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Luis Alejandro Díaz es el creador de la Editorial Caballito de Acero, primera y única en el mundo de habla hispana dedicada a la literatura y el deporte.

Maria Paula Lizarazo Cañón
16 de enero de 2018 - 02:00 a. m.
“Boyacá en bicicleta” es el primer libro publicado por la editorial, lanzado en diciembre pasado. / Luis Alejandro Díaz
“Boyacá en bicicleta” es el primer libro publicado por la editorial, lanzado en diciembre pasado. / Luis Alejandro Díaz

Salió a las seis de la mañana, llegó a las cinco de la tarde a Medellín, “entré al partido con acreditación de fotógrafo, Nacional ganó en el último minuto, me devolví a las 9:30 de la noche y llegué acá a las 7”. Nació en Bogotá hace 40 años. Ha corrido toda su vida detrás del fútbol, amparado por las letras, por las palabras.

“Yo quise ser futbolista antes que otra cosa. No me interesaría saber leer ni escribir por jugar fútbol, daría todo por jugar fútbol. Yo me di cuenta de que eso era lo que quería hacer en la vida, pero tantas cosas me pasaron que no pude”.

Canalizó toda esa pasión en su fervor literario; luego de graduarse de estudios literarios de la Javeriana, se fue a Barcelona e hizo dos maestrías sobre literatura y fútbol, pero fueron tantos los libros que encontró, que se extendió hasta el doctorado: “me enceguecí mucho con eso, todo lo que no pude jugar, lo hice ahí”.

¿Qué lo hace sufrir del fútbol?

Que se volvió un programa de televisión, un reality, eso me parece triste. Menos mal siempre está la cancha del barrio, donde hay un partido los domingos en el que siempre hay cracks, siempre hay genios a los que nunca podrá tocar la televisión.

Hubo primero un café, pero pusieron una emisora que incomodaba la conversación. Fuimos a la plazoleta de comidas y hablamos de otra difamación del fútbol que tampoco tiene que ver con fútbol: la política, la marca país, nada lejano de la marca realismo mágico, la marca garciamarquiana que nada –tampoco– tiene que ver con García Márquez.

“Una obra de teatro, un libro, pueden mostrar que el deporte va más allá que un discurso de nación”.

Johan Huizinga, filósofo holandés, defendía al homo ludens sobre el homo sapiens, sobre el homo economicus…, pues consideraba que el hombre, en sus imaginarios y en sus dinámicas (de construcción social, por ejemplo), es antes que todo un ser lúdico y expresivo: el deporte, dice Díaz, es una expresión corporal, mental, social, artística, y el arte en sí mismo, otra expresión; mirar el deporte desde la literatura o desde la fotografía es mirarlo desde otro juego, es un juego dentro de otro, determinado por el hombre.

Esa yuxtaposición de juegos, Díaz la experimentó de modo que, mientras hacía el doctorado –literatura y fútbol–, se certificó como entrenador y las 160 horas de práctica las hizo dirigiendo un equipo de niños del Club Esportiu Júpiter, de Barcelona. “Fue una maravilla: entrenar tres veces por semana durante hora y media, y partido de liga el fin de semana. En la categoría de niños hay primera división, segunda división, división de honor, y preferente… Cuatro categorías, de a diez grupos, cada uno con 20 equipos, es decir, para subir de categoría debes ganar tu grupo, pasar a play offs, luego a otros play offs, mejor dicho, es increíble. Tú ves la categoría infantil del Barcelona y está en categoría de honor, es decir, pasaron por todo eso que te digo, por eso son tan impresionantemente buenos”.

Y es que Barcelona no es sólo el FC Barcelona. En la ciudad hay más de 10 clubes con 80 o más años de historia, todos nacidos en barrios. Por ejemplo, el Club Esportiu Júpiter tiene más de 110.

Esos clubes, que tuvieron prestigio en su momento, ahora son clubes de formación que tienen miles de niños, y equipos en todas las categorías. Por eso, se entiende que en un fin de semana en esa ciudad se jueguen alrededor de cinco mil partidos, y todos con árbitros de liga, y todos federados; similar es en el fútbol femenino, pero es menor la cantidad de jugadoras. “Eso explica por qué un talento no se les escapa. No creas que en Colombia no hay Iniestas, ni hay Xavis. Lo que pasa es que acá es difícil encontrar ese talento por la falta de logística, no tenemos acceso a los talentos, acá el fútbol profesional tiene dos divisiones y se acabó, no puedes descender de la B. Allá tienes primera, segunda, tercera división (esa es de regionales), cuarta división (con subdivisiones). Si desciendes, puedes seguir cayendo y cayendo y cayendo, por eso los niños tienen cuatro categorías”.

