El Magazín Cultural

“Nunca compartí el discurso melancólico del olor y el sabor del libro”

El historiador francés, referente mundial sobre el análisis de la historia del libro, estará este martes en la inauguración de Feria Internacional del Libro de Bogotá. El Espectador habló con él.

Joseph Casañas - @joseph_casanas
21 de abril de 2020 - 02:00 a. m.
El historiador francés Roger Chartier habla del impacto del COVID-19 en la industria editorial.   / Cortesía Editorial Gedisa
El historiador francés Roger Chartier habla del impacto del COVID-19 en la industria editorial. / Cortesía Editorial Gedisa

¿Cómo ha sido la preparación de su charla para la FILBO? ¿La virtualidad le representa retos adicionales?

La preparé en la situación de confinamiento que todos conocemos. La virtualidad es más una frustración que una dificultad (salvo si nos traiciona la técnica). Dictar una conferencia sin la presencia de un público de verdad, sin los intercambios directos después de la charla, sin percibir las reacciones de aprobación o de desacuerdo de los oyentes es siempre una experiencia que deja cierta insatisfacción.

Editores, libreros, escritores, personas de gobierno que tienen que ver con el mundo editorial estarán presentes en su charla. ¿Cuál será el mensaje central para ellos?

Sería muy presuntuoso pensar que el discurso de un historiador de la cultura escrita pudiera apaciguar las inquietudes de unos o guiar las decisiones de otros. Un objetivo más modesto es ubicar los efectos dramáticos y las profundas transformaciones de las prácticas que vivimos ahora en una más larga duración, y hacer recordar que, si podemos aprovechar las posibilidades magníficas del mundo digital, no debemos olvidar que no son equivalentes a las formas de publicación, circulación y apropiación de lo escrito en la cultura impresa. Si se acepta esta observación, puede ayudar a definir estrategias editoriales, políticas públicas y prácticas cotidianas.

¿Qué lectura hace de la irrupción, cada vez más acelerada, de las cifras, los clics y las métricas en el mundo editorial?

Siempre los editores quisieron muy legítimamente conocer las expectativas del público susceptible de comprar los libros que editan. Estos lectores implícitos de los editores no son necesariamente idénticos a los de los autores. El “gobierno por las cifras”, como dice Alain Supiot, puede fundamentar sus decisiones. Lo peligroso sería definir las políticas editoriales solamente a partir de la sociología de los públicos y así borrar la capacidad innovadora, provocativa, de las iniciativas y audaces editoriales que producen nuevos gustos o amplían usos y públicos. Fueron los casos con las ediciones románticas en el siglo XIX o los libros de bolsillo después de 1945.

¿Beneficia o hacen daño Google, Amazon, Facebook, Apple, Twitter, entre otros, a la línea de producción literaria en el mundo?

Debemos distinguir entre estas diferentes empresas. Amazon constituye una competencia temible para las librerías y es una de las razones (tal vez la más importante) de sus dificultades. Facebook y Twitter multiplican ad infinitum textos breves y lecturas apresuradas. Permiten una comunicación a distancia que inventa una nueva forma de sociabilidad. Pero al mismo tiempo imponen a toda lectura, cualquiera que sea, los procederes y hábitos de la lectura propia de las redes sociales, una lectura acelerada que no se preocupa por la verificación de lo que se encuentra sobre las pantallas. Google y Apple permiten a cada uno mandar al mundo entero sus opiniones o creaciones. El riesgo aquí es la confusión entre comunicación y edición. Si pensamos en Google como un inmenso banco mundial de textos y de datos, es claro que procura recursos que utilizamos cada día. Pero esta posibilidad puede hacer olvidar también la necesidad de la validación de los conocimientos.

Lo invitamos a leer: La Feria Internacional del Libro de Bogotá este año será virtual

Usted ha dicho que “el mundo digital es la máquina más poderosa jamás inventada para la diseminación de errores, falsificaciones, verdades alternativas y noticias falsas”. ¿Cómo combatir esa problemática, sobre todo si se tiene en cuenta que hoy, más que nunca, se requiere del mundo digital para sobrevivir?

