El Magazín Cultural

Otra bomba para el Mónaco

Este reportaje revisa las posturas de expertos de diferentes áreas, quienes analizan si la demolición del Edificio Mónaco de Medellín, casa del narcotraficante Pablo Escobar, aportará en temas de memoria, como ha asegurado el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez.

Daniel Grajales T.
22 de febrero de 2019 - 12:00 p. m.
El 13 de enero de 1988, el cartel de Cali detonó un carro bomba con 80 kilos de dinamita frente al Mónaco. / Cortesía
El 13 de enero de 1988, el cartel de Cali detonó un carro bomba con 80 kilos de dinamita frente al Mónaco. / Cortesía

Ahí está, encerrada entre montañas, que a veces parecen ocultar lo que hay detrás de sus horizontes.

Medellín se erige con majestuosidad en un valle, el de sus antepasados, los Aburrá, de los que apenas quedan vestigios, porque la modernidad la ha hecho otra, la ha llevado a derrumbar su historia. El Edificio Coltejer antes era el bello Teatro Junín, una joya patrimonial que murió en el afán de tener rascacielos.

Cuenta la leyenda que un día la bella Medellín se sintió preparada para pasar de niña campesina, de aldea rural, con mulas arreando carretas, a urbe. Llegaron autos de lujo, construcciones modernas, dinero, poder, un brillo que ocultaba el dolor, la sangre, el miedo que iba a invadirla después.

El sueño ciudadano, el anhelo aspiracional en 1980, era vivir en El Poblado, el barrio de los ricos de Medellín. Hasta allá fueron a parar Pablo y María Victoria, una pareja de esposos, unos nuevos ricos. Eran jóvenes, con un gusto particular, expresado en un zoológico hecho finca, llamada Hacienda Nápoles.

Los rostros del joven matrimonio no podían ocultar la felicidad. Ahí estaban sentados, firmando documentos en 1987. Pablo Escobar y María Victoria Henao hacían los trámites para constituir el edificio Mónaco, una obra de seis pisos solo para ellos y sus dos hijos.

Víctor Jiménez Durango, historiador, quien adelanta una investigación sobre el Mónaco, relata que Escobar y su esposa realizaron el documento de escritura 1486 del 24 de julio de 1987 en la Notaria 1, del municipio de Envigado. Ese mismo año Pablo Escobar heredó a su hija Manuela Escobar Henao la propiedad.

Un año más tarde, el 13 de enero, el cartel de Cali detonó un carro bomba con 80 kilos de dinamita frente al Mónaco, en plena carrera 45, junto al Club Campestre de El Poblado.

El bombazo destruyó casas y ventanales cuatro cuadras a la redonda. El hecho dejó tres muertos y diez heridos, iniciando el conflicto entre carteles de la droga de Medellín y Cali. De aquello pasaron ya 30 años, aunque la historia continúa.

Este 2019, el 22 de febrero próximo en horas de la mañana, el Mónaco sufrirá otro estallido, uno que pretende derribar su estructura física con la ilusión de evitar que el turismo lleve a extranjeros a fotografiar el palacio Escobar, lo que, en teoría, propone un ejercicio de memoria.

La Alcaldía de Medellín ha elegido volar en pedazos el símbolo de realidades que, hasta ahora, no se han cuantificado.

El acto estará a cargo de la empresa de conciertos DGroupe. Periodistas, líderes de opinión y personalidades de Medellín fueron invitados por la asesora del alcalde en este tema, la relacionista pública Paula Jaramillo y su grupo Trebol Comunicaciones. Esperan que también vayan medios nacionales e internacionales. Además, después del acto vendrán acciones en diferentes espacios en la ciudad, como, por ejemplo, obras comisionadas a artistas para lugares como Parques del Río. La inversión total en lo que han llamado Proyecto Mónaco, con dineros públicos y privados será de cerca de $36.000 millones.

