El Magazín Cultural

Tres jóvenes cantantes líricos colombianos creen que hay que aprender más de la música

Julieth Lozano, Pablo Martínez y Juan David González son los cantantes colombianos que compartirán escenario con las voces internacionales de Elena Belfiore, Sara Rossini, Christopher Herbert y Gabriele Nani, todos ellos bajo la dirección de Michael Alexander Willens.

Julián Mora Peña
12 de enero de 2018 - 02:00 a. m.
Sebastián Delgado
Sebastián Delgado

La vida de un cantante de ópera es muy parecida a la vida de cualquier artista: se ven obligados a buscar maneras de presentarse ante el público y se la pasan tocando puertas en pro de su futuro. Una de las pocas diferencias que enfrentan los cantantes, ya sean sopranos, mezzosopranos, barítonos, tenores o de cualquier registro, es que las voces líricas deben dedicar casi toda su vida al estudio, a encontrar la manera perfecta de controlar su estilo para llegar cada vez más lejos.

En el Cartagena XII Festival Internacional de Música se presentarán tres destacados exponentes de este género en Colombia. Dos hombres y una mujer que han representado muchas veces al país en el exterior, aunque en su tierra no sean muy conocidos. Ellos son Julieth Lozano, soprano de la Universidad Central con maestría en el Royal College of Music en Londres, becaria y joven talento de la Fundación Salvi; Pablo Martínez, tenor becado por la Fundación Julio Mario Santo Domingo, ganador del Concurso Nacional de Canto de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, y Juan David González, barítono graduado de la Escuela Superior de Música Reina Sofía en España, ganador de varios reconocimientos artísticos.

Durante los ensayos han creado una conexión entre ellos que les permite desarrollarse personal y líricamente de manera más fácil; han podido jactarse de tener un aire de unidad que los reúne y los hace sentir como un grupo completo. Y es en esos momentos de preparación que se comportan con seriedad, mientras el director está pendiente de ellos; apenas él voltea la mirada para concentrarse en la orquesta, comienza la lúdica, sin romper en ningún momento la tonalidad de las obras, sin quebrar la afinación o manchar su interpretación con un tono fuera de lo establecido en la partitura. Julieth Lozano, Pablo Martínez y Juan David González disfrutan de esos instantes en los que sus voces se proyectan arropadas por la orquesta. Además, a los tres les gusta la pronunciación sonora de las palabras en italiano.

Ninguno vive en Colombia y las razones son claras. La escena musical, no sólo de ópera, se encuentra muy desgastada, se ha quedado en crear música de ambiente, que no requiere experticia, ni estudio; música que se hace para vender más que para entender, que no obliga a pensar un poco más o a romper con la normalidad de las cosas.

Los tres están de acuerdo en algo más: el país se presenta ante el mundo como una nación llena de cultura, arte, realismo mágico y música, y en cierta medida lo es, pero su gente no. Según Pablo Martínez, “la sociedad no es musical. La gente está acostumbrada a poner música de fondo cuando hace ejercicio, cuando hace aseo; todo el mundo pone música, pero ¿realmente escuchan la música que ponen?”. Colombia ha tenido una gran transformación cultural que requiere un cambio en el modo como se presenta la música, formar de mejor manera a la población para que todos sean parte del arte sonoro, sin importar el género.

Según Julieth Lozano, “que la música haga parte de tu diario vivir. Que tú estés escuchando, yo qué sé, Così fan tutte, por ejemplo. Sólo con que tú vayas escuchándola un día, uno siente que algo especial está pasando”. Además se logra que la música colombiana no se pierda y no pase desapercibida para la misma sociedad. Enseñar desde pequeños diferentes géneros que permitan a las personas salirse de la cotidianidad y crear un criterio propio de los gustos musicales que no son impuestos sin importar si es o no un estilo erudito.

“Si no les gusta la música clásica, entiendan que eso existe, que lo conozcan desde chiquitos y digan: me gustó o no me gustó. Punto”, dice Juan David González, y explica que, gracias a este tipo de festivales y a los conciertos que se dan gratuitamente por el Ministerio de Cultura en diferentes partes del país, las personas de diversos estratos sociales se ven empapadas con un poco de música clásica y comprenden multiplicidad de sonidos que pueden llegar a ser parte de sus vidas y establecer una nueva sensibilidad.

Por Julián Mora Peña

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