El Espectador presenta en exclusiva el primer capítulo del nuevo libro de Vicky Dávila

"El Nobel. Santos, un presidente que se quedó solo" es un retrato del hombre que estuvo al frente del país durante los últimos ocho años. El libro estará en las principales librerías del país desde el 12 de abril.

Vicky Dávila
11 de abril de 2018 - 10:55 a. m.
Cortesía
Cortesía

El jugador

Un hijo de los círculos de poder, hoy, inmensamente solo, con pocos aliados, sin escuderos, calculador, frío en la adversidad, obstinado en sus causas, pausado, pragmático, con poco apego a las lealtades y muy estratégico, ese es Juan Manuel Santos, el impopular, el político, el nobel de la Paz .

Definirlo tras su larga carrera pública sin que medie algún sentimiento es casi imposible, pero atractivo . Muchos lo critican, pocos lo apoyan, algunos lo hacen por conveniencia o interés y estoy segura de que en política es complejo encontrar a quienes lo aprecien de verdad .

El presidente paradoja, el de la paz con las Farc y la guerra con Álvaro Uribe… Su falta de carisma es una característica que enmarca su gestión; una prueba de ello es que, a pesar de todo su poder, Santos no logró que el “santismo” naciera como un movimiento ideológico para futuras generaciones, su legado parece diluirse en sus problemas de favorabilidad, que siempre estuvieron como un fantasma acompañándolo en todos los momentos de sus dos gobiernos .

Tal vez por eso muchas veces el país escuchó a un Santos resignado ante su escaso capital político, apelando a los reconocimientos que espera le haga la historia, que en todo caso tendrá que darle su lugar como el presidente colombiano que desarmó a las Farc .

Nunca tuvo alfiles que se la jugaran por él, mucho menos en los últimos días en el cargo . 

Muchos de los que estuvieron a su lado llegaron al Gobierno cultivando aspiraciones políticas personales, como ocurrió con varios de los miembros de su gabinete e incluso con algunos de los hombres fuertes que lo acompañaron en su aventura de paz en La Habana . Ni siquiera tuvieron buen final las historias con sus vicepresidentes .

Angelino Garzón, su primera fórmula, se fue resentido y molesto . Se volvió su crítico, terminó en las toldas uribistas y se dio el lujo de dejarle botada la embajada en Brasil, donde ya le habían dado el beneplácito, alegando que su perro Orión no resistiría el clima . Un tiempo después me confesó que su decisión tuvo que ver con el dolor que le produjo una frase de Santos el día que presentó a Vargas como su compañero de reelección . Santos dijo: “Ahora sí tenemos vicepresidente”.

En el caso de Germán Vargas, su salida del Gobierno también se volvió estruendosa, porque a los pocos meses lució como un opositor más .

Quienes aspiran a sucederlo en el 2018 parecen tener muy claro quién es el presidente Juan Manuel Santos . Indagarlos resultó ser un buen ejercicio para tener una radiografía del Santos político . Desde sus puntos de vista, encontré candidatos en principio muy tímidos, porque, eso sí, Santos tiene fama de ser vengativo, pero al final todos se liberaron del temor por la figura presidencial y terminaron siendo críticos, sin dejar de hacerle algún reconocimiento.

Necesitaba preguntarles a los de la derecha, a los del centro y a los de la izquierda . A sus amigos y a sus enemigos políticos.

¡Durante meses, muchas horas y llamadas, muchos encuentros, tantas esperas y mucho café!

Juan Fernando Cristo, exministro del Interior de Santos, luchaba en esos días por quedarse con la candidatura en el Partido Liberal, y al final sus aspiraciones se esfumaron frente a Humberto de la Calle, en una lánguida y cuestionada consulta liberal.

Nos encontramos en su oficina en una de esas tardes bogotanas muy frías. Le hice alguna broma pesada, le dije que era muy de malas, que le había tocado el lío del proceso 8000 con Samper y ahora el de 
Odebrecht con Santos. Lo tomó con humor y asintió con la cabeza, mientras sonreía consciente de que le estaba diciendo la verdad.