Y bueno, continuando con lo del juego yuxtapuesto, también, mientras hacía el doctorado, Díaz se certificó como periodista y logró entrar a cada partido que quiso del Camp Nou. Viajó por Europa a partidos de Champions, y fue a partidos del Mundial de Brasil.

Y todo fue sin haber abandonado ni un segundo el juego dentro del juego: entraba a los partidos, escribía crónicas sobre los partidos, sobre el después y el antes, recordaba los juegos y los revivía en palabras, en otro juego, en otro tiempo.

En esos años que duró en Barcelona, cobijado por ya sabemos cuál obsesión, no encontró ninguna editorial que apostara completamente por la literatura en torno al deporte; claro, halló unas que publican una que otra novela o cuentos, otras especializadas en los análisis y las tácticas de juego, o en las biografías oficiales y dateadas, pero ninguna –en el mundo de habla hispana– dedicada exclusivamente al deporte en la literatura. “No me interesa mucho que el filósofo o el sociológo me digan que el deporte es importante por tales razones, quiero que me lo digan el poeta, el novelista. Siempre el deporte tiende a tener discursos que lo argumentan, discursos ajenos, y el deporte es hermoso por sí mismo, es una cosa artística, un acto creativo”.

En cuanto al medio editorial, ¿en qué se diferencian, por ejemplo, el mundo hispano y el anglo?

Estamos a años luz, allá hay mucho de literatura, de fotografía; lo que hay de fútbol, lo que hay de boxeo, es impresionante, acá no, acá lo máximo es una biografía de Falcao, de James…

Cuando terminó sus investigaciones, regresó a Colombia. Se acreditó como fotógrafo para ir a ver al Millonarios de sus amores cada domingo. –Dice que Vivalda fue el mejor arquero que vio en su vida–.

Ha dictado clases en la Tadeo y en la Javeriana. Hace unos años hizo una compilación para Libro al Viento (El fútbol se lee). Ha colaborado con distintos medios, entre ellos El Espectador.

Ahora mismo está dedicado a un proyecto: se animó a crear su propia editorial, Caballito de Acero, con las uñas, con ahorros, y con tres mujeres que le creen: dos editoras y una ilustradora, quienes, hasta el momento, trabajan con él por amor al arte.

Ya lanzaron el primer libro, Boyacá en bicicleta, con fotografías hechas por Juan Camilo Urrego.

“Esta editorial tiene como propósito mirar el deporte sólo desde su parte artística y literaria. Novelas, cuentos, poesía, fotografía, libro infantil, sobre fútbol, boxeo, ajedrez, ciclismo y lo demás que aparezca. Yo siento que en la labor de editor me voy a encontrar cosas que me gustan; de hecho, me encontré a un amigo que tiene una novela de ajedrez: así como soy yo con el fútbol, él es con el ajedrez, y me parece chévere. Y hay otro amigo que tiene una novela sobre el Mundial de México 86, que era para Colombia, pero que no se hizo… Siempre va a haber alguien con alguna historia para contar”.

De géneros

El año pasado, Díaz se fue por deleite poético durante algo más de una semana a la Argentina a ver fútbol. Boca vs. Banfield, Racing vs. Argentinos, Estudiantes vs. Newell’s, Huracán vs. Recife por la Suramericana; San Lorenzo vs. Rosario, Independiente vs. River.

Sí, deleite poético: dice que el fútbol viene muy narrado y que, curiosamente, dicha narrativa no es sobre fútbol, sino sobre lo que sucede alrededor, “la condición humana, el fracaso, la gloria, los miedos, las pasiones… En cambio, la poesía logra atrapar el momento en que el futbolista hizo el giro para hacer el movimiento, la volada misma del arquero… El gol de Rojas. La poesía canta ese instante, logra atrapar ese momento y lo detiene para siempre”.

 

Por Maria Paula Lizarazo Cañón

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