Lo he dicho porque cada día la proliferación digital nos trae las teorías más absurdas, las verdades alternativas, las manipulaciones que amenazan la memoria, la verdad y la democracia. Estas perversiones son el envés de las posibilidades ofrecidas por la comunicación libre, gratuita, universal de la red. Combatir estos peligros no es fácil. Supone convencer a los “lectores-escritores” de las redes sociales de la necesidad de controlar lo que leen o escriben. Las encuestas sociológicas muestran que los más jóvenes lectores consideran como verdaderos los enunciados que encuentran solamente porque son difundidos por sus pares en la misma red. No son los únicos que substituyeron este criterio de verdad a las formas de validación que comparan y jerarquizan diferentes fuentes de información o de saber. Algunos políticos que desgraciadamente se volvieron presidentes lo han entendido perfectamente. En el norte y el sur de las Américas, de ahí el papel fundamental de la escuela, de los medios, de las bibliotecas para enseñar la necesaria relación crítica que cada lector debe tener en relación con todo lo que se lee.

¿Existe una romantización desbordada por el libro en papel que no permite ver las virtudes que tiene el libro digital?

Nunca compartí el discurso melancólico en cuanto al olor y el sabor del libro impreso. Lo importante es entender que “libro digital” y libro impreso no son equivalentes. Pongo “libro digital” entre comillas porque me parece que este “libro” desafía las dos definiciones de lo que es un libro. Por un lado, “libro digital” no es más un objeto de la cultura escrita inmediatamente distinguido de los otros (diario, revista, cartel, carta, etc.) por su materialidad. Por otro lado, hace más difícil el reconocimiento del libro entendido como un discurso organizado según una arquitectura en la cual cada elemento (partes, capítulos, parágrafos) desempeñan un papel específico vinculado con su ubicación. Si la forma digital puede reproducir esta arquitectura textual, sabemos bien que la lectura frente a las pantallas es una lectura fragmentada, segmentada, que descontextualiza los fragmentos, apropiados como unidades textuales. La posible “muerte del libro” debe pensarse en relación con estas dos identidades del libro: como objeto y como discurso. Lo prueba las creaciones originales de la literatura electrónica que inventan producciones simbólicas multimedia, abiertas y móviles, que no son más libros.

¿Las librerías están en vía de extinción y, por ahí derecho, los libros en papel tal y como los conocemos actualmente?

Las librerías conocen dificultades creadas por la competencia desigual de Amazon o los precios de los altos alquileres de sus lugares en las grandes ciudades. Las políticas públicas pueden y deben ayudarlas porque un mundo sin librerías sería desesperante. No porque significaría necesariamente la desaparición del libro en papel (hoy en día se compran electrónicamente libros impresos), sino porque las librerías son lugares de sociabilidad, de intercambios de palabras, de orientación de lectura, de descubrimiento de lo que no se busca (diferente a las prescripciones fundadas sobre algoritmos de Amazon).

Las librerías son un elemento imprescindible del espacio público y cívico. No pienso que estén “en vía de extinción”. Inclusive en los Estados Unidos, desde 2010, notamos un crecimiento del número y de la actividad de las librerías “independientes”, las que son ubicadas en una sociabilidad de proximidad. El caso de las librerías es otro ejemplo de la posibilidad de frenar o invertir una tendencia que será inexorable solamente si no hacemos nada quiero decir si los compradores de libro no entienden la perdida cultural y social que significaría la desaparición de las librerías y si los poderes públicos no deciden las medidas que pueden protegerlas.   

¿Cómo va a cambiar la industria editorial después de que pase el COVID-19?

Los historiadores no son profetas y el porvenir no está ya presente en el presente de hoy. La crisis que cerró librerías, bibliotecas y editoriales muestra para cada libro (sea nuevo o ya en el fondo de las editoriales) la utilidad de una dupla publicación: en papel y electrónica. Tal vez la práctica será generalizada después del momento que vivimos. Y tal vez, también, los progresos de la auto-publicación obligarán las editoriales a reforzar lo específico de sus ediciones que son el resultado de múltiples operaciones propias de su labor: la construcción de un catálogo, el “copy editing” de los textos, el cuidado de la materialidad de los libros y de su presentación. 

Escritores y editores rusos han pedido al gobierno que incluya a los libros en la lista de bienes de primera necesidad con el fin de salvar la industria editorial de la ruina durante la pandemia del coronavirus. ¿Qué opina al respecto?

Es una excelente idea que, sin embargo, supone una nueva organización de las librerías para que sean respectadas las distancias sociales necesarias.   