Vicky Dávila: Cuándo yo le menciono a Juan Manuel Santos, ¿qué se le viene a la cabeza?

Juan Fernando Cristo: Paz. Paz, terquedad, liderazgo para conseguir la paz.

VD: Un candidato con la mayor votación de la historia, que se hace elegir de la mano de un señor tan popular como Uribe, que termina su gobierno con más del 70% de popularidad, ¿qué pasó con ese capital, con esa popularidad?

JFC: Yo diría primero que la impopularidad no es de las dimensiones que los críticos señalan.

VD: ¿Son falsas las encuestas?

JFC: Acabo de ver una última encuesta de 36, 37 puntos. Es que se acuerda que hizo carrera algo hace unos meses que estaba en el 13%, yo nunca creí…

VD: En el 12…

JFC: Me pareció siempre chimbo ese cuento . Yo pienso que de lo que yo he conocido en materia de encuestas y de imagen y de lo que conocía del interior de Palacio y de lo que ha sido tradicionalmente, lo que pasa es que el presidente Uribe era un presidente atípico en materia de encuestas y popularidad… Se nos olvida la popularidad de Gaviria en muchos momentos, de Pastrana, de Samper . Entonces no se puede comparar a Santos con Uribe . Y yo creo que Santos nunca ha bajado del 30% . Yo siempre he dicho: aquí hay un 30% del país que en general está de acuerdo con Santos, otro 30 que está en totalmente en desacuerdo, que es un poco lo que representa Uribe, de la línea radical, y un 30 o 40% que se mueve de acuerdo a las noticias, a los hechos y que algunas veces tiende hacia el lado crítico del Gobierno y otras veces a las Farc . Luego yo creo que ese mito de la inmensa impopularidad de Santos hace parte de…

VD: ¿Es un mito?

JFC: Sí, pues presentar un presidente con el 10% de popularidad, como si fuera Maduro en Venezuela… Ahora le volteo el análisis: que un presidente que hizo la paz y que se ganó el premio Nobel de la Paz deba tener unos niveles de popularidad altos, pues yo creo que sí . Pero al mismo tiempo yo diría que es el mismo proceso de paz, con una oposición que nunca se había visto en la historia de este país, lo que también le ha generado la impopularidad .

* * *

A decir verdad, las cifras de popularidad nunca fueron las mejores aliadas de Santos . Tal vez el primer bajón fue cuando en pleno paro agrario y cuando los noticieros mostraban vías bloqueadas por los cultivadores, enfrentamientos entre los manifestantes y el ESMAD y varios departamentos literalmente incendiados, Santos dijo una frase memorable: “El tal paro no existe”, y la opinión pública se le fue encima y lo castigó, o por lo menos eso reflejaron las encuestas.

Claudia López acababa de ser nominada como candidata presidencial por el Partido Verde, más tarde sería escogida como fórmula vicepresidencial de Sergio Fajardo . Llegó unos minutos tarde a nuestra cita, pero sabía que con ella la entrevista sería jugosa . Estaba acelerada, venía de hacer mil cosas, se sentó frente a mí, con el reto de analizar al Santos político . 

Vicky Dávila: ¿Cuáles son las razones de la impopularidad del presidente Santos?

Claudia López: Eso tiene que ver con varias cosas . Una es que ese señor es un extraterrestre: es el colombiano excelso de la élite, de un círculo de poder completamente alejado del colombiano promedio, común, que no tiene nada que ver con el colombiano al que dirige . Juan Manuel Santos no sabe qué es hacer una piñata en su casa con rocolita bailable, y con sancocho, y con lechona, y correr los muebles de la sala para que quepan los vecinos para hacer una parrandita porque estamos celebrando que ganó nuestro equipo de fútbol.

VD: Sin ser popular, ¿cómo ha logrado llegar hasta donde ha llegado? 

