El Magazín Cultural

Una burla al sistema electoral

Este sábado se inaugura en Casa Cano la exposición colectiva “Los políticos se exponen”.

24 de mayo de 2018 - 09:00 p. m.

En el barrio Quinta Camacho de Bogotá, entre los restaurantes y las pastelerías que invaden el sector, entre los edificios chicos color blanco y de ladrillo, en una casa inglesa está la galería Casa Cano: un espacio que nació en el 2013 para visibilizar proyectos performáticos, plásticos, musicales y curatoriales. Una de las apuestas que tiene la galería es la de, mediante las distintas propuestas artísticas, repensar el lugar del arte en la contemporaneidad.

Por ejemplo, en la última exposición que tuvieron, cuyo tema central fue la locura, Elsa Zambrano puso en evidencia, en una pared llena de cuadros, fotografías y pantallazos, dos de las relaciones que la sociedad tiene con el arte y con el museo: una es la turística, la de la visita guiada, la del souvenir, la de la foto. Otra es la de las redes sociales, la del acceso libre e inmediato a ciertas obras e incluso a compartir parte de los recorridos guiados, a través de una cuenta de Instagram o Facebook, que además da espacio para la interacción y la apropiación alrededor del arte.

En cuanto a Los políticos se exponen, la exposición parodiza al arte mismo para poner sobre la mesa distintas temáticas de la realidad política del país. Por ejemplo, en una caricatura de Bacteria nos encontramos al Chavo del 8 en su barril, diciendo que “fue sin querer queriendo”; resulta que el Chavo tiene un aire a Juan Manuel Santos y el barril es un tarro de mermelada.

Los curadores de esta exposición, Fernando Cano, Karl Troller y Eduardo Arias, se reunieron hace cuatro años con otro grupo de artistas para dar lugar a una exposición de sátira política en torno al Mundial de Brasil. Esta vez y hasta el 22 de junio, la reunión se dará no solo alrededor de las elecciones, sino también de la memoria. Se hace un homenaje a los líderes Bernardo Jaramillo, Galán, Álvaro Gómez y Pizarro, y se evidencia cómo el discurso de progreso social y paz se ha repetido en las campañas políticas del país desde hace más de cuarenta años.

Para Arias, “la relación arte-política siempre ha estado. Uno ve las obras de los siglos pasados y las considera resultado de maestros inspirados por el color y la forma, y en realidad eran pinturas de reyes, de batallas, de íconos, que exaltaban alegorías políticas… Quizás con la llegada del mundo burgués los artistas se independizaron y se creó el mito romántico del artista solitario, que pudo crear el pensamiento de que el arte está desligado de la política, pero en general han estado muy de la mano. Muchas veces, obras de arte que uno ve como no políticas, tienen un contenido político”.

Para Cano, “la fotografía debe servirle de algo a la sociedad en la que yo vivo, pero esto no quiere decir que yo sea pro panfletario. Si una obra de arte me lleva a una reflexión, creo que está cumpliendo su gran objetivo”.

Para Troller, “el humor siempre está relacionado con la política porque, en sí, la realidad política es totalmente absurda, entonces el humor es una manera de enfrentar al poder político”.

El filósofo francés Jacques Rancière considera que el arte, como ficción, tiene la capacidad de ofrecer nuevos sentidos y nuevos posibles, mientras va rompiendo con los órdenes establecidos en lo que es considerado la realidad, gracias a que la subjetividad y la capacidad de percepción de una persona cambian al entrar en relación con la obra. Ahora bien, el cambio genera que la persona, así como concibe nuevos sentidos y nuevas percepciones de la realidad, actúe en su comunidad transmitiéndolos y creando así, quizás, órdenes y realidades más justos.

En este sentido, las mermeladas de “Industrias coscorrón” y “Estocolmo sabor amargo, de Juanpa”, el canasto de los aguacates de Petro Ass, el explosivo puesto por la corrupción, el poncho bajo el cual queda el letrero de “Yo voto por el que diga Poncho Zuleta”, los calzones (no las tangas) de #MejorVargasLleras, la urna llena de hoja de coca del voto por la naturaleza, el juego Concéntrese que demuestra que ninguna fórmula es buena, la bolsa de boxeo para golpear a los candidatos, los listados de firmas anuladas y el puesto para firmar por un país sin firmas, los puestos de votar y comer (comer democracia), el cuadro en honor al Centro Democrático, y todas las demás obras son una herramienta cultural, pues despiertan en el espectador nuevas percepciones que lo llevan a repensar, por ejemplo, su postura frente a las elecciones del próximo domingo.

Sin embargo, hay un altibajo frente a esto y es el corto alcance, que no por ello menospreciado, que la exposición tendrá. Los curadores son conscientes de ello y es ese su motivo de lucha: el arte y la cultura no son la prioridad social y, por desgracia pero no por sorpresa, tampoco lo son en ninguna de las campañas.

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