Comicios a la sombra de un fraude: elección presidencial del 19 de abril de 1970

Hace 50 años se llevó a cabo el pulso por el poder entre Misael Pastrana, Evaristo Sourdís, Belisario Betancur y Gustavo Rojas Pinilla. Cuando la radio daba como ganador a este último, el Gobierno interrumpió la señal de televisión y suspendió la información electoral. Al día siguiente se anunció la victoria de Pastrana y empezó la crisis.

Juan Sebastián Lombo / @JuanLombo
19 de abril de 2020 - 02:00 a. m.
Solo meses después la Registraduría informó que Pastrana había ganado por 64.557 votos. / Archivo-El Espectador
Solo meses después la Registraduría informó que Pastrana había ganado por 64.557 votos. / Archivo-El Espectador

Los primeros tres meses y 19 días de abril de 1970 fueron para Colombia de intensa agitación política. Se elegía al último gobierno del Frente Nacional y todos los sondeos de opinión calculaban una apretada disputa en las urnas entre el candidato oficialista, Misael Pastrana Borrero y el jefe de la ANAPO, el expresidente Gustavo Rojas Pinilla. Aunque también participaban como aspirantes a la Presidencia Belisario Betancur y Evaristo Sourdís, entre señalamientos, reclamos ante la Procuraduría, notoria intervención de la prensa y polarización ciudadana, las plazas públicas fueron el termómetro del tenso panorama electoral.

“Lo que se advertía era el crecimiento monstruoso de la campaña de Rojas, eso era gente y más gente en las manifestaciones. En cambio, había un decrecimiento y reducción de la candidatura Pastrana”, recuerda Juan Gossaín, que en ese tiempo ejercía el periodismo en El Espectador. A pesar de que los principales diarios apoyaban a Pastrana y planteaban la elección como una disyuntiva entre democracia o dictadura, era notorio el repunte de Rojas, quien ganaba adeptos con singular dialéctica. Mostraba una yuca al público y luego preguntaba: ¿cuánto costaba en su gobierno y cuánto ahora?, para significar así el incremento en su precio.

Con eficaz estilo populista, Rojas recorría el país logrando peculiares demostraciones de apoyo. El historiador Álvaro Mejía Tirado contó, por ejemplo, que un día llenó la Plaza de Villa de Leyva —una de las más grandes del país— e hizo arrodillar a sus seguidores para que juraran fidelidad a su nombre. En la orilla contraria, ante el temor del regreso del general al poder, la prensa que había sido censurada en los días de su gobierno, y el poder político bipartidista que lo había enfrentado, sumaron sus fuerzas. Hasta el entonces presidente, Carlos Lleras Restrepo, rompió su “neutralidad” y tuvo que ser amonestado por el procurador Mario Aramburo.

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Así llegó el domingo 19 de abril de 1970. Desde que se abrieron las urnas, la gente acudió masivamente. La votación casi dobló las cuentas de las campañas anteriores durante el Frente Nacional y, en algunas mesas, hubo que ampliar el tiempo de los electores. Rojas votó en el barrio Las Ferias y, según resaltó tiempo después su hija, María Eugenia Rojas, “su llegada a las urnas se convirtió en una manifestación colectiva de alegría y esperanza ciudadana”. Cuando se cerraron las urnas y las emisoras de radio empezaron a emitir resultados parciales, era clara la tendencia en favor de Rojas y el primer boletín de la Registraduría confirmó los reportes.

Al tiempo que las emisoras insistían en la ventaja, el canal 7 de televisión y el 9, llamado Teletigre, también difundían la apretada tendencia. Ya era claro que las candidaturas de Betancur y Sourdís estaban descartadas. Pero súbitamente, minutos antes de las 10:00 de la noche, se suspendió la programación de televisión y apareció el ministro de Gobierno, Carlos Augusto Noriega —llamado “El Tigrillo”—, para anunciar la suspensión de los reportes radiales. En adelante solo había que confiar en el registrador, Ricardo Jordán, el mismo que años atrás tuvo a su cargo la investigación del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, con escasos resultados.

“Voy a salir de aquí, del despacho de la televisora, a donde están mis dilectos amigos de las emisoras, para decirles que ellos están haciendo informaciones inexactas y que, si continúan dándolas, se van a aplicar sanciones”, fue el ultimátum del ministro Noriega. En sus memorias, publicadas 25 años después, María Eugenia Rojas aseguró que apenas lo vio y escuchó, partió con algunos de los seguidores de Rojas a la Registraduría y que, mientras hablaban con el abogado Jordán, escuchó a su secretaria decirle que debía atender con urgencia una llamada telefónica del ministro de Gobierno sobre los datos electorales.

En adelante, corriendo el rumor de que se gestaba un fraude, líderes de la ANAPO y simpatizantes se congregaron frente a la casa de Rojas en el barrio Teusaquillo. Hacia la media noche, cuando se emitió el tercer boletín oficial y mostró un retroceso en la ventaja del expresidente, él mismo invitó a la gente a estar atenta porque el Gobierno podía robarles la victoria. La multitud empezó a pedirle que marchara a la sede presidencial a reclamar el poder, pero, según Gossaín, que estaba en el sitio en labores periodísticas, fue Carola Correa, esposa de Rojas, quien calmó a la multitud y le dijo que su esposo no podía hacerlo porque “tenía gripa”.

En la madrugada del 20 de abril, a pesar de que algunos diarios circularon con la noticia de que Rojas aventajaba a Pastrana, el nuevo boletín oficial revirtió la tendencia. Por reducido margen, el candidato del Frente Nacional pasó a liderar la votación y los “anapistas” salieron de sus casas a denunciar un fraude. Pero las calles de Bogotá amanecieron militarizadas y la casa de Rojas rodeada por el Ejército. “La manzana de la discordia”, tituló Juan Gossaín su crónica en El Espectador para detallar lo sucedido. Ese lunes fue día de protesta, de convocatoria a comités para garantizar transparencia electoral, de comentarios oficiales de que se preparaba un plan subversivo.

Con datos que mostraban una supuesta ventaja de más de cien mil votos en su favor, el martes 21 de abril, Rojas escribió al presidente Lleras advirtiéndole que en sus manos estaba garantizar la pureza electoral y la paz. La versión del pastranismo es otra. “Comenzaron a aparecer datos falseados, pero siempre Misael Pastrana iba ganando. En ese momento, el país se dividía entre lo rural y lo urbano, y siempre el conservatismo fue rural. Por eso, existía la frase de que el partido ganaba los lunes, cuando llegaban los votos de la provincia”, comentó Andrés Pastrana, también expresidente e hijo de Misael, que en esa época tenía 16 años.

Lo cierto es que aquel martes 21 de abril, ante el incremento de los desórdenes, con saqueos de un lado y capturas del otro, ante la perspectiva de que se formara un 9 de abril, el presidente Lleras anunció el estado de sitio, acompañado de severas medidas penales y toque de queda. Solo meses después, la Registraduría informó que Pastrana había ganado por 64.557 votos. Antes de morir, en 2003, el exministro Noriega publicó un libro en el que admitió anomalías en el conteo de los votos que atribuyó a funcionarios departamentales. La sombra del fraude nunca se desvaneció y, tiempo después, el que lo aprovechó fue el M-19 para justificar su guerra.

Por Juan Sebastián Lombo / @JuanLombo

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