CL: Porque sabe manejar los hilos del poder . No es porque tenga ni carisma, ni empatía, y por eso no puede ser popular . Para poder ser popular tú tienes que tener empatía y carisma y la empatía es ser como el otro, tener identidad, pero identidades del alma, no fabricadas . Y carisma es saber interpretar al otro. Juan Manuel Santos no tiene un gramo ni de lo uno, ni de lo otro, y así pues ya mucha gracia que se haya hecho elegir, pero ya aspirar a ser popular es más o menos imposible… Él se hizo elegir porque es un jugador de póquer, es el típico. Yo no sé jugar póquer, pero los que saben de eso dicen que lo que se necesita para eso es estrategia, saber engañar al otro, interpretar los pasos y los intereses del otro, y saberse posicionar en su camino como si fuera un aliado, sin serlo . Yo creo que es exactamente lo que ha hecho Juan Manuel Santos a lo largo de su vida . Es un hombre formado, inteligente, ha sabido posicionarse en el camino de los que sí tenían popularidad, las causas que podían tener popularidad, parecer su aliado sin serlo, para sacar sus propios intereses adelante.

VD: ¿Es un utilitarista?

CL: Pero claro, total, es un equilibrista y un utilitarista por definición, porque él no tenía capital propio, lo que tenía era poder, plata y ambición, esas son las tres cosas que tiene y las que ha usado .

Claudia López habla directo como el país la conoce . Algunos la señalan, pero otros ven en su desparpajo su mayor valor, una mujer capaz de decirlo todo… Se acomodó mejor en la silla apoyando los codos en el escritorio, esperando mi siguiente pregunta:

VD: Usted habló del póquer y del engaño, ¿siente que Juan Manuel Santos usó también como estrategia el engaño, la deslealtad?

CL: Yo creo que él es un hombre leal solamente a sí mismo y a sus ambiciones, punto, y eso uno lo puede calificar como quiera. Habrá quienes consideren que eso es una enorme habilidad y una virtud y habrá quienes consideren que no. ¡Yo creo que Juan Manuel Santos es el típico que es capaz de vender a su mamá por virgen! Es un hombre súper ambicioso, que quiere el poder, que sabía para qué lo quería y que supo usar las tres cosas que sí tiene. No tiene popularidad y no la va a tener nunca, jamás… Entonces necesitaba los votos de otro que sí fuera popular y tuviera capacidad de endose. Hay muy pocos personajes que reúnen esas características en el mundo. En Colombia las reúne Álvaro Uribe, él tiene capacidad de endosar los votos. Ahora, yo creo que Álvaro Uribe sabía lo que le corría pierna arriba con Santos, puede que no tanto, pero por lo menos lo intuía. Porque obviamente Uribe hizo todo porque no fuera Santos, su preferido era Uribito, era obvio, lo creció, ¡lo volvió Uribito! Yo le agradeceré toda la vida a Noemí Sanín, le haré un altar porque nos salvó de Uribito. Porque si ella no le hubiera ganado la consulta conservadora, el Santos hubiera sido Uribito, no tengo la menor duda. Eso era imbatible, en el 2009-2010 esos tipos tenían toda la maquinaria, todo el poder, todos los organismos de control, toda la fuerza pública, los legales, los ilegales, todo. Eran una máquina muy difícil de derrotar, entonces eso solo era escoger el dummie.

VD: Y Santos fue el dummie…

CL: Sí, pero esa es la gran habilidad de Santos, logró volverse indispensable sin que el dueño de los votos y la popularidad quisieran, porque sus preferencias eran otras. Le tocó aguantarse porque ningún otro se posicionó, nadie despegó, nadie más estaba en el panorama, con Germán Vargas se odiaban. Germán Vargas se mira la mano todos los días y se acuerda por qué no es uribista. Entonces Vargas no iba a ser, Uribito no ganó, Noemí no tenía el menor chance a los ojos de Uribe y Mockus y la Ola Verde eran una amenaza. Entonces quedó Santos y él sabía que necesitaba a Uribe para llegar, pues Santos era un candidato que nunca había salido del margen de error en las encuestas, nunca. Tú puedes mirar desde los noventa que empezó a hacerse sonar. El tipo nunca en veinte años salió del margen de error de las encuestas hasta que dijo: “Yo por mis propios méritos no lo voy a lograr, necesito encaramarme y hacerme indispensable en el camino de alguien que sí tenga votos y capacidad de endose”. Y se le apareció la Virgen, ese alguien era Uribe. Muchos sienten que Santos les ha quedado mal, que le queda mal a todo el mundo y no es muy difícil encontrar esas historias, incluso entre quienes en algún momento por circunstancias diversas terminaron siendo sus aliados. Si hay una característica de la personalidad política de Santos, es esa, la deslealtad.

