El Magazín Cultural

Un náufrago en Bogotá

“Náufragos en tierra” es la historia de César Gómez Hernández, quien vivió el furor de la Revolución Cubana y se apartó de ella cuando los ideales se empezaron a distorsionar.

Santiago Díaz Benavides
14 de diciembre de 2017 - 02:17 a. m.
Réplica del yate Granma, en que arribaron algunos de los  guerrilleros que harían la Revolución Cubana. / EFE
Réplica del yate Granma, en que arribaron algunos de los guerrilleros que harían la Revolución Cubana. / EFE

 

El 25 de noviembre de 1956, un año después de que los tripulantes del destructor Caldas, de la marina de guerra de Colombia cayeran y desaparecieran en las aguas agitadas del mar Caribe, a excepción de Luis Alejandro Velasco que, una semana más tarde, apareció moribundo en una playa desierta al norte de Colombia, tras diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, y que después “(…) fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre”, 82 revolucionarios abordaron un yate de lujo que partía de Tuxpan, México, con las luces apagadas y bajo amenaza de tormenta, en dirección a la isla de Cuba, con el objetivo de ingresar clandestinamente e iniciar un levantamiento armado contra el régimen de Fulgencio Batista. La idea inicial era pasar desapercibidos por un trecho del río Tuxpan, llegar al golfo de México y de allí tomar el mar Caribe hacia las costas cubanas, pero la inclemencia de las aguas y los malos tiempos no correspondieron con el plan ya trazado. Los 82 hombres a bordo pasaron cerca de siete días a la deriva; ya no eran revolucionarios, sino náufragos en busca de tierra.

El yate, proveniente de una empresa norteamericana, era el Granma (abuelita en inglés) y entre los pasajeros iban Fidel y Raúl Castro, Ernesto Che Guevara y César Gómez Hernández, el hombre de los 99 y medio, a quien conocían entonces como “el viejo”, por su cabello canoso desde temprana edad. Por aquellos días, Gómez Hernández tenía 38 años y ya llevaba tres exiliado en tierras mexicanas. Había nacido en San Francisco Javier y San Julián de los Güines (a 30 kilómetros al sur de La Habana) en 1918, y desde muy joven se había convencido de su espíritu revolucionario y sus deseos profundos por conseguir la tan ansiada libertad de Cuba.

El Granma llegó a su destino y poco después de desembarcar, ante las órdenes de Fidel, algunos de los revolucionarios se dispersaron del grupo con el objetivo de descubrir en qué lugar estaban. Los otros hombres, a lo largo de la orilla, se quedaron esperando la información, y la hubiesen descubierto pronto de no ser porque una avioneta tripulada por militares del régimen voló sobre ellos y comenzó a dar muerte a quienes no se sometieran. Murieron cerca de 29 de esos hombres y cayeron prisioneros otros 40, incluido César Gómez Hernández.

A pesar de los periplos y los desafortunados decesos, la misión era una y por ningún motivo debía verse intervenida. De alguna forma, los revolucionarios consiguieron derrocar a Batista y hacerse con el control de la isla. Un final feliz, aparentemente, pero no todos los involucrados tuvieron la misma suerte: Fidel y Raúl permanecieron en el poder, el Che murió asesinado en Bolivia y César Gómez dejó el gobierno por desacuerdos con el rumbo ideológico que tomaron sus compañeros. Tiempo después se convertiría en el primer expedicionario del Granma en salir exiliado de la isla. Hoy cumple 56 años lejos de su patria y vive en Colombia; su historia había permanecido en el anonimato hasta que, hace poco, el escritor ecuatoriano Óscar Vela (1968) dio con su testimonio y decidió escribir un libro basado en estos episodios de su vida.

Náufragos en tierra (2017), título publicado por el grupo editorial Penguin Random House en su sello Alfaguara, es la historia de este hombre de casi 100 años que vivió el furor de la Revolución Cubana y se apartó de ella en cuanto se dio cuenta de que los ideales se estaban distorsionando; el autor, a través de la intimidad de su protagonista, narra la realidad detrás de estos acontecimientos y la forma en que se dieron las cosas a bordo del Granma, lo que significaba todo esto para los expedicionarios y la manera en que muchos de ellos dieron sus vidas en la intensa búsqueda de la libertad.

