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De ‘hackeos’ y batalla política en tiempos de redes sociales e Internet

La recién creada página para defender la obra del expresidente Álvaro Uribe fue atacada y bloqueada por ‘hackers’ el viernes pasado. La polarización política que vive el país se traslada al nuevo escenario de lucha por el poder: Internet y sus redes sociales.

Hugo García Segura
28 de junio de 2020 - 09:55 p. m.
Las redes sociales son herramientas con que la ciudadanía puede ejercer una mayor participación, fijar posiciones y adquirir información.
Las redes sociales son herramientas con que la ciudadanía puede ejercer una mayor participación, fijar posiciones y adquirir información.

Está claro que las redes sociales de Internet se han convertido en un nuevo escenario de la lucha política en el mundo. Convertidas en una herramienta con que la ciudadanía puede ejercer una mayor participación, fijar posiciones o adquirir información, son un nuevo instrumento que, como lo dicen numerosos estudios, no solo sirven para divulgar mensajes sino también para la manipulación. De ahí que haya escritos que adviertan de los riesgos de las llamadas ‘fake news’ o noticias falsas, y campañas que llaman a la gente a no tragar entero y verificar lo que les llega.

Mucho se habla, por ejemplo, del papel fundamental que jugaron esas redes sociales en la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, en la ‘Primavera Árabe’ o en el triunfo del ‘Brexit’ en el Reino Unido. En lo que tiene que ver con Colombia, fue feroz la batalla que se dio en Internet para el plebiscito por la paz de 2016, que derivó en el triunfo del “No” a los acuerdos suscritos por el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos con la hoy desmovilizada guerrilla de las Farc.

Por eso, en un país que sigue tan polarizado, en el que ni siquiera los llamados a la unidad a raíz de la crisis por la pandemia del COVID-19 han calado en ciertos sectores políticos, INternet y sus redes sociales siguen siendo protagonistas de primer orden. Día a día, en Facebook, Twitter, Instagram y otras aplicaciones y plataformas, se ven disputas verbales de todos los calibres, algunas con profundidad y otras con insultos, cuando se busca que los fanatismos se impongan ante los argumentos.

El capítulo más reciente tiene que ver con el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe, líder del Centro Democrático, el partido del actual jefe de Estado, Iván Duque. Una figura que genera amores y odios. La serie “Matarife”, realizada por el abogado y periodista Daniel Mendoza, que desde hace algunas semanas se difunde por varias de esas redes sociales y que narra las supuestas relaciones ‘non sanctas’ del exmandatario, ha generado todo tipo de comentarios y, por supuesto, la respuesta del mismo Uribe y sus seguidores.

Una de esas estrategias del uribismo para contrarrestar los posibles efectos de la serie fue difundir, también a través de Internet, la obra del expresidente, no solo cuando estuvo en el poder sino a lo largo de su vida pública. Se creó entonces una página: http://alvarouribe.com, con frases, fotos, videos y documentos sobre las políticas públicas implementadas durante sus ochos años de gobierno, entre 2002 y 2010, y de cuando fue congresista, gobernador de Antioquia e incluso director de la Aerocivil, uno de los aspectos del pasado en que se han centrado sus críticos para atacarlo.

Pero como de guerra mediática se trata, el viernes pasado, el mismo expresidente Uribe denunció, en su cuenta de Twitter, que la recién creada página recibió el ataque “de más de 9.000 bots”. Poco después, el famoso grupo de hackers ‘Anonymous’ se adjudicó el hecho con un mensaje en esa misma red social: “Anonymous hackeó la página web del senador y expresidente de Colombia con vínculos a organizaciones criminales, tráfico de drogas y abusos a derechos humanos (…)”, señalando además que dicha acción era en protesta por el abuso de una niña indígena embera por parte de varios militares.

Y fue la de Troya. El asunto se convirtió en tendencia en Twitter, donde unos y otros fijaron nuevamente posiciones a favor y en contra, con palabras de todos los calibres posibles. En conclusión, la polarización más acentuada que nunca. Y lo preocupante es que el panorama a mediano plazo no luce de cambio y que ese será el escenario de la disputa electoral de 2022, donde una vez más las posturas ideológicas de izquierda y derecha chocarán con todas sus fuerzas, mientras otros se declararán de centro, tratando de conservar distancia de esa colisión.

Incluso, a estas alturas, resulta sorprendente que cuando Duque ni siquiera ha llegado a su segundo año de mandato, ya se abrieron las apuestas para sucederlo hasta en su mismo partido, el Centro Democrático. Hace algunos días se realizó un foro virtual que fue presentado como de “precandidatos” para 2022. En él estuvieron las senadores Paloma Valencia y María Fernanda Cabal, el exministro Rubén Darío Lizarralde, el exviceministro Rafael Nieto y hasta un militar condenado a 19 años de prisión y admitido en la JEP, el coronel Plubio Hernán Mejía.

El evento fue organizado por el Grupo de Pensamiento y Acción, y, como era de esperarse, las redes sociales sirvieron para hacer eco y replicar las posturas de sus participantes. Plataformas digitales que también utilizan con ahínco otros que aspiran, desde otras orillas, a la primera magistratura del Estado, caso Gustavo Petro, Sergio Fajardo o Jorge Robledo.

Los riesgos están ahí y bien vale citar, a manera de conclusión, el estudio de las organizaciones del Grupo Omidyar —Democracy Fund y Omidyar Network—, sobre la relación entre las redes sociales y la democracia. “Las redes sociales se han convertido en una amenaza para los ideales democráticos (…) las plataformas de redes sociales crean burbujas de información y opiniones unilaterales, perpetuando opiniones sesgadas y disminuyendo las oportunidades para un discurso plural. Sistemas como los ‘me gusta’ o los ‘retuits’ para medir la validez o apoyo masivo hacia un mensaje u organización crean un sistema distorsionado de evaluación de la información y proporcionan una imagen falsa sobre la popularidad”. Subrayando el gran desafío que representa distinguir las opiniones expresadas legítimamente, de las generadas por los ‘trolls’ y los robots.

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