 * * *

Busqué a Gustavo Petro, candidato presidencial del progresismo, de izquierda. Casi no logro la cita, tuvimos que reagendarla varias veces porque surgía algún imprevisto. Petro siempre está viajando por el país, sus jornadas son largas, va y viene y se reúne con la gente, termina muy tarde . Una noche, ya con la cita confirmada, lo esperé dentro del carro al frente de su oficina, eran como las nueve. Vi que llegó en su carro apurado, entré al edificio y él apareció en el ascensor. Fue amable y reservado, como siempre, no sé si desconfiado. Él mismo abrió su oficina . Entramos, todo estaba oscuro, encendió las luces y había pocos muebles, no vi cuadros, ni muchos adornos, todo era muy sobrio, sencillo. Me llevó a la sala de juntas. Venía en traje de campaña, en jeans. Se notaba que el día había sido largo, creo que venía de Girardot. Nos sentamos y le expliqué de qué se trataba. Necesitaba que habláramos de Santos. En sus palabras, tras su experiencia con el primer mandatario, me dijo que sí. Encendí la grabadora: 

Vicky Dávila: Una palabra para definir a Santos…

Gustavo Petro: ¡Un hombre sin palabras!

VD: ¿Santos lo traicionó?

GP: A mí me traicionó de manera personal, con el tema del procurador y la destitución, porque él había dicho públicamente, y en reuniones conmigo mirando el problema que se avecinaba, que iba a respetar las medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La Comisión votó unánimemente las medidas cautelares a mi favor y Santos había dicho que las iba a respetar. Y al otro día las irrespetó. Me llamó para decirme que no iba a aceptar las medidas cautelares y que iba a nombrar a Pardo. Y cuando yo iba caminando de Palacio a la Alcaldía, que no es sino media cuadra, ya estaba él en televisión anunciando que Pardo era el alcalde. Eso fue una traición.

VD: Él le había prometido a usted otra cosa…

GP: Lo había dicho ante el país, ni siquiera ante mí. Yo le dije: “Van a votar y tenga usted en cuenta que van a votar a favor mío”. Me dijo que perdiera cuidado, que no había problema. Y pensé en que esa era la forma de hacer política de ellos y que por alguna razón él privilegiaba tener a Ordóñez a su lado —lo cual también fue una estupidez de Santos—, a tener un señor izquierdista y exguerrillero en la Alcaldía de Bogotá… Él creyó que al poner a Pardo entraba a controlar la Alcaldía, que no la tenía. Ellos estaban calculando una toma de la administración distrital pensando en que eso les iba a dar más fuerza electoral porque ya estaban en elecciones. Como a los dos días hacen una encuesta y se había derrumbado. El derrumbe de Santos comenzó con la destitución del alcalde de Bogotá. Él un poquito antes estaba ganando las elecciones de primera vuelta, luego inmediatamente se desploma. Esa fue mi gran ventaja. Yo pensé: “Este señor va a perder las elecciones y el que va a ganar es Zuluaga”. Yo estaba llenando plazas y ellos no llenaban un recinto cerrado. Yo estaba ardido con Santos, sentía piedra. 

En ese momento Petro aceleró el movimiento en círculos de sus dedos cogiéndose el pelo de una de sus patillas, parecía como si al recordar sintiera de nuevo esa rabia con Santos de la que me hablaba . Hoy está convencido de que sin su apoyo político esa reelección no habría sido posible.