¿En toda la historia es el COVID-19 el enemigo más poderoso al que se ha enfrentado el libro para subsistencia? Hablemos también de las presiones de los gobiernos, las dictaduras y otros poderes para generar la censura…

No sé si el léxico de la “guerra” y del “enemigo” es el más adecuado. Salvo a atribuir al virus una “agency” (como se dice en lengua estadounidense) malévola, no podemos compararlo con los otros verdaderos enemigos humanos que usted menciona. Existen todavía estos enemigos del libro en varias partes del mundo. Como lo muestra el ejemplo de un gran país asiático, la técnica digital que promete la libertad de la comunicación puede ser al revés sometida a una censura feroz y puesta al servicio de la propaganda más engañosa. La situación de hoy no debe hacer olvidar las persecuciones que siguen contra escritores y editores en varios países.     

¿Tiene alguna opinión del papel del periodismo en el marco de la pandemia?

Me parece que el periodismo o, más exactamente, el periodismo que considera que deben verificarse las informaciones desempeño un papel muy útil para explicar la dramática novedad de una pandemia que afecta el mundo entero, que se queda hasta ahora sin tratamiento posible y que exige una profunda transformación los hábitos. Es un ejemplo contundente de la importancia decisiva de la prensa en un tiempo en que, en varios países, está el blanco de críticas peligrosas para la vida democrática. Las “fake news” son de hecho las verdades que los maestros en mentiras consideran como insoportables.             

¿Cómo cree que será narrada en la historia de la crisis generada por el COVID-19?

Por supuesto, como un evento comparable, pero con una escala inédita, con las pestes del siglo XIV o las epidemias del XIX. Podrá hacerse hincapié en las causalidades desconocidas por nosotros que pueden explicar el fenómeno y su difusión mundial. Podrá también enfatizarse las decisiones (o falta de decisiones) de las autoridades, las polémicas políticas y científicas, y las reacciones de los individuos.  Si el evento es excepcional, las opciones historiográficas para narrarlo y hacerlo comprensible serán las de hoy, distribuidas entre la búsqueda de determinaciones estructurales y la atención otorgada a los comportamientos y discursos individuales.   

¿Las sociedades y medios de comunicación le están dando demasiada importancia a los políticos? No solo en esta crisis, ¿sino en general?

Sí y no. Sí, porque sabemos que las transformaciones más fundamentales de las sociedades y de las culturas no son el resultado de decisiones políticas, pero si, de las mutaciones de las representaciones colectivas, de las invenciones técnicas, de las transformaciones de las relaciones entre las clases y los individuos, o de las rupturas climáticas o ecológicas. Es la lección de las obras de Fernand Braudel o Norbert Elias. No, porque en el tiempo breve de nuestras existencias las decisiones políticas pueden tener consecuencias trágicas o felices.  De nuevo, lo que pasa en un gran país del norte del continente americano lo muestra. Es la vida de millares de personas que se encuentran heridas o destruidas por las decisiones de un “presidente”. Desgraciadamente, el ejemplo no es único.       

¿A usted cómo le ha sentado el aislamiento?

El confinamiento es una obligación compartida por todos. Parece igualitaria, pero no lo es.  Aumenta el efecto de las desigualdades sociales. Es menos difícil para la gente (por ejemplo los profesores) que tienen un mínimo de espacio y una actividad que puede ejercerse en una situación muy sedentaria. Podemos escribir, aprender y también dictar clases virtuales. Es excelente para no interrumpir la relación con los estudiantes (lo estoy haciendo desde París para mi seminario en la Universidad de Pennsylvania) pero que no debe dejar pensar que la enseñanza no necesita los intercambios del aula. Las experiencias de la crisis no deben inspirar a los poderes políticos o las instituciones académicas al funesto proyecto de un mondo académico virtual, con pocos maestros o profesores. La tentación de la equivalencia producir efectos desastrosos.       

¿Qué está leyendo? ¿Qué lecturas recomienda para estos tiempos?

Cada uno debe elegir lo que le parece lo más favorable para aliviar la dureza de los tiempos. Mi última lectura fue Ricardo segundo de Shakespeare, que es una de las primeras obras que los promotores del teatro popular (Jean Vilar, Giorgio Strehler) representaron al salir de la Segunda Guerra Mundial.  

¿Cambiará el mundo después de la crisis del COVID-19?

La respuesta a esta pregunta se ha transformado en un verdadero género filosófico-literario en el cual un supuesto diagnóstico científico es, en realidad, la proyección de los deseos, sueños o pesadumbres de quien responde. Dejo la respuesta a los que sienten habilitado para practicar este género, pensando que no se encuentra en sus opiniones sino en los compromisos, acciones y elecciones de los ciudadanos.     

 

Por Joseph Casañas - @joseph_casanas

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