El Magazín Cultural

Sobre la costumbre de encontrarse muertos en Medellín

La exposición “Alias”, que se podrá visitar hasta el 15 de enero, es el resultado de las experiencias que tuvo Camilo Restrepo con la violencia desatada por la guerra entre el Estado y el narcotráfico en Medellín.

Laura Camila Arévalo Domínguez / @lauracamilaad
21 de octubre de 2019 - 02:00 a. m.
Piezas de la serie “Bowling for Medellín”, inspirada en los recuerdos del artista Camilo Restrepo, quien padeció los tiempos más violentos del narcotráfico en la ciudad.   / Cortesía Camilo Restrepo y Steve Turnes, Los Angeles
Piezas de la serie “Bowling for Medellín”, inspirada en los recuerdos del artista Camilo Restrepo, quien padeció los tiempos más violentos del narcotráfico en la ciudad. / Cortesía Camilo Restrepo y Steve Turnes, Los Angeles

“Cuando tenía doce años me tocó ver, por primera vez, cómo mataban a una persona. Fue al frente de mi casa. Dos tipos montados en un Monza anaranjado le dispararon con metralletas a un mafioso, al que le decían Beto Cano. Después del cruce de disparos el tipo quedó tirado en el suelo y eso, de un momento a otro, se comenzó a llenar de mafiosos que se fueron muy rápido, porque corrió el rumor de que iban a llegar por ellos. Cuando la Policía se acercó a mis padres y a nosotros para que declaráramos sobre lo que habíamos visto, mis papás les dijeron que nosotros no habíamos visto nada. Ahí aprendí que, frente a los hechos de este tipo, uno tenía que guardar silencio”, recordó Camilo Restrepo, que pudo ser Andrés Arango o Juliana Saldarriaga. Pudo ser el recuerdo de cualquier residente de Medellín en la época en la que se salía, pero no se sabía si se regresaba.

***

Camilo Restrepo nació en Medellín en 1973. Alias, su exposición, se encuentra abierta al público en la sala de arte de Suramericana, también en Medellín. Ahí nos encontramos el jueves, 17 de octubre, para la que pensé iba a ser una entrevista de aproximadamente una hora o un poco más. Se acordó que nos veríamos ahí para que me hablara de su obra, que después de media hora de charla, entendí que no solo condensaba su experiencia con las décadas de la Medellín sumida en violencia, sino también con la mía y con la de cada uno de los que recuerdan alguna escena, comentario, noticia o estallido que los haga regresar a “los regueros de sangre” que se derramaron en la ciudad.

Alias es un híbrido de obras que dialogan. No se hicieron en el mismo momento ni con el mismo objetivo, pero las motivaciones son similares: materializar los rayones mentales que hacen ruido, que no dejan pensar, que presionan. La primera pieza de la que hablamos fue Bowling for Medellín: “Se relaciona con los años más violentos del narcotráfico al explorar las implicaciones psicológicas de crecer en medio del caos. Sus imágenes comprenden experiencias personales y sucesos históricos nacionales, y los textos a mano que se encuentran en su superficie son descripciones de eventos trágicos presenciados o vividos de manera cercana”, dice en la descripción. Le pregunté que cuáles fueron esos eventos que presenció. Él, que me iba explicando algunas partes de todo ese desorden de tragedias dibujadas, paró de hablar, se quedó pensando, me miró y me dijo: “Dame un momento”, y siguió explicando.

Aplazó la respuesta a mi pregunta porque no quería dejar a medias lo que ya estaba diciendo, y ese gesto fue mucho más diciente que su explicación: aquel cuadro es el caos de la Medellín de esos tiempos y de lo que fue su cabeza. Esa pieza, repleta de recuerdos que representó con imágenes que iba buscando en internet, y que además relacionó con íconos estadounidenses, era un completo sinfín de personajes, sucesos, sangre, noticias y vidrios rotos. No quiso interrumpir la explicación que tenía en la cabeza porque, seguramente, al girarla y hablar conmigo sobre lo que le pregunté, ya no podría regresar a la parte exacta que tenía enfocada.