GP: Un día me entrevisté con Iván Cepeda, que ya estaba en ese tema de las Farc, y sabía todo y me dijo: “Si gana Zuluaga, no va a haber paz, ¿cuál va a ser su posición?”. Yo le dije que ninguno de esos dos, yo estaba bravo. Le dije: “Vamos por una constituyente”. Cepeda sabía qué pasaba, sabía que ya Santos estaba muy adelante en el proceso y me dijo: “Petro, yo creo que usted debe estar junto a la paz”. No hablé nada más, sino que me fui a rumiar allá entre las cobijas, pero pensé el asunto. Es difícil deslindar los sentimientos personales de la acción política, y obviamente concluí que lo más conveniente era acabar la guerra y que Santos podía acabar la guerra. Las manifestaciones que se habían hecho en Bogotá apoyando a Santos en su esfuerzo con las Farc las había hecho yo, y grandes. Y sembrábamos los árboles juntos y a veces pensábamos, nos está utilizando, pero no había otra región que pudiera mover gente y Bogotá se movía con nosotros. Y por eso él se cae en las encuestas, porque los bogotanos sintieron, y mucha gente en el país, que era una traición, porque nosotros lo habíamos acompañado, no estábamos en el Gobierno, pero estábamos ayudando en el esfuerzo de la paz. Y esa noche dije pues sí, tampoco puedo ser incoherente, entonces les mandé una razón. Todavía no había llegado la primera vuelta, ya estaba caído en las encuestas, el hombre no iba a ser presidente. Y en alguna reunión con un colectivo, dije: “Bueno, nos toca tragarnos el sapo y decirle a Santos que lo vamos a acompañar si se compromete con el tema de la paz”. Incluso logramos un acuerdo con el Partido Liberal que nunca cumplieron y era que, en el gobierno que siguiera al de Santos, dos políticas públicas de la Bogotá Humana se volvieran políticas nacionales: en educación, la jornada única, y en salud, el modelo preventivo, que era un golpe contra la Ley 100. Lo firmamos, pero entró por un oído y salió por el otro.

VD: ¿Y Santos qué dice cuando usted le anuncia que lo apoya?

GP: El tema central obviamente era la paz. Santos acepta eso, y yo retorno a la Alcaldía, creo que antes de la segunda vuelta. Pero fue por obra de un juez, de una sala de tierras del Tribunal Superior de Bogotá, que fallan una tutela a mi favor, inesperadamente. Por supuesto la apelan y en la Corte Suprema tumban la tutela. O sea, yo debí haber sido destituido de nuevo, pero en el entretanto el magistrado Arenas, del Consejo de Estado, dicta otras medidas cautelares a favor mío.

VD: ¿Y después de eso qué pasó?

GP: Decido que varios de los funcionarios más ligados a mí se vayan, sigan en campaña, para hacer explícito el apoyo. Lo cierto es que Bogotá cambió, con mi reingreso. No sé si se cura la herida de cierta forma, no cambian los votos, sino que más gente sale y la mayoría bogotana vuelve a ser de Santos. Yo no sé si los uribistas comprendieron que por el sectarismo contra la alcaldía de la Bogotá Humana y por esa destitución que provocan con Ordóñez perdieron la presidencia. Porque si ellos no se meten con nosotros, ¿qué hubiera pasado? Pues nosotros seguimos gobernando, nos volvemos neutrales, no entramos como un actor político. Así yo fuese a votar por Santos, no le hubiese hecho campaña ni nada. Y Zuluaga hubiera ganado. Entonces nos llevan al terreno de la acción política, nos sacan de la Alcaldía. Hay la sospecha de que realmente lo que estuvo detrás no fue la política, sino la plata.

VD: ¿Cuál plata?

GP: Estamos tratando de que el fiscal pregunte al Ñoño Elías su vínculo con Novoa, la mano derecha de Ordóñez, que fue quien además firmó la destitución mía, el que hace la investigación. Pero hay una relación entre Novoa y el Ñoño.

VD: Pero ahí el Ñoño era santista…

GP: Es de todo, es que es la plata. El Ñoño tiene una relación con William Vélez Sierra, que es el empresario del aseo. Entonces esa es otra hipótesis.