El hombre de los 99 y medio

“El entusiasmo y la esperanza de llegar a Cuba, poder dar inicio a nuestra lucha, nos llenaba de optimismo y nada nos preocupaba” –comenta César Gómez Hernández, quien recuerda con lucidez lo que fueron aquellos días a bordo del Granma–. “No contábamos con que el agua rompiera los cristales del yate y comenzara a mojarlo todo, a nosotros y nuestras provisiones. Pensábamos que la travesía podía durar tres días, pero resultó que se hizo más larga. Fallaron los cálculos y la comida no era suficiente. No me acuerdo de haber comido algo sólido en más de dos ocasiones. Y a pesar de la poca comida, la necesidad normal de 82 personas por entrar al baño trajo como consecuencia que los dos sanitarios que había fueran insuficientes. La travesía, que se inició como una aventura, se tornó envuelta en una serie de incomodidades y problemas. No nos bañábamos como se debe, sino que lo hacíamos con lo que nos llegaba de las olas del mar. Pasaban los días y las condiciones se complicaban cada vez más. Cuando al fin tocamos tierra, el 2 de diciembre de 1956, estábamos tan desorientados que no sabíamos adónde habíamos llegado. A las cinco de la mañana nos encontrábamos pegados a la costa, sin gasolina, sin comida. Debíamos haber desembarcado dos días antes, pero para hacerlo se había planeado que un movimiento de gente llamara la atención del ejército en Santiago de Cuba y así nosotros tendríamos todo dispuesto para entrar. Esa acción fracasó y Fidel no tuvo más remedio que dar la orden de echar a andar el yate hasta la orilla, sin saber lo que allí nos esperaba”.

En su apartamento, en el norte de Bogotá, la bandera de Cuba es lo primero que dispone César Gómez para que sus visitantes no olviden cuál es su origen, para que él mismo no lo olvide y se mantenga aferrado al deseo de regresar a su patria para verla libre de opresión y falsos ídolos, al fin. Este hombre, que ha vivido casi todos los grandes episodios del siglo XX, habla con total claridad acerca de lo que significó hacer parte del movimiento que se propuso dar el golpe ante el gobierno dictatorial de Fulgencio Batista. “De buenas a primeras, vimos una avioneta, que nosotros llamábamos ‘la chismosa’ porque ya había pasado en varias ocasiones, y el ejército nos sorprendió con sus ametralladoras. La travesía se convirtió en una total desbandada”, dice, mientras mira hacia el suelo. “Todavía me duele recordar a los compañeros que fallecieron intentando averiguar adónde habíamos llegado”.

La historia ha registrado lo que ocurrió después, pero lo que no se sabe es lo que sintieron sus protagonistas tras aquel heroico episodio. Al hablar sobre el futuro de Cuba es imposible no ver el brillo en los ojos de Gómez Hernández y sentir la fuerza de su voz. “Aún me cuestiono si debí haberme quedado y haber luchado por cambiar las cosas desde adentro. He llorado mucho por los amigos que se quedaron, por la tierra que no he podido ver otra vez, por lo que se perdió en el olvido. Hoy tengo 99 años, he vivido muchas cosas, he podido ver a mi familia crecer, he gozado de buena salud y aún sigo esperando que algún día Cuba sea libre”.

A César Gómez la vida le ha sonreído de muchas formas, le ha cerrado algunas puertas, sí, pero le ha permitido vivir una vida de novela. Tengo la creencia de que las mejores personas viven más de la cuenta, por los sueños a los que se aferran, por los ideales que defienden. Este hombre ha superado lo que muchos no llegamos siquiera a imaginar, merece nuestra admiración, más allá de lo que pensemos acerca de sus decisiones, espero que siga vivo y lúcido por mucho tiempo más, pues el mundo aún necesita de su voz, de su historia, de aquello que hoy se hace libro, y quedará eterno en la mente de más de un lector fervoroso.