Ser o no ser víctima

Sopa de guineo y carne molida. Las doce del mediodía en punto en la Comuna 9. La mesa, servida con humildad, sostiene las ya arrugadas manos de Mario (1936), quien le cuenta a su nieto sobre una de las bombas que el narcotraficante Escobar puso en Medellín, la de la Plaza de Toros La Macarena.

Era conductor de una empresa de llantas, recorría la ciudad en uno de los vehículos de carga, cuando el estallido solo lo dejó ver cómo un carro se calcinaba, teniendo dentro a una juez e hijos, cuyo dolor no se borran de la memoria de un hombre que hoy no se reconoce como víctima del capo.

Su nieto jamás se había atrevido a preguntarle por tal episodio. La enfermedad del abuelo, sus ocho décadas de vida, lo motivaron a hablar al respecto, ya que supo del declive del Edificio Mónaco.

Para el joven de 28 años, su abuelo es una de las víctimas de Pablo Escobar, así él no se denomine víctima.

-¿Entonces, crees que ya lo que hay que hacer es olvidar?- interpela el nieto.

-Sí, pensar que nada pasó- Responde el abuelo.

Hasta ahora, la Alcaldía de Medellín no ha publicado una investigación seria, que diga quiénes fueron las víctimas, cuántas y por qué razones. 

En lo legal tampoco hay definiciones de la justicia colombiana: “el término ‘víctima’ es complicado en este contexto, por lo que hablamos de 46.612 vidas menos o muertes violentas. El número de víctimas directas e indirectas del narcoterrorismo es incalculable. No existe un tratamiento normativo y legal para los afectados de este fenómeno, no hay algo equivalente a la Ley de víctimas”, apunta el secretario privado de la Alcaldía, Manuel Villa.

Ante ello, Juan Arbeláez, asesor inmobiliario, quien recorre cada semana el sector por trabajo, asegura que la Alcaldía “no sabe siquiera cuántas víctimas son”, porque “todavía esta sociedad no se ha sentado a pensar con calma qué fue lo que pasó”.

Entonces, pregunta, “¿no debería la Alcaldía de Medellín avanzar en aportar a ese tratamiento normativo y legal, antes de decidir si se tumba el edificio, de intervenirlo, de hacer un parque?”.

Al consultarte al director (E) del Centro Nacional de Memoria Histórica, Luis Carlos Sánchez, sobre qué tanto ha avanzado el caso, precisa que “es un caso que tiene cruce entre violencia del conflicto armado y violencia terrorista, además del narcotráfico, lo que es muy difícil de abordar desde la institucionalidad”, reconociendo que, hasta hoy, no hay siquiera una línea clara sobre quiénes son víctimas. Esa claridad no está en el Plan de la Alcaldía, según los proyectos que ha socializado.

“Una de las propuestas desde la memoria podría ser precisamente preservar esa memoria del horror, lo que puede contribuir a darle mucho protagonismo a los victimarios. Otra salida es confiar en la memoria de las víctimas y confiar en su relato", explica Sánchez, quien dijo que la Alcaldía de Medellín no buscó asesoría en el Centro de Memoria para lo que decidió hacer con el Mónaco.

“Entre talleres, acercamientos y entrevistas se suman más de 1.500 víctimas directas e indirectas de la época del narcoterrorismo”, detalla Manuel Villa, quien informa que para definir qué hacer con el Mónaco no involucraron siquiera el 5% de la cantidad de víctimas que ellos mencionan.

El valor patrimonial del edificio

Después de la primera bomba, entre 1989 y el 2000, la custodia del Mónaco estuvo en un limbo. Al parecer el inmueble regresó a manos de la Familia Escobar. Durante la década de 1990, fue alquilado como casas de habitación y oficinas. 