VD: ¿En últimas, usted cree que Santos les debe a ustedes la presidencia, la segunda vuelta?

GP: Él gana por tres regiones que le responden: Bogotá —que no estaba en las cuentas y es evidente que hubo un cambio ahí porque en primera vuelta había ganado Zuluaga—, la Costa —que le atribuye a Germán Vargas, pero no, la Costa es petrista— y occidente, que sí es más influencia de ellos y del verde, del Polo. Esas tres regiones son las que le dan la victoria a Santos. Santos no hubiera sido presidente sin nosotros, ni Vargas Lleras vicepresidente. 

* * *

Los polos opuestos se atraen . En el caso de Gustavo Petro y Alejandro Ordóñez, las coincidencias en sus opiniones sobre Santos parecen acortar la distancia entre los dos. ¡Eso me sorprendió! Por eso recordé el día que Petro dio su voto para elegir a quien a la postre sería su verdugo.

Ordóñez es sarcástico y cada una de sus pullas casi siempre va arropada con una sonrisa. Nos vimos una mañana, ambos teníamos poco tiempo. Llegué a la sede de su campaña, una casa vieja ubicada en el sector de Teusaquillo en Bogotá. Lo esperé en un salón pequeño, que lo único que tenía era una imagen religiosa en la pared.

¡Su análisis sobre Juan Manuel Santos fue mordaz! 

Alejandro Ordóñez: Yo creo que la opinión pública percibió rápidamente la condición humana de Juan Manuel Santos: un hombre sin palabra, un hombre que se acomoda a la circunstancia, un hombre que 
 en todas sus decisiones siempre tiene agendas ocultas, un hombre que para completar sus aspiraciones no le importó traicionar a quien fuera su mejor amigo político, como es el caso del presidente Uribe… Y eso genera una actitud de desprecio al mentiroso, al desleal. Al presidente se le exige una manera de ser, un comportamiento. Se le pueden perdonar muchas cosas, pero ese género de circunstancia, de condiciones, de características de su personalidad, fueron rápidamente conocidas y sancionadas por la opinión pública.

VD: Petro describe a Santos igual que usted. Dice que es un hombre sin palabra. ¿Cómo le parece usted coincidiendo con Petro?

AO: Petro y Santos hicieron una alianza política muy conocida. El responsable de que Santos sea presidente, en el segundo periodo, se llama Gustavo Petro.

VD: Y sabe que él lo reconoce, y dice que Santos lo traicionó… AO: ¡Si traicionó a Uribe…! Ha traicionado a todos sus aliados políticos. Los traiciona por concretar sus vanidades personales.

VD: ¿Quiere hablarme algo más de esa responsabilidad que usted le encuentra a Petro en la reelección de Juan Manuel Santos?

AO: Claro, muy conocida. En alguna medida yo fui testigo, porque la destitución de Gustavo Petro, la confirmación de la destitución, se dio entre la primera y la segunda vuelta. Recuerden ustedes que Santos perdió en Bogotá y ganó Óscar Iván Zuluaga. Santos sabía que necesitaba los votos en Bogotá y acordó con Petro el respaldo… Ahora las malas lenguas, a mí no me consta eso, dicen que dentro de ese acuerdo político estaba la suspensión de la destitución de Petro. Que el presidente realizaba todas las gestiones para garantizar que se suspendiera la destitución de Petro en el Consejo de Estado y la contraprestación de Petro era el apoyo en Bogotá. A mí no me consta, pero personas muy bien informadas en su momento me contaron eso y muchos más detalles de las reuniones y de las personas que estuvieron presentes y de los compromisos del presidente Santos y de Petro, un compromiso político y otro sobre gestiones ante el Consejo de Estado para lograr la suspensión de la destitución de Petro. Ese respaldo político no fue gratuito y no me refiero a términos económicos, sino a términos políticos.

VD: ¿Santos hizo las gestiones?

AO: Pues suspendieron la destitución de Petro, no sé si las haría o no, pero la suspendieron en esos días.