Óscar Vela y el libro

“Cuando conocí a César Gómez Hernández me planteé la posibilidad de escribir su historia de forma novelada”, dice el autor ecuatoriano. “Antes, por supuesto, tenía que pasar el filtro de César, que planteaba ciertas dificultades. El día que nos reunimos en Bogotá, él me dijo: ‘Si usted quiere escribir mi historia debe saber que yo sigo siendo un revolucionario, que soy independentista y profundamente liberal, y sobre todo que yo no fui un traidor, pues los traidores fueron aquellos que nos llevaron al comunismo cuando en la Revolución Cubana nunca nos planteamos siquiera esa opción...’. En ese instante me dije: ‘tengo que escribir esta novela’, y así lo hice. Cuatro años después vio la luz Náufragos en tierra, la historia novelada de César Gómez y de la Revolución Cubana. Este libro hace concreta la posibilidad de descubrir un pasado común que nos ata a los pueblos latinoamericanos, un pasado en el que debimos batallar por la libertad y por los valores democráticos, y que ahora, en pleno siglo XXI, todavía nos encuentra luchando contra los demonios de las dictaduras y en favor de una libertad que todavía no reina a plenitud en este lado del mundo”.

Un buen tiempo fue lo que tardó Óscar Vela en culminar la escritura de este libro, y aunque es consciente de que el tema abordado puede llegar a ocasionar controversia, está seguro de que el debate le hará bien a la historia de la revolución. “Basado estrictamente en lo relatado por César Gómez Hernández y en la historia real y comprobable de Cuba, puedo afirmar que la Revolución iniciada por Martí y Maceo en 1895, que la continuaron luego personajes como Antonio Guiteras, Frank País y los 82 expedicionarios del Granma, entre los que se encontraba Gómez Hernández, fue una lucha de muchas décadas que se asentó básicamente en la libertad y la independencia de un pueblo que siempre estuvo en manos de algún imperio, ya sea el español, el norteamericano o el soviético. De modo que aquella revolución de los barbudos tuvo su punto de inflexión en 1959, cuando apenas arribaron al poder se convirtieron en una tiranía igual o peor a la que habían derrocado. Y, poco tiempo más tarde, por los problemas políticos y económicos que aquejaban a la isla, en el contexto de la Guerra Fría, terminaron entregándose a la Unión Soviética y sumándose a la ideología marxista y comunista que les impediría alcanzar la libertad tan añorada”.

La literatura se convierte en el medio idóneo para hacer de la historia colectiva una manera de contar nuestra historia privada. Ya lo ha mencionado Juan Gabriel Vásquez cada vez que le preguntan por sus intereses como novelista. “La novela es la forma precisa para contar lo sucedido durante una época determinada, registrar sucesos que se escapan a los dominios de los historiadores y hacer del sentimiento humano el medio para narrar lo que se ha quedado oculto”. No bastan las palabras para describir la historia, a veces es necesario incluir la emoción de quien protagoniza esa historia, y en eso Óscar Vela ha sabido muy bien cómo hacer la tarea. “Me atrevo a decir que la literatura es en ocasiones la mejor forma de conocer una realidad. La historia, casi siempre tan manoseada o distorsionada, se empeña en tergiversar u ocultar. Eso precisamente es lo que sucedió con la Revolución Cubana que, hasta 1959, fue una verdadera epopeya de estos hombres que conquistaron al mundo, derrocando un gobierno tirano como el de Fulgencio Batista, pero que a partir de 1961, cuando Fidel declaró a la revolución como marxista y comunista, se apartaron de los principios básicos que los llevaron al poder: la independencia y la libertad de Cuba. Lo que César Gómez hace en esta novela es desmitificar el carácter comunista de la Revolución y sostener, a los 99 años, ese grito de libertad que aún se ahoga en las gargantas del pueblo cubano”.

Por Santiago Díaz Benavides

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