El Magazín Cultural

Una ópera en la que todos son villanos

La obra, compuesta por Jules Massenet, hace parte la temporada 2019-2020 de la Ópera Metropolitana de Nueva York. La puesta en escena será presentada el día de hoy a las 12:00 del medio día en los principales teatros de Cine Colombia.

Manuel Drezner
26 de octubre de 2019 - 02:00 a. m.
Imagen de una de las escenas de “Manon”, de Jules Massenet, quien compuso parte de la música en homenaje a Richard Wagner. / Cortesía Met
Imagen de una de las escenas de “Manon”, de Jules Massenet, quien compuso parte de la música en homenaje a Richard Wagner. / Cortesía Met

Normalmente en las óperas hay villanos y hay héroes, algo similar a lo buenos y los malos que nos emocionaban en las tradicionales películas de vaqueros. Pero esta especie de tradición (tan necesaria para un buen desarrollo dramático), se rompe en la ópera Manon de Massenet. En ella los personajes principales, los que llevan la acción son, en primer lugar, la protagonista Manon Lescaut, que da nombre a la obra, una muchacha que al tener que elegir entre el amor y las riquezas, invariablemente escoge las últimas. Claro que Massenet redujo el desfile de amantes de la obra original a uno solo, pero éste representa una multitud. Y en segundo lugar, su amante, el Caballero des Grieux, que prometía mucho, y es llevado por su amor ciego hacia Manon a convertirse en un tahúr que hace trampas; y en la obra original es además ladrón y asesino. Y para colmo, el mismo primo de Manon (que en la novela de Prévost es hermano y no primo, pero eso sería demasiado sórdido para los buenos burgueses de la Ópera Cómica de París, para la cual fue escrita la obra) es el que la induce a ser una mala mujer, el que le consigue amantes ricos, el que corrompe a Des Grieux y el que hace que el argumento de la ópera en el fondo sea la corrupción de dos inocentes que caen en espiral a la perdición. Hay además unas muchachas llamadas eufemísticamente “actrices”, así todos sepan lo que son en la realidad. Tenemos entonces una ópera que ha sobrevivido por sus encantadoras melodías y un argumento hecho a la medida para que, a pesar de su fondo escandaloso, hasta el más puritano burgués pue da aceptar.

 

El Abate Prévost

No era esa la intención original de Antoine-François Prévost, quien escribió las extensas Memorias y aventuras de un hombre de calidad retirado del mundo, una serie de novelas en siete volúmenes, de las cuales la historia de Manon es el último. El resto del gigante mamotreto ha sido olvidado, pero todo él busca mostrar cómo el vicio y el pecado llevan a la perdición, un laudable propósito moral, que en el fondo no era sino una manera de llevar al público todos esos detalles sórdidos (y hasta casi pornográficos) que no se hubieran podido presentar de otra manera. Pero la ópera de Massenet diluye toda esa oscuridad, porque si no lo hubiera hecho el cliente habitual de la Ópera Cómica la hubiera rechazado, como rechazó Carmen de Bizet, que fracasó porque el público la consideró inmoral. Fue a Puccini, años más tarde, a quien le tocó volver a la historia original de Prévost en un drama que es tan negro, como es encantadora la ópera de Massenet.

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Prévost probablemente se revolcó en su tumba con lo que hizo el músico francés, ya que él mismo era una especie de caballero de industria, que después de ser jesuita y posteriormente benedictino pasó el resto de su vida en el exilio en Londres. La complicada técnica literaria que usa cuenta la historia de Manon como una narración dentro de otra narración, en la cual el mencionado hombre de calidad describe su encuentro con Des Grieux muchos años después y este le confiesa su relación con Manon. Lo cierto es que esa sección de los siete volúmenes ha cautivado al público y a los lectores, y Manon, la novela y las dos óperas de Massenet y de Puccini que se inspiraron en ella están permanente- mente al alcance del público. (Hay que mencionar que existe otro par de óperas igualmente basadas en la novela, una de Auber, pero esa ha sido prácticamente olvidada, y una interesante versión modernizada de Henze llamada Boulevard Solitude.

La ópera de Massenet

Aunque la popularidad de Massenet ha tenido sus altibajos y de sus dos docenas largas de óperas sólo son representadas con frecuencia Manon y Werther, lo cierto es que su obra tiene un encanto melódico único. La ópera cómica era un género con partes cantadas alternadas con partes habladas (como lo es Carmen), pero en el caso de Manon, el compositor convirtió estas últimas en melodramas, donde los intérpretes hablan sobre un fondo musical, tal como lo hizo, por ejemplo, Beethoven en partes de Fidelio. La música de Massenet práctica- mente no se detiene un momento y eso produce un efecto incomparable que no es frecuente. Además, en la ópera hay leitmotiv, una especie de homenaje a Wagner que no debió haber gustado ni cinco al público de esa época. Lo principal, sin embargo, es la maravillosa caracterización musical de Manon, la protagonista, un retrato de lo que es femenino y frágil, a pesar de la depravación de la heroína. Quizá eso es lo que ha hecho que esta ópera permita al público identificarse con lo que está sucediendo y ha logrado que permanezca en el repertorio a partir de su triunfal estreno en enero de 1884. Los intérpretes han incluido a los más grandes cantantes y la ópera es parte del repertorio de las principales compañías de arte lírico, algo muy merecido por la brillantez que el compositor logró impartir a su creación.

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Por Manuel Drezner

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