VD: ¿A pesar de que fue una decisión del Consejo de Estado, usted se sintió sacado por Santos?

AO: Sí, claro, yo creo que sí. Fue una victoria pírrica, faltaba mes y medio o dos meses para terminar mi periodo y creo que la opinión pública percibió claramente cómo esa era una decisión política del Consejo de Estado.

VD: Cuando los periodistas le preguntaron en ese momento por usted, él simplemente dijo que usted salió por corrupción…

AO: Sí, esa ha sido una de las banderas que se han utilizado, pero es indudable que el Consejo de Estado para tomar esa decisión cambió una jurisprudencia que tenía desde hace veinte años y en esa jurisprudencia la designación de familiares era perfectamente avalada y estaba consignada en el artículo 126 de la Constitución, y los magistrados que tenían familiares, que eran dos o tres, manifestaron ese impedimento, entonces realmente lo que hubo fue una modificación de una jurisprudencia para producir efectos políticos y de esa manera estaban desarrollando y cumpliendo la agenda del presidente Santos… El presidente Santos cooptó la rama judicial, así como cooptó las otras ramas del poder, por eso es que hace rato en Colombia ha desaparecido la tridivisión de poderes . Aquí tanto el Legislativo como el Judicial terminan desarrollando las agendas presidenciales .

VD: ¿Hoy qué piensa de los cargos que les dio a familiares de magistrados?

AO: Esas personas se designaron no por ser familiares sino por cumplir unos requisitos exigidos en la ley… La ley no lo prohibía, la Constitución no lo prohibía, la jurisprudencia no lo prohibía. Yo pienso que en esa decisión el Consejo de Estado actuó más como partido político que como otra cosa.

VD: ¿Santos quería vengarse de usted?

AO: Claro, y el presidente Santos lo dijo de una manera desvergonzada un mes antes . En la posesión de un magistrado del Consejo de Estado se dirigió públicamente a esos magistrados pidiéndoles la premura. Y, desde luego, vale la pena advertir, en ese momento había una serie de investigaciones —no solamente la del general Palomino que usted conoce muy bien—, sino una que lo tenía muy mortificado a él: el ingreso de los doce millones de dólares a la campaña Santos presidente. Se estaba investigando a Germán Chica y a varios de los narcotraficantes extraditados… habían señalado cómo ellos habían recogido plata para ingresar ese dinero a la campaña del presidente Santos, y en el proceso se habían decretado esas pruebas, esos testimonios. Inicialmente ellos dijeron que no querían dar esos testimonios hasta que un buen día el abogado de Comba y de no sé qué otro de los narcotraficantes fueron a la Procuraduría a decir: “Nuestros clientes quieren rendir testimonio” . Y como la Procuraduría no puede practicar pruebas en el exterior, les dijo a las autoridades centrales, a la Cancillería y al Ministerio de Justicia: “Señores, por favor tramiten la solicitud para fijar fecha y hora a efectos de recepcionar estos testimonios” . Es en esa época en la que el presidente dice: “Sáquenlo, sáquenlo” . Eduardo Montealegre fue otro que fue cooptado por el presidente Santos, porque él fue el gran elector de Santos. Recuerde en la segunda vuelta todo lo que hicieron con lo del famoso hacker, que hoy todavía no sabemos qué fue lo que pasó.

VD: ¿A usted qué impresión le quedó como procurador de esa investigación?

AO: Fue una estrategia política del Gobierno, del fiscal aliado de Santos, para lograr generar efectos políticos en la segunda vuelta e impedir que Óscar Iván fuera el presidente. Por eso digo que fue el gran elector de Santos, no fueron los Ñoños ni los Musas, sino Eduardo Montealegre, que era el otro aliado del presidente Santos.

 * * *

Juan Manuel Santos tiene fama de ser un hombre casi imperturbable cuando sus objetivos políticos se ven amenazados. Pocas veces en su gobierno se le ha visto exaltado y casi siempre que perdió los estribos fue por cuenta de su peor pesadilla, Álvaro Uribe Vélez. Los dardos le han llegado desde todos los flancos. Pareciera que muchos le tienen un rosario de quejas y reclamos, por su forma de hacer política, por lo que ha hecho y por lo que ha dejado de hacer.

