El Magazín Cultural

Paula Moreno: Remembranzas de la ‘infraestructura espiritual’

La exministra de Cultura entre 2007 y 2010 presentará su libro “El poder de lo invisible: memorias de solidaridad, humanidad y resistencia”.

Andrés Osorio Guillott
16 de agosto de 2018 - 03:00 a. m.
Paula Moreno, exministra de Cultura, nació el 11 de noviembre de 1978 en Bogotá. / Cortesía Penguin Random House
Paula Moreno, exministra de Cultura, nació el 11 de noviembre de 1978 en Bogotá. / Cortesía Penguin Random House

En el año 2007, durante el gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez, Paula Moreno se convirtió en ministra de Cultura, siendo así, con tan solo 28 años, la ministra más joven y la primera afrodescendiente en ocupar un ministerio. Un hito histórico, un testimonio, una historia que se cuenta lejos de su despacho y se arraiga en las poblaciones afrodescendientes en Colombia y su lamentable relación con un gobierno que, durante años, olvidó la importancia de reconocerlos como una población rica y diversa en lo étnico y lo cultural.

La exclusión y el extravío de las costumbres afros en Colombia pasaron desapercibidos durante mucho tiempo. Solo en épocas de elecciones les prometían garantías de inclusión y reconocimiento en la sociedad. Víctimas del conflicto armado y de la violencia verbal y física que se deriva de la discriminación, las poblaciones afrodescendientes fueron siempre vulnerables a las tempestades y plagas que anunciaban que la oscuridad y la violencia tardarían unos cuantos amaneceres más en desaparecer.

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Luego de su experiencia como ministra y tras haber visibilizado las condiciones de vida de las comunidades más excluidas del país, Paula Moreno creó en 2010 la Corporación Manos Visibles, donde brinda apoyo empoderando líderes y poblaciones que se encuentran en estado de vulnerabilidad, debido a la ausencia del Estado en sus territorios.

El poder de lo invisible: memorias de solidaridad, humanidad y resistencia reúne anécdotas, reflexiones y perspectivas que marcaron a Paula Moreno en su rol de ministra de Cultura. Un antes, durante y después de la experiencia en el Ministerio se exponen al lector, para que no solo comprenda la ardua tarea de trabajar por un espacio que pocas veces suele tener un respaldo significativo por parte del Estado, sino para que también logre reconocer o hallar qué tipo de comportamientos y acciones alimentan las dinámicas de exclusión y discriminación. En un escenario de introspección y retrospectiva, el libro se muestra como una posibilidad de acercarnos a una realidad que, tristemente, hemos normalizado e ignorado sin la más ligera inquietud. Esto no solo invita a repensar de qué manera nos hemos visualizado erróneamente, al no considerar el valor cultural e histórico de las poblaciones afrodescendientes, también nos lleva a repensar cómo estas comunidades son pluralidad y mayoría, verdades que se alejan de los pensamientos colonialistas que crean lógicas de reduccionismo y discriminación.

En su libro menciona varias anécdotas y testimonios de lo que simbolizó ser una ministra de Cultura que representaba a la población afrodescendiente en Colombia. Una de esas anécdotas es la del Hay Festival y el cantante Baaba Maal, cuando en uno de sus conciertos sólo había dos espectadores negros. ¿Cree que se ha avanzado en el reconocimiento de las poblaciones afro?

Yo creo que sí hemos ido avanzado y eso se ha notado a nivel político y en algunas dimensiones de lo cultural. Hay avances que no podemos desconocer. No se puede decir que no hay nada. Sobre todo porque las comunidades han crecido en la demanda de su espacio y de su poder, no es tanto por una concesión sino porque la misma gente ha mostrado su espacio y su poder. Podemos decir que hay algunos avances, aún no los que esperamos, no es algo natural; todavía sigue siendo excepcional la participación en ciertos espacios y ciertos sectores. Pero creo que la gente se está preparando. Y para eso estamos trabajando.

¿Deberíamos entender la educación y la cultura en un mismo escenario para poder sembrar desde pequeños la importancia de vernos como una sociedad diversa? ¿No debe, acaso, incluirse un espacio en la educación para reconocer nuestras etnias, nuestros orígenes y nuestras culturas indígenas y afros?

“Yo creo que la intersectorialidad en el tema cultural es crítica. Y, en particular, la intersectorialidad en la agenda educativa es crítica porque creo que ahí hay un gran espacio. ¿Qué funciona en este país? En el país que va más allá de estas montañas, más o menos, las escuelas, los hospitales. Y creo que es fundamental generar unas alianzas para que ese acceso a bienes y servicios culturales pase por masificar el acceso a esos bienes desde los espacios educativos. Creo que la educación es uno de los principales socios para una democratización de los procesos culturales en el país. Pero es uno. Hay otros sectores en los medios, en salud. Creo que el país tiene que reivindicar el poder de lo cultural”.

La cultura, o mejor la infraestructura espiritual y emocional del país, como la llama Moreno, ha sido subestimada y relegada por los campos de la economía, y si bien no se trata de restarle importancia a un espacio para brindársela a otro, sí se trata de comprender, desde el ciudadano de a pie hasta el presidente, que la cultura, desde su diversidad de manifestaciones y expresiones, puede generar una multiplicidad de efectos que benefician el desarrollo y entendimiento de los ciudadanos con sus derechos, deberes y relaciones con las instituciones y círculos que componen nuestra sociedad.

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“Poder mirar mucho más la naturaleza pública de la cultura y ampliarla para decir que esto es una necesidad básica. ¿Cómo ampliamos la cobertura? Creo que es un gran desafío todavía, creo que también el tema de reconciliación pasa por una intermediación cultural. Creo que si a todo este tema de reconciliación del que todos hablamos no le metemos contenido, no pasa por una intermediación cultural que permita entrar en la sensibilidad y en la aceptación de la crítica, creo que va a ser muy difícil”, agregó Paula Moreno.

Precisamente, en esta etapa de transición y búsqueda de una identidad que ya no se relacione con las dinámicas de la violencia y la guerra, la cultura funciona como un canal que conecta la historia y todos aquellos acontecimientos que sucedieron por fuera del marco del conflicto armado y reconstruían el camino de un país que halla su esencia en la diversidad, que abarca comunidades, paisajes y culturas en un solo espacio.

Por Andrés Osorio Guillott

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