La Dirección Nacional de Estupefacientes, responsable del predio, le entregó en el 2002 el inmueble de Escobar a la Asociación Cristiana de Asistencia y Rehabilitación, entonces el lugar estaba desmantelado por completo. Después lo ocuparon organizaciones sociales, dos compañías bananeras, una de salud prepagada, una marroquinera, una de servicios navieros, una oficina de publicidad, un bufete de abogados y dos viviendas.

“Fueron años duros, quienes estábamos pagando nuestros apartamentos nos sentíamos avergonzados de estar al lado de ese lugar, no dormimos muchas noches, creyendo que, cuando menos se pensara, explotaría otra bomba. El Mónaco era de todo el mundo, cambiaba de mano todo el tiempo”, dice Norella, vecina del lugar.

Desde finales de los 90, el lugar fue objeto de seis atentados con artefactos explosivos. Para 2003, terminó el proceso legal de extinción de dominio a la hija de Escobar, quien lo traspasó a la Dirección Nacional de Estupefacientes.

Fue con la visita del rapero Wiz Khalifa, en marzo de 2017, cuando el alcalde Federico Gutiérrez comenzó su vocería sobre Pablo Escobar. Las visitas a la tumba y el edificio Mónaco, a donde el rapero llevó flores, molestaron al mandatario, quien dijo que no quería ese tipo de artistas en la ciudad y arremetió contra quienes visitaban la ciudad para conocer estos espacios.

Es que renace el turismo en la ciudad, abriendo, además del discurso de “Medellín la ciudad más innovadora del mundo”, una especie de tour relacionado con Pablo Escobar y el narcotráfico. Operadores turísticos ofertan, desde entonces, un recorrido por el “patrimonio disonante propio de la ética y estética narco-decó que se vende en series y novelas como la residencia-bunker de Pablo Escobar”, reseña la EDU.

Si bien el secretario privado de la Alcaldía, Manuel Villa Mejía, expresa que decidieron ponerle avisos al Mónaco porque “es un sitio al que van diariamente muchos turistas que pretenden conocer la historia de Medellín”, acepta que la Alcaldía no tiene la cifra de cuántos visitantes asisten a los narco-tours, ni qué monto en pesos representa este tipo de turismo para la ciudad.

En ello coincide con Roberto Escobar (El Osito), hermano de Pablo Escobar, quien dice que los tours lo que hacen es contar la historia, sin detallar cuántas personas asisten al mes al recorrido que él creó para este público.

“Me cerraron el negocio, soy la única persona en el mundo que no puede hablar de la historia de Pablo Escobar. El alcalde de Medellín me hizo una trampa y me cerró la Casa Museo, donde llegaban los turistas. Me violaron el debido proceso para que no siguiera con los tours. Cuando llegaban los extranjeros, les preguntaba quién era el presidente de Colombia, el gobernador de Antioquia y quién alcalde de Medellín, y no sabían, pero sí quién era Pablo Escobar, porque aceptaban que su viaje era para conocer su historia”, narra al respecto.

El experto en Patrimonio Juan Luis Isaza, exdirector de Patrimonio del Ministerio de Cultura, explica que “el patrimonio es una construcción social y cultural, los edificios por sí mismos no tienen valor patrimonial, somos los seres humanos quienes hemos decidido que algo tenga un valor determinado, culturalmente les hemos dado un valor”.

“Hay edificios que a ojos de las personas pueden tener valores, los valores pueden ser muchos y de muchas maneras. Algunos edificios cuentan con un acto que los declara Bienes de interés cultural del ámbito nacional, como es el caso en Medellín del Edificio Carré y el Edifico Vásquez. Sin embargo, no todos los edificios tienen valor patrimonial, hay cosas viejas magnificas y otras que no”.

Así se refiere Isaza al tema del Mónaco: “la Alcaldía tomó la decisión de demoler el edificio de una manera unilateral, sin consulta, sin socialización y demás. No sé quién tomó esa decisión. Pudo haber otras discusiones en torno a ese edificio, llegara o no a ser patrimonio, creo que el Mónaco ameritaría una discusión muy amplia, hay inmuebles en este país y en muchos otros que recuerdan la guerra, el horror, la desaparición, como lo es la Casa Arana, que no está declarada por su belleza, ni por su esplendor arquitectónico, sino porque está asociada a unos hechos de memoria trágica; el campo de concentración de Hitler en Polonia es patrimonio de la humanidad”.

