El Magazín Cultural

Teatro por un huevo

El Teatro de la Montaña, ubicado en el barrio San Isidro de la localidad de Chapinero, hace parte de los escenarios del Festival de Teatro de Bogotá 2018.

Argenis Leal
18 de octubre de 2018 - 09:00 p. m.
Los escenarios están inspirados en los gustos de los niños que integran la comunidad. / Cortesía: Compañía Teatridanza
Los escenarios están inspirados en los gustos de los niños que integran la comunidad. / Cortesía: Compañía Teatridanza

El frío calaba hasta los huesos y en el horizonte una nube negra se posaba sobre Bogotá, la cual aparentemente dejábamos atrás. El vehículo, después de unos quince minutos de camino vía La Calera, se desvía a través de unas estrechas calles sin pavimentar, rodeando la montaña y dejando en el panorama un barrio en crecimiento que más parece pueblo que ciudad. Con voz chillona y a todo pulmón nos recibe un payaso joven y alto que invita a los vecinos del lugar a dejar las cobijas y acercarse para disfrutar de la función que está a punto de empezar.

Un castillo majestuoso, con torre y hasta un dragón, se levanta en lo más alto del barrio San Isidro, de la localidad de Chapinero, pero no es un castillo cualquiera, es un teatro, el Teatro de la Montaña, un proyecto al que le han dedicado la vida Ligia Cortés y Roberto Nieto, de la compañía Teatridanza, que hace 20 años se asentó en el lugar con el sueño de construir un espacio cultural que impactara a la comunidad.

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Su programación artística se inició con escasas cuatro obras de su autoría, pero la profunda cohesión con los habitantes del sector les ha permitido que grupos invitados se enamoren de su proyecto y se vinculen con obras de teatro, títeres, conciertos, festivales, recitales y hasta bazares, por medio de canjes y huevos, el valor simbólico que los niños del sector pagan por cada función. “Todo en nuestro teatro era gratis, pero también nos dimos cuenta de que era importante inculcarles el valor de las cosas y pensamos, ¿qué hay más humilde que un huevo? y se convirtió en nuestro símbolo”, afirma Ligia.

Ella y su esposo creen en los milagros y los ángeles, porque es así como han construido este escenario con el apoyo de la familia, los vecinos y benefactores que se han ido sumando con los años. Cada uno ha puesto un ladrillo en esas paredes. En el 2007 se ganaron el primer proyecto con el cual instalaron el techo. La gradería sigue el desnivel natural de la montaña y tiene sillas rojas, gracias a la labor de Claudia y Luz Estella; el piso llegó tras una ardua limpieza en la bodega de la Ópera de Colombia, mientras que las luces y el equipamiento técnico los obtuvieron por la Ley del Espectáculo Público. Desde el 2014 hacen parte del programa de Salas Concertadas del Idartes y por cuarto año consecutivo han sido escenario oficial del Festival de Teatro de Bogotá.

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“Para Idartes es fundamental apoyar y visibilizar, a través de los programas de Salas Concertadas y el Festival de Teatro de Bogotá, la labor de organizaciones culturales como Teatridanza, que van más allá de lo artístico y que trabajan por el mejoramiento de su entorno, tejiendo lazos profundos con su comunidad”, afirmó Natalia Contreras, gerente de Arte Dramático de Idartes.

Por Argenis Leal

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