacomo Puccini (1858-1924).

En 1781, Mozart, con su don teatral y capacidad de innovación, sorprendió al público con su obra Idomeneo, rey de Creta. Su estreno tuvo lugar en Múnich. Para la ocasión, el teatro puso a disposición del compositor los mejores instrumentistas y cantantes. El autor, aún siguiendo la tradición italiana, dio pasos de gigante en lo que se refiere a la importancia del texto en una ópera. Presentó el primer ejemplo de cuarteto, incluyó al coro, hasta entonces una figura decorativa de la ópera, en el drama, y, lo más importante: la ópera dejó definitivamente de ser una sucesión de recitativos (momentos en el que la acción teatral se desarrolla) y arias (páginas para que los cantantes muestren sus virtudes vocales).

En 1781 apareció también El rapto en el serrallo, obra escrita en alemán, una prueba más de la ya mencionada preocupación de Mozart por llegar a todos los públicos. Recordemos a Apollo y Jacinto en paralelo con Bastian y Bastiana, y La clemencia de Tito compuesta contemporáneamente a La flauta mágica.

Siguiendo con la historia de Mozart y la ópera llegamos a 1786, momento del estreno de Las bodas de Fígaro y el inicio de la denominada trilogía Mozart-Da Ponte. En ella, compositor y libretista inventaron el drama giocoso (drama jocoso), en el que, como su nombre lo indica, la comedia y el drama se unen. La magia presente en Don Giovanni, Las bodas de Fígaro y Così fan tutte (Así hacen todas) radica en la naturaleza de sus personajes y en las situaciones en que se ven involucrados. Estas obras fueron creadas para ser representadas en teatros de la aristocracia y el éxito que obtuvieron en sus estrenos se puede describir como moderado. Son numerosas las obras maestras, no sólo de la música, que en su tiempo fueron consideradas muy modernas para su época. Una vez la ópera comenzó a ser propiedad de todos, el público pudo identificarse con los personajes propuestos por Da Ponte y los asistentes a los auditorios admiraron la caracterización que Mozart hizo de ellos a través de una música que supera todo tipo de barreras.

La ópera Las bodas de Fígaro se escuchó por primera vez en Viena en 1786. En ella encontramos momentos verdaderamente innovadores que aparecen desde la concisa y chispeante obertura. Pocas piezas de este género logran evocar de manera tan clara el espíritu que reina durante una velada. Mozart quiso, en sus óperas de la trilogía, capturar constantemente la atención del público. Los protagonistas de Las bodas de Fígaro provienen de clases sociales diferentes. El conde Almaviva ya no ama a su esposa, Rossina. Coquetea con las bellas empleadas de la corte y al iniciar la obra su interés está en la bella Susana, prometida de Fígaro. La condesa debe renunciar a todo su orgullo para recurrir a su dama de compañía como ayuda para recuperar el amor de su esposo.

Don Giovanni recibió su estreno en Praga en 1787. El personaje central es un hombre que ha logrado conquistar en varios países más de 2.000 mujeres de características y edades diversas. En las diferentes páginas de la ópera, Mozart describe la sensualidad, la capacidad de seducción y el poder del personaje central. Es importante, al referirnos a Don Giovanni, destacar la manera como Mozart, sin perder la unidad dramática, trata las voces como preciosos instrumentos de orquesta, creando momentos musicales refinados con bellas texturas armónicas. Críticos y amantes de la música han descrito el Don Giovanni de Mozart como un gran concierto para voces y orquesta.

Così fan tutte se escuchó por primera vez en Viena, en el año 1789. Es la historia de dos amigos que desean probar a un cínico anciano la fidelidad eterna de sus respectivas mujeres y para ello cambian lugares e identidad, después de haber hecho una apuesta. Esta obra representa la unión perfecta entre la denominada “ópera seria” y el canto popular. Mozart asigna a la protagonista, Fiordiligi, arias elaboradas que le exigen a la cantante extensión vocal, coloratura y expresividad. Encontramos también fragmentos cercanos al canto popular. Citamos las arias de Despina, criada de la dama de Ferrara. En ellas, compositor y libretista describen frívolos y divertidos pensamientos sobe el amor. Così fan tutte es también la ópera en la que nos podemos deleitar escuchando deliciosos duetos y ensambles. Resulta curioso recordar que esta ópera fue considerada inmoral en su tiempo. Para justificar una presentación ante la censura, se cambiaban o recortaban textos, y fue sólo en el siglo XX cuando se reconoció su verdadero valor.

En el teatro, las óperas de la trilogía Mozart-Da Ponte, cuando se presentan en su totalidad, pueden durar hasta cuatro horas, pero quien las ve siente el tiempo volar gracias a la excelencia de la música y el texto, además de su poder de comunicación.

En el último año de la vida de Mozart (1791), el público de Viena se enloqueció con La flauta mágica, con texto de Emanuel Shikaneder. Esta ópera, famosa por sus elementos provenientes de una fantasía oriental, contiene aspectos masónicos. El humor y lo serio se encuentran en ella, así como lo popular, con lo más refinado de la música.

Críticos y musicólogos difieren en sus apreciaciones sobre esta obra. El maestro Neville Cardus se refiere a La flauta mágica como una única ópera que pudo ser creada por Dios, mientras que para el célebre director de orquesta Sir John Eliot Gardiner, aún habiendo realizado una magistral grabación de la ópera tanto para el mundo del disco como del video, se trata de una pieza exageradamente heterogénea. La universalidad de La flauta mágica está precisamente en su variedad: fugas en el estilo de Bach, arias que siguen el formato de la ópera italiana, las canciones populares de Papageno, la riqueza melódica de las arias de Tamino, la sobriedad presente en la música de Sarastro y las bellas e imponentes melodías asignadas a los coros.

Mozart y la ópera es un camino que duró 24 años y dejó un total de 22 dramas musicales en diferentes formas. Estudiar su obra resulta ser una experiencia enriquecedora desde varios puntos de vista. Artísticamente nos permite apreciar la evolución de la música para la escena y desde el punto de vista humano otorga la oportunidad de ver entre sus líneas a un ser simplemente grandioso. Nos preguntamos siempre, si Mozart no hubiera fallecido a los 35 años, ¿cuál hubiera sido el camino que la ópera hubiera tomado?

* Productor y programador Emisora HJUT.

Por José Daniel Ramírez Combariza*

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