Hablan los expertos

Para quienes visitan hoy el Mónaco, como la bogotana Piedad Valencia (de 52 años), hay en su fachada fotos de los personajes más conocidos en el caso, así como frases elegidos por la Alcaldía, “que dejan claro que murieron buenos hombres”.

Después de poner los carteles, a finales de 2018, la Alcaldía dio a conocer la decisión de derribar el Mónaco. Entonces, comenzó entre intelectuales de la ciudad y ciudadanos de a pie un debate sobre el valor patrimonial del lugar.

Durante la reapertura de la Biblioteca Piloto, el pasado diciembre, el escritor y exalcalde de Medellín Alonso Salazar, autor del libro La parábola de Pablo, se refiere a la demolición del Mónaco:Curiosamente el edificio Mónaco es el único con el que podría uno, de manera clara, decir ‘aquí la víctima fue Pablo Escobar y su familia’, ahí no fue víctima nadie más, es decir que se va a tumbar el edificio donde él fue víctima. Es una sola explosión para deshacer la historia, pero será otra explosión que no va a deshacer el mal que tenemos”.

En esa misma cita, la escritora María Cristina Restrepo apunta que le parece “absolutamente absurdo que creamos que tumbando el Mónaco hará pensar que lo que pasó, no pasó; eso es muy Medellín, que las cosas simbólicas pierdan su poder de demostrar que somos vulnerables, que estamos heridos, que estamos atravesados por una guerra que no ha terminado todavía, porque esa guerra viene evolucionando”.

Lucía González, comisionada de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición; piensa que “la pregunta no es por el edificio, la pregunta es por la reparación social que se necesita desde un ejercicio profundo de memoria, de reparación y no repetición. Y por la coherencia con las decisiones políticas y judiciales en tiempo presente”.

“Un museo, un memorial, un espacio de memoria, lo que sea que se piense, debe estar respaldado por una voluntad política profunda de visibilizar el dolor de las víctimas, el inmenso daño humano, material y cultural producido por los efectos del narcotráfico en este caso... De lo contrario podría ser un lugar que contribuya a la banalización”, continúa González.

La ahora exdirectora del Museo Casa de la Memoria, Adriana Valderrama, quien renunció recientemente, aporta que no fue consultada sobre si el edificio debía demolerse o resignificarse. A la pregunta, ¿que no exista el edificio aporta algo a la reflexión sobre el Narcotráfico?, responde: “No, que el edificio no exista no aporta nada a la reflexión sobre el narcotráfico, como tampoco su existencia lo hace… El edificio está ahí desde los 80 y solo ahora nos acordamos que existe. Su existencia no ha sido un detonante para que la ciudad o el país haga memoria o reflexione sobre el narcotráfico”.

“El Mónaco es solo una aguja en un pajar. Abro varias preguntas: ¿van a tumbar el edificio de las piscinas, donde además vive actualmente el gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez?, ¿van a acabar con el edificio Dalas, ahora convertido en Hotel Viaggio? El camino no puede ser demoler todo lo que presentan una historia que hace parte de nuestra construcción como sociedad. Renunciar a ello es un imposible. Gastarse tantos millones de pesos y esfuerzos institucionales en esto es, cuando menos, una ligereza”, expresa Jorge Pérez, decano de la Facultad Arquitectura de la Universidad Santo Tomás de Medellín.

Dice el artista Óscar Jaramillo, dibujante de la ciudad, que en Medellín “todos somos Pablo, porque él perforó lo más profundo de la cultura, nos dejó cicatrices”.

