El Magazín Cultural

Santiago García, el decano del teatro en Colombia

Al director del teatro La Candelaria, quien falleció a los 91 años, se le debe la llegada del teatro moderno a Colombia y la aplicación de un estilo de dirección actoral capaz de buscar en el actor las luces y sombras más profundas.

Joseph Casañas - @joseph_casanas
24 de marzo de 2020 - 12:39 a. m.
Santiago García falleció a los 91 años en Bogotá.  / Luis Angel - El Espectador
Santiago García falleció a los 91 años en Bogotá. / Luis Angel - El Espectador

Santiago García se había ganado el derecho de olvidar. Con 91 años cumplidos y el alzhéimer a cuestas, el dramaturgo bogotano había sido testigo de las luces y sombras que circundan los escenarios en un país en el que los políticos tienen el papel principal y a los artistas les toca conformarse con el de reparto.

Como decano y padre del teatro en Colombia, García tenía el derecho a olvidar. ¿Quién dice que no? A olvidar la falta de apoyo. A olvidar la indiferencia. A olvidar las promesas incumplidas. A olvidar que en 1965 agentes del Estado lo hostigaron por haber montado una obra de Bertolt Bretch, en la que con inteligencia cuestionaba el statu quo y se preguntaba por la responsabilidad de los artistas. Esa era la forma más precisa de incidir. No con armas, sino con arte.

Desde muy joven entendió que hacer teatro era un acto de fe. Inquieto por desempeñar una profesión que le garantizara un salario decente, Santiago García estudió arquitectura, pero motivado por la ira que le significó la afrenta del 65, se metió de cabeza en el teatro. Esa fue la trinchera desde la que se resguardó para seguir atacando lo que siempre quiso atacar. No con armas, sino con arte.

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Se formó en la escuela de Bellas Artes de París y en el Instituto Universitario de Venecia, y de regreso a Colombia, en 1956, comenzó a entrenarse como actor en Bogotá de la mano del director japonés Seki Sano, quien había sido traído al país por el general Rojas Pinilla para que formara actores que pudieran copar los espacios que se iban a abrir en la recién llegada televisión.

A propósito, y es solo un paréntesis, la novedad que significó la primera emisión de televisión en Colombia, el 13 de junio de 1954, ocultó que el Ejército, días antes, había asesinado a 12 estudiantes que protestaban por el asesinato de otro más. La televisión haciendo lo suyo desde tiempos memorables. Pero eso no fue culpa de García, sin embargo, ese y otros hechos lo alejaron del mundillo de la televisión y lo acercaron para siempre al mundo del teatro.

“Nosotros, los hombres y las mujeres de teatro colombiano, sabemos que es posible hablar de lo que nos duele y de lo que nos alegra, y que también se puede, como en la escena, entender los conflictos. Lo sabemos porque hemos conformado grupos y públicos, hemos sabido convivir entre diferentes y hemos tramitado las divergencias en la creación: un lugar sagrado y misterioso que permite recrear la vida y, por lo tanto, contribuir a transformarla”, decía Santiago García sobre el papel del teatro en la sociedad.

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En esa época empezó a construir puentes con la cultura asiática. Las enseñanzas japonesas casaron perfecto con su manera de comportarse y de ser: poco amigo de las entrevistas y la figuración mediática; los reflectores los dejaba para que alumbraran el escenario. Todas las mañanas practicaba tai chi chuan, disciplina que extendió a las tablas.

“Es una técnica japonesa heredada de Bertolt Brecht, de los ejercicios de entrenamiento del cuerpo que tiene que ver con la invención, creación y desarrollo no solo físico, sino también mental. Porque al mismo tiempo que se entrenan los músculos y el cuerpo, se entrena la imaginación”, dijo en una entrevista que le concedió a Mónica Rivera, periodista de El Espectador.

Brecht siempre fue Brecht. “Era el autor que más nos entusiasmaba y que más queríamos imitar (en la dramaturgia y en seguir sus derroteros), pero sin montar obras de él, sino montando obras nuestras. Esa forma de hacer teatro plantea principalmente lo histórico; es decir, hacer un teatro que tenga que ver con nuestra historia y con la realidad, un teatro muy asentado a lo que pasa”.

García cursó estudios de escenografía y dirección teatral en la Universidad de Carlos, en Praga (Checoeslovaquia). En 1958 integró el núcleo fundador de El Búho, con el que llevó a la escena la obra A la diestra de Dios Padre, de Enrique Buenaventura. En 1966 fundó, con un grupo de artistas e intelectuales, la Casa de la Cultura, primera etapa de lo que, en 1968, fue el teatro La Candelaria, del cual es su director general desde 1966 hasta su muerte.

Fue el primero en hacer teatro del absurdo, en poner en escena los clásicos, Chéjov y montajes que en Estados Unidos y Europa se hacían con frecuencia. Por eso, reconocen en el mundo artístico, la deuda con Santiago García es impagable.

En diálogo para El Espectador, Ricardo Camacho, fundador del teatro Libre, dice que “en Colombia no habría hecho teatro si no fuera por Santiago García. Es el padre del teatro colombiano. Hay un antes y un después. El asunto es que antes de él había un teatro costumbrista, folclórico, parroquial, que no tenía un alcance universal”.

César Badillo, uno de los primeros alumnos de García, y con quien trabajó durante 40 años, dice que, como director, García “estimulaba las intenciones e invitaba a que el actor sacara del alma todos sus dolores, sus cosas más oscuras, pero también sus alegrías. Entendía que en términos creativos nada era desperdicio y había que aprovechar lo más que se pudiera”.

García pidió a los actores no abandonar el barco potente de la creación, aunque este amenazara con naufragar a cada instante. “Es el único lugar donde no se naufraga. Por supuesto que no es fácil permanecer en él, porque es un lugar de riesgo, pero de gran satisfacción porque es el lugar desde el cual nos podemos reír, incluso, de las pasajeras pompas del poder”, decía.

Por Joseph Casañas - @joseph_casanas

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