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¿Y cuando no esté Víctor Carranza?

CON MISA Y FIESTA SE CONMEMOraron 20 años de la llamada "Paz Verde" en la Provincia de Occidente.

Tatiana Acevedo
09 de julio de 2010 - 10:30 p. m.

Los acuerdos entre grandes esmeralderos pusieron fin a la guerra que se libró entre 1965 y 1990, fragmentando pueblos y familias enteras, con un saldo aproximado de 5.000 muertos.

A la mencionada celebración no podía faltar Víctor Carranza Niño, conocido como el Zar de las Esmeraldas, quien fuera uno de los principales artífices de la armonía en Boyacá. El conocido Zar reiteró durante el evento su férreo deseo de mantener la paz en la zona y pronosticó que “con seguridad no volveremos a hacer la guerra”.

Para muchos es claro que mientras Carranza mantenga apretados los hilos del poder minero y terrateniente, nadie se atreverá a oprimir el gatillo.  Sin embargo, ya son varios los refractarios del poderoso empresario de las esmeraldas que no escatiman en temibles emboscadas para sacarlo del camino. Viejos enemigos del mundo de las esmeraldas no sólo quieren cobrar venganza, desean recuperar el control del negocio. Y los nuevos interesados, de la talla de alias Cuchillo y El Loco Barrera, pretenden extender su poderío a la amplia franja de los Llanos Orientales que Carranza domina.

Los términos en los que se da el debate sobre la vida y obra del Zar son bien particulares, oscilan, por lo general, entre la legalidad y la ilegalidad. Se discute en prensa, televisión y radio sobre su “poder” y sus “dominios territoriales”, y se hacen cinematográficas descripciones de los 207 hombres que componen su “esquema de seguridad”. Se dice, además, que bandas criminales emergentes quieren despojarlo de lo que “domina”.

Pero entonces, ¿goza Carranza de un trato preferencial que le permite hacer de señor feudal en sus infinitas fincas y haciendas? ¿Mientras mantenga la paz en sus “dominios” podrá andar escoltado por más de 100 hombres, cuando la ley sólo permite esquemas de cinco guardaespaldas a los civiles? ¿Es nuestro Zar un simple civil? ¿O se trata, por el contrario, de un “hombre fuerte”, a quien el Estado delega poder y responsabilidades? ¿Renunció el Estado, entonces, a ejercer el legítimo control sobre el territorio colombiano? ¿No era esa, acaso, la premisa básica de la Política de Seguridad Democrática?

acevedo.tatiana@gmail.com

Por Tatiana Acevedo

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