Por ejemplo, cuando él tenía doce años mataron al mafioso Beto, entonces dibujó la escena con el mismo Monza naranja que llegaba con dos sicarios a matar a Beto, el personaje de Plaza Sésamo. Todo ocurre alrededor de un Pablo Escobar rubio que porta una camiseta blanca llena de logos: Netflix, Caracol, ESPN, HBO, History Channel, RCN, editorial Planeta y Penguin Random House. Todas las programadoras, productoras y editoriales que han contribuido a la construcción de la identidad de Escobar sobresalen en esa camiseta, que además se diferencia del resto de la pieza porque no tiene todos los espacios ocupados: la identidad de Escobar seguirá reconstruyéndose y esta obra es una de esas contribuciones a lo que fue y lo que representa.

Bowling for Medellín se gestó desde los dibujos que Restrepo comenzó a hacer en una hoja, que después continuó con otra que pegó con cinta y luego pegó a otra hasta convertirse en un cuadro de 335 x 178 cm. Al terminar fueron necesarios 500 metros de cinta para reparar el dibujo que quedó con las huellas del lugar en el que creció y tuvo que presenciar esas muertes que por mucho tiempo no pudo ni comentar. Los daños en la pieza fueron calculados: “El dibujo, cuando se daña, queda con una textura distinta”, dice Restrepo, quien bautizó esta obra pensando en Acuarios, la bolera en la que en Medellín, a finales de los años 80, se comenzaron a mezclar sicarios y mafiosos con los jóvenes de la ciudad.

Estas hojas pegadas y resquebrajadas reflejan los recuerdos de Restrepo, pero también los míos, los de mi familia, los de los vecinos de mi familia y los de las historias que veían los vecinos y sus familiares en la televisión o el periódico. Hace mucho mi madre me contó lo que vivió por el asesinato de mi tío Antonio. Me dijo: “Aquí todas las familias le aportaron con un muerto a la guerra en esta ciudad. Tu tío fue nuestra cuota”. Unos años después, cuando yo tenía ocho o diez años, mientras estaba sentada en una panadería de Medellín comiéndome un churro con arequipe, sonaron tres estallidos. Todos miraron hacia el cielo y yo miré hacia el frente. El primero no lo vi, pero los dos fogonazos siguientes me quedaron tatuados. Ese día fue a mí a la que me tocó ver cómo mataban a una muchacha que quedó tendida en el suelo: ¿la cuota de otra familia?

Los dibujos se conectan con unas venas que van pasando a la parte posterior. Todas terminan en un “muñeco” o una figura humana que podría ser cualquiera. Como si todo eso que sobresale en la superficie fuese el resultado del caos que hay en el interior de ese alguien que entiende e interpreta distinto a los demás.

El espacio en este impreso no me alcanzaría para todo lo que podría decirse de la obra de Restrepo. Podríamos ocupar cada una de las páginas de este periódico para hablar solamente de Bowling for Medellín, que, apropósito, recuerda el viejo eslogan de la Alcaldía de la época: “Quiero a Medellín”, y que, además, está escrita sobre una tumba orinada por un perro. En Alias hay más obras que se centran en las nefastas consecuencias de la lucha contra las drogas en el país. Una de las conclusiones predecibles es esa: Restrepo quiso criticar las ineficientes estrategias que ha usado el Estado, con ayuda de los Estados Unidos, para vencer el narcotráfico. Para también acabar con lo que, según él, jamás dejará de existir: las drogas y su adicción a ellas.

“La coherencia de su trabajo hay que buscarla entonces en esas cuestiones que, como vectores cruzados, abren campos de significado que son compartidos por las distintas series de las que se compone su obra. No es pues un asunto de estilos o períodos”, dijo Conrado Uribe, curador de la exposición, sobre Restrepo, un artista al que poco le interesa ubicarse en algún estilo, tendencia o disciplina específica de las artes plásticas. Estas son las obras que le permitieron, junto con su alter ego Moco ’e pavo, “desmantelar” sus neurosis y obsesiones, muchas de ellas inspiradas en los muertos que acostumbró a encontrarse en Medellín.

Por Laura Camila Arévalo Domínguez / @lauracamilaad

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