El Magazín Cultural

“Parásitos”: invariablemente monstruosos

El filme de Bon Joon Ho, una de las apuestas más atrevidas del cine reciente, propone revaluar la forma en que la “cultura oficial” representa las clases sociales.

Valentina Giraldo Sánchez
15 de enero de 2020 - 02:00 a. m.
"Parásitos" es una producción surcoreana. Está nominada a mejor película en los Premios Óscar 2020. / Archivo particular
"Parásitos" es una producción surcoreana. Está nominada a mejor película en los Premios Óscar 2020. / Archivo particular

“Los trajines simbólicos de las imágenes involucran disputas, traslados y refundaciones”, dice Silvia Rivera Cusicanqui en su libro Sociología de la imagen. Parásitos es la novena película dirigida por el realizador coreano Bon Joon Ho, que ante la mirada mundial ha suscitado no solo la aprobación en grandes espacios como Cannes, sino también disputas, traslados y refundaciones que dentro de la sintaxis de la imagen hacen del largometraje una interesante cartografía que cita a la sociedad actual.

Joon construye una historia en la que dos familias de extremos de clases sociales diferentes se encuentran. Surge entonces una sugerente mezcla que, si bien reproduce códigos del lenguaje cinematográfico que la hacen ser “entretenida”, propone una revaluación crítica de la manera en la que la “cultura oficial” representa las clases sociales. Parásitos es una propuesta que, dentro del mismo arquetipo del género cinematográfico, lo quiebra. La partida narrativa que se desarrolla en el filme hace de la relación entre las diferentes clases sociales un juego en donde el opresor y el oprimido resultan en una suerte de relato que mapea la brutal brecha de la sociedad capitalista. Y todo, a manera de sátira.

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El gesto no solo es metafórico sino también real. Es la sociedad representada en niveles. Son las clases sociales ubicadas en un arriba y un abajo que inscriben la autoridad dentro del espacio inicial del hogar mediante la labor doméstica.

Se trata de la necesidad política de tomar una posición frente a la historia por medio del cine. En una sociedad en la que gran parte de la producción cultural obedece a las capacidades retóricas de la élite, es prudente incomodar. La manera en la que la moral colectiva se indigna ante la construcción irreverente de la imagen y su discurso hace del arte un ademán subversor. Parásitos, aunque no retrate de una forma precisamente irreverente o subversiva a la sociedad, logra atisbar la imagen como instrumento de movilización política y poética.

Gracias a la cámara se demuestra la relación de otras máquinas sociales, como la institución de la familia y el capitalismo. Y el cine coexiste no solo como documento social, sino también como una forma de crítica. Ahora bien, en tiempos en los que las instituciones del capitalismo hacen de la cultura una industria, se avala de manera unilateral la globalización empresarial: lo que el mercado toca es, automáticamente, artículo de consumo. Surgen entonces dentro del gobierno invisible de la imagen instituciones que determinan si una película es “buena o mala”: Parásitos, ante un montón de ojos grandes y pequeños, es una buena película.

Este calificativo le ha permitido expandirse en varios países. En medio de la quiebra existencial, espiritual y social, la película es toda una experiencia en donde la imagen de la alienación transcribe de una manera tristemente cómica una realidad actual, que, lejos de ser cómica, es más bien triste. Donna Haraway, profesora del programa de Conciencia en la Universidad de California, dice que la tarea es sobrevivir a la diáspora. Sobrevivir a la posmodernidad en la que a las minorías se les extermina o se les segrega en guetos. Los personajes que están alejados de esa élite burguesa oficial hacen del discurso que se edifica en Parásitos un desajuste de la norma por medio del punto de vista que se subjetiva en el cine.

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Es sencillamente subversor. Su olor y su presencia se tejen audiovisualmente en una película que, como acto, convive con el entretenimiento y la crítica. Parásitos narra una sociedad y la construcción de un universo en donde el aparato político hace de la clase social una mediación cultural. Bon Joon Ho representa, a la vez que reorganiza, en pequeños momentos ligeras luces en las cuales el lenguaje simbólico como práctica teórica reclama cambios invariablemente monstruosos ante “lo oficial” y precisamente subversivos ante esta mirada. Parásitos es una película que traza los límites de nuestra sociedad clasista bajo una apuesta cinematográfica vivaz.

Por Valentina Giraldo Sánchez

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