El Magazín Cultural

Robert Hass: “No escribo para nadie, escribo para el poema”

El norteamericano Robert Hass, Premio Pulitzer en el 2008, es uno de los invitados principales a la undécima edición del Festival Las Líneas de su Mano.

Santiago Díaz Benavides @santiescritor
04 de septiembre de 2018 - 02:00 a. m.
Robert Hass, invitado el festival Las Líneas de su Mano, que comenzó ayer en el Gimnasio Moderno. / AP
Robert Hass, invitado el festival Las Líneas de su Mano, que comenzó ayer en el Gimnasio Moderno. / AP

Uno descubre al poeta por error, por azar o por falta de tiempo para algo más. Uno se ve a sí mismo recitando versos sin sentido, invocando una voz lejana, haciéndole eco a la palabra. Entonces empieza la magia. Lo que parecía improbable se materializa y el verso, el sonido, la vida misma se hacen poesía. “Ese momento de total felicidad en el que empieza la escritura, justo después de haber bañado a tu hijo, de acostarlo y darle un beso de buenas noches. Tomas todos esos papelitos que has guardado y escuchas con atención lo que te ha quedado sonando en la cabeza”, así es como escribe Robert Hass, el poeta norteamericano que leyó a Ginsberg con fervor, que siguió de cerca las obras de los beat, que tradujo a Milosz, que inspiró a Barack Obama para su lema de campaña (Yes, we can), que recitó un día en casa de Norman Mailer, y se deleitó en varias ocasiones con los versos de César Vallejo y Pablo Neruda. “Si me lo preguntas, los cinco más grandes de los últimos 50 años, en todas las lenguas, son los polacos Herbert, Szymborska y Milosz, el chileno Neruda y el peruano Vallejo. Antes hay muchos muy buenos, pero después, no lo sé, está en veremos”.

Nacido en San Francisco (Estados Unidos) hace 77 años, formado en la Universidad de Stanford, y galardonado con el Premio Pulitzer en el 2008, Robert Hass ha sido reconocido como uno de los poetas más destacados de la literatura norteamericana contemporánea. En sus obras se percibe una voz inquieta que persigue la poesía como un niño tras una cometa. “Cuando estaba en la universidad intenté escribir ficción, cuentos, ensayos, y leí un montón de poesía, aunque no estudié letras. John Donne me impresionó muchísimo, pero en ese momento todos estábamos leyendo a los beats y a los modernistas. Una de las novelas de Jack Kerouac, Los subterráneos, comienza: “Éramos jóvenes, cool, y nos gustaban Pound y Miles.” Así que se suponía que nos tenían que gustar. Claro, cuando leí a Ezra Pound por primera vez, sus primeros poemas son bastante anticuados, al estilo de Robert Browning, con temas medievales, así que yo no entendía qué tenían de cool esos viejos poemas, sextinas puestas en la boca de trovadores provenzales. Había una antología llamada Fifteen Modern American Poets, con poemas de Robert Lowell, Theodore Roethke, John Berryman, Elizabeth Bishop y Muriel Rukeyser. Descubrí los ensayos de Camus y de James Baldwin, y esa idea tan maravillosa del ensayo a la vez personal, lírico y filosófico, y me puse a intentar cosas distintas, pero de manera muy amorfa. Me tomé un año de la universidad, traté de escribir una novela faulkneriana sobre California, cuyo manuscrito por fortuna extravié. Así terminé atrapado por la poesía”, comenta el autor en una entrevista con Ezequiel Zaidenwerg para Letras Libres, en la que menciona, entre otras cosas, su gran devoción por las causas justas. “(…) soy de la generación de los movimientos contra la guerra y por los derechos civiles, y California hace la vista gorda con la historia en muchos sentidos, en parte porque es un lugar nuevo, y eso tiene que ver con el lenguaje. El español no llegó a arraigarse de manera muy profunda. Una de las cosas que quería hacer en Field Guide era contar parte de esa historia, marcar los paralelos entre la guerra hispano-estadounidense de 1898, en tanto invasión injustificada, y la de Vietnam”. 

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En 1973 publicó su primer poemario; seis años después, con la editorial Ecco Press, sorprendió a la crítica al publicar el libro Praise, que lo hizo merecedor del premio de poesía William Carlos Williams. Fue entonces cuando se inició una estrecha relación con el editor Daniel Halpern, quien encontró la forma de darle rienda suelta al talento de Hass. Los libros posteriores, sin excepción, serían publicados por el mismo sello editorial, bajo la mirada del mismo editor. “Praise me atormentaba [un poco] porque los poemas me resultaban muy parecidos a los de Field Guide. Halpern me dijo: “Tienes que sacar un libro nuevo”.  Y yo le respondí: “Hay un grupo de poemas, pero no forman un conjunto coherente.” Y fuimos a su penthouse en la Quinta Avenida y colocó todos los poemas en el piso, tomó el que yo había puesto al final y dijo: “Pongámoslo al principio”.

