El Magazín Cultural

Val y Clare desde el Amazonas

En el documental “Amazona”, una de las proyecciones colombianas más vistas en el país y elogiada en el extranjero, la directora Clare Weiskopf confronta a su madre acerca de dejar a sus hijos para internarse en la selva. Una tensión entre maternidad y libertad.

JULIANA MUÑOZ TORO
22 de marzo de 2018 - 02:00 a. m.
 Valerie Meikle es la protagonista del documental “Amazona”.  / Gustavo Torrijos El Espectador
Valerie Meikle es la protagonista del documental “Amazona”. / Gustavo Torrijos El Espectador
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

 

Al comienzo Clare Weiskopf y su esposo Nicolás van Hemelryck pensaron que la historia estaba en el viaje de Valerie Meikle, la madre de Clare. Ese que comenzó en Inglaterra, llegó a Colombia y desembocó en el Amazonas. Una mujer inglesa remando por el río Putumayo hasta llegar a lo más bello y salvaje de la selva para encontrar su identidad, su nueva identidad, tras perder a su hija mayor en la avalancha de Armero. Libertad. Admiración por esa mujer.

Con ese planteamiento, en el que idealmente harían el mismo recorrido por el río Putumayo para contar la vida de Meikle, comenzó el documental llamado “Camino al Amazonas”. Y para que cualquiera ayudara a hacer posible este imposible que parece hacer cine y documental en Colombia, Weiskopf inició un crowdfounding hace cinco años.

El viaje arrancó y las cosas empezaron a suceder distinto a lo planeado. Clare esperaba a su primera hija y ese punto de vista de madre, tan nuevo, tan cargado de incertidumbre, reformuló las preguntas que le haría a su propia madre: ¿nunca se sintió culpable de dejar a su otra hija cuando apenas cumplía 11 años? ¿Cree que las cosas saldrían mejor para su hijo, con problemas de drogadicción, si ella hubiera estado ahí?

Cuando Val se fue, Clare no entendía por qué su mamá quería estar en un lugar incomunicado, lejos de ella y su hermano. Por qué ser trotamundos cuando sus hijos sentían su ausencia en medio de una selva aún más salvaje: Bogotá. Tal vez seguía sin entenderlo cuando empezó a hacer el documental. Contar historias para encontrar respuestas, para sanar.

El cauce de la historia cambió. Clare tenía que involucrarse, contar en primera persona, aparecer en pantalla. Hasta el nombre del proyecto sería distinto. Ahora se llamaba “Amazona”, como aludiendo a la mujer fuerte, guerrera, que habita en las entrañas de esta selva. La mujer que es cada una de las dos… a su propia manera.

Madre e hija recostadas en una hamaca. Val le toca la panza, hay un movimiento, sonríen. Atrás, un paisaje nocturno que sigue estando presente con los silbidos de los animales, las polillas rebotan contra el bombillo de la cabaña. Hay una tensa calma. Clare confronta a su madre. No le juzga. Sus preguntas son dolorosas, “¿crees que has cometido errores?”. Necesita escuchar a pesar de no estar de acuerdo. Perdonar. Definir con sus propios términos lo que es maternidad, sin modelos, sin (tanto) miedo. Val evade un poco, luego se molesta, que no, y no siente culpa, ¿para qué le va a servir la culpa? Hizo lo que sintió que tenía que hacer: ser libre, ser ella, Valerie, antes que ellamadre, ellaesposa: “hay cosas que no se pueden sacrificar. ¿De qué sirve una mamá, una mujer sacrificada? Lo más importante en la vida de uno es la vida de uno”.

Es un nuevo día. Val recibe una llamada. La cámara está allí cuando le dan alguna mala noticia sobre su hijo, el hermano de Clare. En el gesto de Valerie hay dolor y resignación. Valerie habla de la capacidad que tiene cada uno para modelar su destino, de tomar sus decisiones. ¿Qué puede ella hacer? Clare aparece en escena. Podría estar pensando ¿qué pudo su madre hacer hace ya varios años cuando su hermano era apenas un niño? ¿Acaso un niño es capaz de tomar esas decisiones?

Hay una escena en la que una gata acaba de tener una camada de gatitos. Son tiernos, pero son muchos. La madre tal vez no alcance a alimentarlos a todos, tal vez muera en el intento. Entonces Val toma a uno de ellos y lo saca de la cabaña. La cámara la sigue, una cámara que parece siempre estar en el momento perfecto. Una boa espera dentro de una jaula a ser alimentada. De nuevo el balance. Ese balance difícil de entender a veces.

Al final del documental, como en una buena historia, no se trata de tomar un partido. Valerie es protagonista y antagonista a la vez, con sus zonas de luz y de sombra. Pero es momento de dejar las preguntas y hacer un nuevo viaje. Pero que esta vez sea distinto no mejor ni peor. La última toma es Clare en aquella vieja hamaca con su hija Noa dormida en el pecho. Es de día y los murmullos del Amazonas son más tranquilos.

Por JULIANA MUÑOZ TORO

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