El Magazín Cultural

Notas pedagógicas para una sociedad en crisis (IV)

El presente escrito hace parte de una serie de reflexiones como maestro, sobre la relación entre la educación y la vida, como sustrato de una consciencia para una sociedad equitativa y tolerante.

Guillermo López Acevedo
16 de enero de 2020 - 11:01 a. m.
¿Por qué nuestro sistema educativo se empeña tenazmente en consolidar propuestas foráneas, ajenas a nuestro sentir y necesidades? / EFE
¿Por qué nuestro sistema educativo se empeña tenazmente en consolidar propuestas foráneas, ajenas a nuestro sentir y necesidades? / EFE

Desde que la filosofía griega en boca de Aristóteles, definiera al hombre como “Ser racional”, el camino de la educación se tornó gris, unidimensional, lógico, frío, estructural, evaluativo, estandarizado, competitivo y, en últimas, inhumano. La preponderancia del cerebro sobre el corazón, nunca antes en la historia humana había tomado tal distanciamiento, acrecentado con el paso del tiempo por las tesis positivistas de la ciencia y la filosofía, como en los casos del cartesianismo que consideró el cuerpo humano como una “máquina” y la razón como fundamento de la existencia, el determinismo darwinista que validó en nuestra sociedad la “ley del más fuerte”; además de los supuestos de Francis Bacon –entre otros-, sobre la necesidad de racionalizar el mundo natural, con la idea de convertir al hombre en amo, librándolo para siempre de la tiranía de la superstición, del mito y el temor, costal en el que de paso se echó injusta e ignorantemente al mundo indígena. Aspectos todos, que en representación de la filosofía, la ciencia e incluso la religión, justificaron la declaración de una guerra sin cuartel a la sensibilidad, al erotismo, la pasión, las emociones, lo tribal ancestral y la naturaleza; es decir, contra la expresión y la espontaneidad creativa diferente a la aceptada por los cánones de la “sociedad autorizada”, el cuerpo y, por supuesto el arte, por el simple hecho de pertenecer al ámbito de lo “irracional”, la antípoda del logos y por ende paradigma justificador del patriarcado y muchas otras formas de intolerancia.

Si está interesado en leer el anterior artículo, ingrese acá: Notas pedagógicas para una sociedad en crisis (III)

Tecnología y cerebro contra arte y corazón, pareció ser la premisa soterrada de esta pugna del ego racional-cientifista hoy ligada a la economía y al consumismo, instituida como “biocolonialidad” por su forma de copar todos los espacios posibles de nuestra vida, como bien lo señalara Darío Botero. Entonces, esta obsesión por el resultado, lo instrumental, lo artificial, lo representado, trastocó todo el orden del saber, priorizando el cerebro y las abstracciones por encima del sentir, la acción y la vivencia, generando una dilemática de alcances éticos inimaginables, que hoy por hoy vemos evidentes en las crisis ambientales y sociales por todo el orbe.

En muchos centros educativos se les hace agua la boca al mencionar los avances de la tecnología educativa, el incremento de los espacios y aparatos para la informática o mencionar nuevos conceptos como “laboratorios” de arte, lo cual solo evidencia la pauperización del papel de las humanidades frente a las mal llamadas “ciencias duras”. No es raro y sí más frecuente que en más centros educativos, se han ampliado

las horas para el estudio de las matemáticas, la informática, la química o la física, sacrificando las artes, las manualidades y la educación física entre otras, por ser consideradas estas como “costuras” para rematar los horarios, además de atentar contra las aptitudes vocacionales y el desarrollo de la personalidad, toda vez que le resulta prioritario al sistema educativo el afianzamiento de una estructura heterónoma y dependiente, antes que autónoma e independiente como crítica y creativa, cuyos efectos se evidencian paradójicamente en la poca o nula actividad en investigación y desarrollo . Dichos criterios además, han ido en detrimento de la consolidación de una dimensión humanista bien definida y necesaria, cuya ausencia cada vez más notoria en los ámbitos de la educación básica y superior, nos ha avocado a una practicidad aterradora sobre la base del “fin justifica los medios”, como el hecho lastimoso en la guerra del Vietnam, en la que participaron al menos unos veinte premios nobel, para la creación de armas al servicio de la guerra. Hombres de ciencia que vendieron su conocimiento al mejor postor con consecuencias desastrosas.

Le sugerimos leer: Jairo Ojeda: armonía del canto de la tierra

¿Conoce nuestro mundo escolar y universitario acaso, las ideas emanadas de nuestras culturas nativas ancestrales sobre Ecosofía, principio de reciprocidad cosmobiológico y “participación mística”?

Por Guillermo López Acevedo

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar