El cara a cara en el poder militar entre Colombia y Venezuela

El ministro de Defensa será invitado al Congreso a explicar por qué en el Presupuesto General de la Nación 2019 se incluyeron $1,1 billones para fortalecer el sistema antiaéreo.

Hugo García Segura - Twitter: @hagarciasegura
23 de septiembre de 2018 - 02:00 a. m.
Los aviones Sukhoi que tiene la Fuerza Aérea venezolana, de fabricación rusa, son considerados los más letales del mundo. / Anadolu Agency
Los aviones Sukhoi que tiene la Fuerza Aérea venezolana, de fabricación rusa, son considerados los más letales del mundo. / Anadolu Agency

Una solicitud del Ministerio de Defensa, incluida a última hora en el proyecto de Presupuesto General de la Nación 2019, ha llamado la atención de sectores políticos de oposición, hasta el punto de que buscan que el jefe de esa cartera, Guillermo Botero, vaya esta semana al Capitolio a dar explicaciones. Se trata de los $1,1 billones que se piden para el “fortalecimiento del sistema de defensa antiaérea multicapa a nivel nacional”, asunto que, según la senadora Aída Avella, de la Lista de los Decentes, genera dudas cuando en el ambiente se oyen tambores de guerra de una posible intervención militar extranjera en Venezuela para derrocar a Nicolás Maduro. “¿O es que necesitan baterías antiaéreas para defenderse del Clan del Golfo o de las disidencias de las Farc?”, pregunta la congresista.

Hay señales que alimentan las suspicacias: la postura del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien hace algunos meses le planteó a su gabinete la opción de invadir Venezuela alegando cuestiones de seguridad nacional; las palabras del nuevo embajador de Colombia en Washington, Francisco Santos, señalando que frente al vecino país todas las posibilidades deben considerarse, y la decisión del gobierno de Iván Duque de no suscribir la declaración del Grupo de Lima, en la que se rechazó “cualquier curso de acción que implique una intervención militar en Venezuela”. Hoy la tensión crece e incluso desde el otro lado de la frontera se han escuchado voces, como la del diputado Pedro Carreño, visualizando un eventual teatro de confrontación con Colombia, como respuesta a un ataque estadounidense.

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El escenario no es nuevo. A mediados de noviembre de 2009, en medio del agudo choque verbal que en ese entonces protagonizaban los presidentes Álvaro Uribe y Hugo Chávez, los ministros de Defensa, Comercio Exterior y Relaciones Exteriores fueron citados por la Cámara de Representantes a una sesión reservada para evaluar el riesgo de una agresión desde Venezuela. En el informe, conocido por El Espectador, se concluía que, de llegarse a esa situación extrema, el país tenía varios puntos vulnerables, pues carecía, precisamente, de sólidos sistemas de defensa antiaérea. La Guajira, los puertos del Caribe (Barranquilla, Santa Marta, Coveñas, Turbo y Puerto Bolívar, a excepción de Cartagena) y los del Pacífico (Buenaventura y Tumaco), no tenían poder de respuesta.

Frente a un eventual ataque aéreo, una de las fortalezas estaba en el sistema de vigilancia y alerta temprana, compuesto por sensores radar instalados a lo largo y ancho de la geografía nacional en ese año, con cubrimiento del 50 %. Pero a las preguntas de cómo estaban las defensas aéreas de Bogotá y la protección del alto gobierno, así como la de las refinerías del país, el ministro de Defensa de la época, Gabriel Silva, contestó: “En la actualidad no se cuenta con este tipo de sistemas en la ciudad de Bogotá ni en las refinerías”. La conclusión: un ataque aéreo desde Venezuela sería muy lesivo para Colombia.

En septiembre de 2015 volvió la tensión por la incursión en la frontera de dos aviones de combate venezolanos. El ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, fue citado también a una sesión reservada, esta vez en el Senado, a explicar las capacidades reales de las Fuerzas Armadas para contrarrestar cualquier amenaza externa a la soberanía nacional. El diagnóstico volvió a ser preocupante: la mayoría del presupuesto de defensa estaba destinado al sostenimiento del pie de fuerza (el más grande de la región, con 445.000 personas), ninguna unidad del Ejército o de la Fuerza Aérea contaba con sistema de misiles tierra-aire, una casi nula existencia en la Caballería del Ejército de tanques de guerra (unidades blindadas con más de 30 años de servicio), solo cuatro aviones Kfir con capacidad de actuar (flota amplia pero envejecida, en la que se incluyen los aviones A-37, que volaron en la guerra de Vietnam, OV-10 y Supertucano) y sistemas antiaéreos obsoletos y desfasados. Quizás más unidades en todos los campos, pero nada modernas.

Sin embargo, a partir de ese momento se implementaron avances. Por ejemplo, en junio pasado, la Fuerza Aérea fue dotada de un radar táctico avanzado de alta movilidad, mejor conocido como Tader (Tactical Air Defense Radar), con el que se pueden detectar aeronaves que vuelan a baja altura. Por su parte, la Infantería de Marina cuenta ahora con un nuevo sistema antiaéreo misilístico llamado Dante, que tiene como base una batería móvil de defensa conformada por cuatro vehículos Humvee, equipada con misiles Mistral, de guía infrarroja. Y se ha habla de la evaluación para comprar aviones de superioridad aérea, tipo F-16 o Mirage. Los temas son de sigilo, pues tienen implicaciones en la seguridad y defensa nacional.

Contexto: Seguridad nacional bajo reserva

Lo cierto es que, en febrero de 2017, ante el malestar expresado en el interior de las mismas Fuerzas Militares por los escasos medios de defensa antiaérea, se estableció una mesa de trabajo para trabajar en la salvaguarda del espacio aéreo colombiano. La misma está integrada por la Dirección de Defensa Aérea de la Jefatura de Operaciones Aéreas de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC), la Dirección de Artillería del Ejército y la Dirección de Proyectos Especiales (Diproe) de la Armada Nacional. Es en esta instancia que se viene estructurando ese fortalecimiento que hoy se hace urgente.

Solo que, a la par, Venezuela no se ha quedado quieto e incluso se podría decir que, en los últimos tiempos —desde los años de Hugo Chávez y ahora con Nicolás Maduro— sus Fuerzas Armadas se han robustecido considerablemente, adquiriendo aviones de combate rusos y chinos, sistemas de defensa y sistemas de misiles, entre otros equipos. Se calcula que el gobierno venezolano ha invertido en los últimos 10 años cerca de US$6,6 millones en el reforzamiento de su capacidad militar, dinero que, en medio de la crisis económica que padece, ha obtenido mediante créditos con Rusia y China, a cambio del pago con envíos de petróleo. Ya en abril pasado se anunció que en 2019 se iniciará la producción de fusiles de asalto rusos Kalashnikov AK-103, proyecto que viene de 2006.

En la reciente celebración del aniversario de su independencia, Venezuela dio muestra de su poderío militar con un desfile por la avenida de los Próceres en Caracas. Además de los ya conocidos tanques y vehículos blindados de origen ruso, el Ejército Bolivariano mostró por primera vez los tanques Nexter y BAE LS, repotenciados en su Centro de Mantenimiento de Blindados (Cemablin). La Artillería expuso sus sistema de lanzacohetes múltiples móviles. Desfilaron tanques anfibios, lanchas de asalto, sistemas misilísticos de corto, mediano y largo alcance, y en la exhibición aérea estuvieron los cazas de fabricación rusa Sukhoi y Lockheed Martin, además de aviones de entrenamiento ligero y helicópteros de ataque, entre otros.

Así las cosas, tal y como lo dijera la Cancillería colombiana en la citada sesión reservada de 2009, en estos instantes de tanta efervescencia la recomendación es tener una posición prudente pero firme en la defensa de los altos intereses nacionales, sin cerrar los canales de interlocución y buscando la oportunidad de restablecer un diálogo respetuoso y constructivo, sin dejar de llevar a las instancias multilaterales, como Naciones Unidas o la OEA, los riesgos para la paz y la seguridad internacional que gravitan.

Por Hugo García Segura - Twitter: @hagarciasegura

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