El Magazín Cultural

"Pies morenos sobre piedras de sal", teatro y creación dramática

"Abra Teatro" estrena texto de la dramaturga Ana María Vallejo. Este es un proyecto de escritura que reflexiona sobre la creación dramática en tiempos en los que la realidad y la ficción se funden con facilidad.

Moisés Ballesteros
28 de febrero de 2020 - 02:45 a. m.
Imagen de la obra "Pies morenos sobre piedras de sal", que  propone un viaje íntimo y personal por las relaciones de pareja, así como un recorrido por una región marcada por el abandono, la desolación y la violencia. 
 / Carlos Mario Lema
Imagen de la obra "Pies morenos sobre piedras de sal", que propone un viaje íntimo y personal por las relaciones de pareja, así como un recorrido por una región marcada por el abandono, la desolación y la violencia. / Carlos Mario Lema

Una obra de arte, no importa el tiempo ni el lugar, es siempre una pregunta, un interrogante que abre la puerta a un diálogo con algún sector de la realidad: la muerte, el desplazamiento, la pobreza, la corrupción, el hambre, la doble moral... La lista es infinita y las posibilidades también. Esta pregunta es siempre un viaje, una experiencia que atraviesa diferentes emociones y pensamientos. Esta semana fui a ver en La Factoría L’explose el trabajo de Abra Teatro, compañía teatral dirigida por Adela Donadio, que está compuesta en su base por mujeres: Pies morenos sobre piedras de sal, una obra cuya dramaturgia pertenece a Ana María Vallejo y fue ganadora de la convocatoria de Iberescena, Ibermúsicas 2016. Una puesta en escena que se hace preguntas, una experiencia gratificante para el espectador.

Un acontecimiento real es la base del relato de Pies morenos sobre piedras de sal: hace unos años un francés, que pretendía recorrer en bicicleta el desierto de La Guajira, desapareció y luego fue encontrado asesinado. Este hecho propone en una primera medida dos segmentos geográficos concretos que Vallejo utiliza con inteligencia para crear una plataforma sobre la cual aparecerán sus preguntas personales: París, que, por un lado, le permite establecer una distancia a la visión colombiana sobre el terror de la violencia; y La Guajira, que nos permite mantener vivo el recuerdo de nuestra condición para hacernos los cuestionamientos necesarios.

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En estos dos espacios Vallejo construye una serie de personajes que parecen habitar una conducta moral creada por el contexto al que pertenecen: por un lado, la vida en la capital francesa, lejos del conflicto armado, se permite reflexiones sobre una sociedad preocupada por las relaciones sociales. Se trata de un matrimonio y las apariencias en su círculo social, mientras ella y él se cuestionan con la idea de concebir un hijo. Por el otro lado está una Guajira en la que reconocemos segmentos de identidad de una sociedad colombiana resquebrajada: el desplazado, el indígena wayuu y el turista; tres segmentos que parecen relacionarse durante toda la obra sin lograr en realidad entenderse entre sí. Una tierra donde la corrupción es latente y problemas como la violación a mujeres y niñas es una realidad constante son situaciones que se enuncian mientras acompañamos a la mujer del francés a buscarlo sin éxito.

La obra es, en sí misma, consciente de su responsabilidad al abordar el hecho real que es el punto de partida, por eso se pregunta sobre el lugar desde el que se narra la realidad. La autora, personificada por Rosario Jaramillo, tiene un permanente diálogo con el músico argentino Federico Valdez, que concebirá el universo sonoro de la historia. Ambos se cuestionan sobre los relatos que pondrán, sobre la forma en que deben yuxtaponerse unas u otras situaciones, hasta dónde ir con lo real en la ficción, acerca de cómo concebir la musicalidad de dos espacios que se sostienen el uno al otro por un fino hilo, que se hace cada vez más tenso mientras la pieza sigue arrojando sobre las tablas más y más preguntas. Estamos frente a una obra que es un ensayo vivo sobre la escena. Una reflexión sobre el lugar desde el que se cuentan los dolores.

En Pies morenos sobre piedras de sal, Adela Donadio, Ana María Vallejo y su equipo desarrollan un proyecto en que se conjugan elementos de gran valor que permiten la aparición de una gran experiencia sobre el escenario; actuaciones sobrias, una escritura contemporánea con procedimientos maduros, el arte de una escenografía pulcra y un relato interesante. Una pieza poética de gran valor para la escena Bogotá.

Por Moisés Ballesteros

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