Pensé: “No puedes hacer eso, ese no fue el orden en que los compuse”. Empezó a jugar con el orden de los poemas, y yo me sentí tan mal que tuve que ir al baño a vomitar. Luego volví y vi lo que había hecho y pensé: “A decir verdad, tiene mucho sentido.” Desde entonces publico mis libros a un ritmo muy lento porque, lo cierto es que no escribo para nadie, escribo para el poema. Eso lo hace más complejo”.

Entre 1995 y 1997, Robert Hass fue reconocido como poeta laureado de las letras norteamericanas, y en 1996, tras haberlo ganado por primera vez en 1984, obtuvo el National Book Critics Circle Award por su libro Sun Under Wood. Por aquellos años se convirtió en un conocido defensor de la alfabetización, la poesía y la conciencia ecológica. Atravesó casi todo el país impartiendo la docencia y dictando conferencias en lugares tan diversos y alejados, reconociendo estos espacios como “los lugares a los que los poetas no van”. A partir de ello, inició una columna semanal sobre poesía en el Washington Post, al tiempo que se dedicaba a traducir algunas de las obras de autores como Horacio y Milosz, e incursionar en la lectura de los haikus. 

Hacia 2007, después de haber pasado un tiempo sin publicar, reúne en un volumen varios de sus poemas escritos durante los años 1997 y 2005. Aparece, entonces, Time and Materials, título con el que obtuvo el National Book Award y, el año siguiente, el Premio Pulitzer de Poesía. Su obra completa es una puerta a su vida misma, a sus experiencias; sus poemas se basan en lo anecdótico y, de forma minuciosa, son capaces de indagar en la esencia humana. Lo inmediato aquí es sinónimo de inspiración. Todo remite a una imagen previa, a un paisaje conocido, a unos labios que fueron besados tiempo atrás y comienzan a olvidarse.

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La poesía de Robert Hass resulta cercana para el lector, por el simple hecho de que, con gran maestría, indaga en las relaciones humanas desde una perspectiva que es a la vez inmediata e histórica. Se trata de un universo lleno de asombro y vida que, como no podía ser diferente, se funde en letras y se erige en verso tenue y duradero. “La de Hass es una poesía cuya fuerza reside en el tratamiento de la imagen, una poesía capaz de generar un ámbito de asociaciones inauditas en las que siempre participa un elemento del mundo natural", comenta Jaime Priede, escritor y crítico asturiano, autor de Un buzo en el bosque. “Sus poemas gravitan alrededor de la cuestión de la distancia entre palabra y objeto, no solo como reflexión acerca de la imposibilidad de acercarse a las cosas por medio del lenguaje, sino como un continuo preguntarse acerca de si no será el mismo hecho de nombrarlas lo que nos separa de ellas. Es en ese espacio de perplejidad que abre la interrogación constante sobre lo que deseamos y lo que (no) conseguimos donde el poeta sitúa sus poemas. Entre la palabra y su objeto, pero también entre un amante y otro. Ahí, entre lo cómico y lo sublime, lo anecdótico y lo metafísico, lo íntimo y lo público, en la alternancia entre el paisaje de lo privado y el paisaje abierto y salvaje de California, es donde Hass encuentra su espacio de reflexión, es decir, el poema, para mirar atentamente todo lo que le rodea”.

Diez años después de haber recibido el Pulitzer, Robert Hass ostenta el cargo de canciller de la Academia Americana de Poetas. Es uno de los administradores del Premio de Poesía Griffin y se mantiene enfocado en sus ideales de defensa de la alfabetización y el medio ambiente. “Hass ha sabido interpretar la realidad del mundo actual haciendo uso de una poesía clara y rotunda”, menciona Federico Díaz-Granados, quien dirige el Festival Las Líneas de su Mano. “Aquí, la historia de los Estados Unidos, la mirada íntima de la clase media norteamericana, el erotismo y la crisis ambiental, entre otros, son los grandes temas que sirven de pretexto para dejarnos un testimonio de este tiempo”. Hoy por hoy, quizás a ojo cerrado, Robert Hass sigue siendo uno de los poetas de mayor trascendencia en el mundo. Su legado, seguramente, será cada vez más importante, y quedará siempre el consuelo de que la suya es una poesía que se le ofrenda a la vida.

Por Santiago Díaz Benavides @santiescritor

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