El Magazín Cultural

Taller 4 Rojo: la resistencia de un arte político

Hasta el 30 de septiembre se expone en el Claustro San Agustín una muestra sobre las problemáticas sociales y políticas colombianas que siguen vigentes desde los setenta. Además de los carteles se proyectará un ciclo documental de Carlos Álvarez.

Sandra Fernández
14 de junio de 2018 - 02:28 p. m.
Obra de Taller 4 Rojo. / Cortesía
Obra de Taller 4 Rojo. / Cortesía
Foto: salvador lozano

Todo surge por la tierra, por el incesante interés de poseerlo todo, de sus contradicciones, logros y desventuras, de la posición desvalorada del campesino colombiano, de su lucha por sus derechos y de no callar su voz. Aquel es todo un aspecto que aparece en una valla de los años setenta de Taller 4 Rojo, un afiche que revela las espinosas labores del campesino, cargando a cuestas su esfuerzo mientras pareciera estar encadenado a la labor injusta, de abuso y de violencia, radicándose finalmente en su propia defensa, una continua lucha que nunca acaba. Al costado de la valla, una contextualización con hechos de la época que corresponden a la situación del campo en Colombia: “Tierra sin patrones”. “La tierra para quien la trabaja” es, entonces, el acercamiento hacia la identidad colombiana que acarrea una serie de hechos que sobrecogen toda una labor artística y colaborativa con uno de los grupos más influyentes de los años setenta, que se distinguiría no solamente por su técnica de grabado y fotografía, sino también por mantener una posición fuertemente política que influenciaría a organizaciones sociales y grupos políticos y exaltaría una reivindicación de los líderes sociales.

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Taller 4 Rojo estuvo activo durante los años setenta (1971-1976) y lo conformaban en sus diversas etapas los artistas Carlos Granada (1933-2015), Nirma Zárate (1933-1999), Diego Arango (1942), Umberto Giangrandi (1943), Jorge Mora (1944) y Fabio Rodríguez Amaya (1950). Su relación constante entre arte y política los llevó a desligarse poco a poco del circuito artístico para manifestar netamente un arte colaborativo con la comunidad, con lo que explica Alejandro Gamboa en su libro Taller 4 Rojo: Entre la práctica artística y la lucha social: “Para sus integrantes, el objetivo era realizar un arte que participara de la lucha social, no en el sentido de la solidaridad sino integrándose orgánicamente con ella. Para esto debería romper con las ataduras impuestas por la burguesía a la creación artística —que petrificaba el arte dentro de los museos y lo reducía a un inofensivo juego estético alejado de la realidad social—, a través de la exploración de circuitos alternativos de producción, distribución y consumo del arte que posibilitaran llegar al pueblo y contribuir en sus luchas revolucionarias”.

Bajo este aspecto, el contenido de la obra de Taller 4 Rojo se fundamenta en la manifestación crítica hacia los intereses sociales de una Colombia en decadencia de los años setenta, la misma Colombia que se mantiene en la época actual, ligada a un carácter de injusticia y de violencia. Es así que la Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia presenta en el Claustro San Agustín la exposición titulada Entre el arte y el cartel, siendo entonces el papel del arte en la política puesto sobre la mesa a través de los carteles con técnica de serigrafía-fotografía de Taller 4 Rojo para establecer una conexión cercana frente a la historia colombiana y los hechos que nos atan en el país, haciendo un gran énfasis en la tierra y las problemáticas que surgen en su entorno.

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“Yo creo que el más duro de los aspectos que se resaltan en la exposición es la continuidad de todas estas denuncias. Nunca se ha solucionado el problema de la tierra, continúan la desigualdad social y la ausencia de los derechos para los trabajadores. Siento que es un poco mostrarnos que el Estado colombiano siempre ha prometido mucho pero ha hecho muy poco”, explica Jenny Díaz, curadora de la exposición, quien manifiesta a su vez que el olvido se convierte en la variable de la sociedad colombiana, por querer enterrar no solamente el daño al campesinado colombiano, sino a las distintas voces y personajes que se sacrificaron por querer transformar la desigualdad.

Por estas razones, el diálogo constante entre la actualidad colombiana y el trabajo artístico de Taller 4 Rojo sigue vigente. Los ejes temáticos que enlazan este llamado artístico se clasifican en la reflexión, con una indagación frente al arte político que se manifiesta actualmente en el acervo de colecciones públicas y privadas, analizando hasta qué punto su contenido es distorsionado dentro del mercado del arte. Las obras se manifiestan en la simplicidad y el contenido puro con carteles dispuestos en una pared, enmarcadas dentro de un círculo artístico para crear cierta distancia frente al espectador.

Esto va ligado a un contenido que Taller 4 Rojo decidió relacionar completamente con un trabajo de colaboración con la comunidad, donde se establecen los otros dos ejes temáticos: la denuncia, con obras como A la huelga 100, a la huelga 1000, sobre los derechos de los trabajadores que eran manifestadas en protestas truncadas por el Estado. Según el testimonio de Jorge Mora, que se ve en la exposición: “Nosotros… buscamos elementos que llegaran a nuestra gente, al arhuaco, al obrero, al campesino, pero caíamos en la trampa, en discusiones tontas: si a la gente debía llamársele obrero o campesino cuando, en mi opinión, ese no era el problema; el asunto es que eran hombres explotados”.

Un tercer eje tiene que ver con la reivindicación, resaltando los personajes que en su época decidieron poner en marcha toda una serie de maniobras por la lucha y la resistencia. Obras como la del dirigente indígena Manuel Quintín Lame o La flor de trabajo —homenaje a María Cano— establecen el compromiso con la comunidad, olvidado y silenciado, con unas características de fortaleza que, si bien fueron plasmadas por el arte de Taller 4 Rojo, se convierten en aquellos personajes que no deberían ser borrados de la historia colombiana. Asimismo, esta exposición viene acompañada de una serie de documentales realizados por el cineasta Carlos Álvarez, que configuran esta historia olvidada de los años setenta, con el Frente Nacional y las huelgas obreras que trascendieron en la lucha por los derechos humanos. Como lo explica la curadora: “Desde el cine y desde la plástica, como dentro del contexto contracultural de los setenta, personajes que decidieron apostarle a una visión de mundo distinta y muy utópica —porque ellos creían que podían cambiar al mundo—, hay todas unas nostalgias, porque existe toda una revolución fallida. Queremos traerlos ahorita a contar esa historia, oculta por la maquinaria de memoria y olvido, que ha tratado de no mostrar del todo a estos personajes (…). Este ciclo documental le ha dado una potencia a la exposición en términos políticos y en términos históricos, es un poco resarcir una deuda histórica con Carlos Álvarez”.

La parte interactiva deja abiertas distintas preguntas, como qué es la libertad de opinión, qué es el arte político o por qué surgen las revoluciones, pero la obra más importante es pensar la problemática del campesino, con sus saberes y respuestas.

Por Sandra Fernández

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