Con una obra que habla de la inoperancia de la justicia, el artista Pablo Mora es uno de los creadores de Medellín que ha estudiado el tema de la memoria. Él sí demolería el edificio y no haría un parque para que el sector se valorice o para “estetizar el dolor”.

“A mí no me molesta la idea de demoler, yo lo demolería y ya, pero dejaría la cicatriz, dejaría el espacio feo, ni siquiera lo arreglaría, dejaría esa cosa horrorosa que queda ahí después de una demolición, de una implosión, puede que eso no sea bueno para el sector, pero yo dejaría ese gran hueco. Es que, de alguna forma hacer un parque o una obra de arte es legitimar una guerra también, legitimar una guerra que nos fue impuesta, que no tiene ningún sentido, que es una guerra que uno podría catalogar como una guerra inmoral, que todavía estamos inmersos en ella”, sustenta Mora.

Daniela Abad, cineasta, quien tiene en cartelera su documental The smimiling Lomabana, en el que da otra mirada a cómo el narcotráfico ahondó en la sociedad paisa de Medellín, sumó que “antes estaba en descuerdo, me parecía importante dejar el símbolo del edificio, ahora pienso que lo importante es dejar un testimonio de lo que ahí pasó”.

Sobre la demolición y el parque

La decisión de demoler el edificio, dice la Empresa de Desarrollo Urbano de Medellín, EDU, llegó después de estudios. Margarita Rivera, vocera de esta entidad, responde que “el 26 de marzo de 2016 se dio a conocer el estudio realizado por la Universidad Nacional de Colombia, el cual concluyó que la estructura existente es vulnerable y no cumple con la normatividad de sismo resistencia”.

Que la repotenciación cueste todo ese dinero fue debatido por el ingeniero civil independiente Jua Carlos Cardona, quien cree que, fuera del valor de la repotenciación, hay diferentes intereses políticos que incidieron en no repotenciar y tumbar.  “La mayoría de las estructuras se pueden repotenciar, dependiendo de los intereses del dueño del edificio, o de quien lo contrate. El Mónaco lo quieren demoler porque representa algo triste para la historia de Medellín”.

Luego de la demolición construirán un parque. Para ello sacaron concurso público, en el que fue elegido el proyecto titulado “Inflexión” que, según un curador de arte de la ciudad, parece” una copia del memorial que hay en Washington”.

Sobre ello El Espectador consultó a Carlos Pardo, arquitecto, uno de los cinco jurados que la Alcaldía invitó a evaluar las propuestas de construcción del parque. Él aceptó que no fue precisamente un grupo de jurados expertos en memoria el que dio su veredicto, por el contrario, contó que todos eran urbanistas y arquitectos, por lo que pudieron desconocer elementos de memoria a la hora de juzgar.

“Los cinco jurados no evaluamos la posibilidad de decirle al alcalde que está equivocado, pero sí fue la primera conversación entre nosotros, si tumbar era lo que se debía hacer (…) La selección del proyecto ganador sí pudo estar muy cerrada, nadie estaba especializado en memoria, fue una decisión entre arquitectos y urbanistas, debimos haber invitado dos o tres tipos de profesionales”.

Sobre la “copia” al Memorial de Washington, comenta que “sí fue evidente”, pero que apelaron a que se trataba de una referencia. A la pregunta ¿pero no es muy diferente lo que significa el memorial en EEUU a lo que pasó aquí, a la guerra del narcotráfico?, dijo que sí, que era diferente pero que no les pareció que hacer referencia a otro espacio de memoria resultara conflictivo.

Quizás, la pregunta que le queda a Medellín, a esa niña campesina que un día de vistió de lujo y luego lloró a sus muertos, es si esta es una oportunidad de hacer memoria que no ha sabido aprovechar la administración municipal, o si la herencia del narcotráfico es tan profunda que no puede sanarse, tan grande que no puede resarcirse, ni con otra bomba para el Mónaco.

Por Daniel Grajales T.

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