El senador Jorge Enrique Robledo es un político muy respetado, de izquierda, con aspiraciones presidenciales. Acompañó el proceso de paz con las Farc, pero fue un crítico juicioso del Gobierno. Con esa disciplina terminó tumbando al mejor amigo de Santos, Carlos Urrutia, cuando este se desempeñaba como embajador de Colombia en Washington. Todo por un lío de compra de tierras en Vichada que habría asesorado la oficina de Urrutia.

Vicky Dávila: ¿Cómo define usted a Juan Manuel Santos, doctor Robledo? Jorge Enrique Robledo: Ustedes hacen unas preguntas dificilísimas, Vicky. Yo nunca había pensado…

VD: O muy tontas… (risas)

JER: ¿Cómo uno va a definir a Santos? No, no sé. Yo diría que como una persona profundamente retardataria en los asuntos medulares de la vida del país. Por ejemplo, dicen que es castrochavista y si usted mira en la revista Semana del 12 de febrero del 2011, él dice: “Yo soy pro estadounidense”, así se define él. Yo creo que esa es la mejor definición de Santos, si se trata de definirlo: “Yo soy pro estadounidense”, que es la negación de cualquier cosa que pueda parecerse al castrochavismo. Es que no nos olvidemos que el proceso de paz es un proceso manejado por los gringos. O sea, ahí no se movió una hoja que no tuviera el visto bueno de los Estados Unidos. [Bernard] Aronson estuvo ahí día y noche. Ahora, claro, Estados Unidos hace cuentos con eso y todo, pero esa es la realidad del asunto.

VD: Usted podría decir que prácticamente es como si no conociera realmente bien a Santos. Lo conoce como cualquier colombiano.

JER: Le conozco su pensamiento bien, más que su carácter, ¿no? Ahora, es hábil, habilidoso como político, lo que no es propiamente un homenaje en este país (risas). Claro que tampoco tanto, porque mire la oposición que tiene.

* * *

Si alguien tuvo la cercanía con Juan Manuel Santos para conocerlo milimétricamente es Juan Carlos Pinzón. Lo acompañó como secretario privado, viceministro de Defensa, ministro y embajador de Colombia en Estados Unidos. Hoy están distanciados, la campaña política los separó, pero principalmente el proceso de paz con las Farc. Pinzón no admite haber traicionado a Santos, se mantiene en que, con sinceridad, siempre le dijo personalmente lo que luego dijo públicamente. Santos, que ha sido señalado por cambiar sus posiciones políticas drásticamente entre su paso por el uribismo y su desempeño como presidente de Colombia, en una entrevista en Blu Radio afirmó (el 29 de junio de 2017), refiriéndose a las posturas de Pinzón, muy críticas con la entrega de armas de las Farc: “Los clásicos tenían razón cuando decían que la lucha por el poder saca a relucir lo peor de la condición humana”. Con carácter, pero con dolor, Pinzón trata de entender las actuaciones de Santos.

Vicky Dávila: Cuando usted tenía esos encuentros con él de sinceridad, ¿cómo era la actitud del presidente?, ¿era agresivo, era decente, cómo era?

Juan Carlos Pinzón: Mire, por mucho tiempo yo tuve una relación con el presidente en la que le hablaba con decencia, nunca fui grosero, ni desobligante, todo lo contrario, exageradamente respetuoso dada mi formación militar, que me viene de la casa. Cuando hablo con el presidente, hablo es con el jefe de Estado de Colombia. Entonces siempre yo le hablé con mucho respeto, pero con mucha claridad. Ahora, él siempre fue muy dado a escuchar, pero cuando fue pasando el tiempo, cada vez fue más intolerante a escuchar y posiblemente a escucharme a mí, porque seguramente le habían dicho que yo era un traidor, que quién sabe en qué andaba. La verdad es que yo nunca hice nada diferente a decir exactamente lo que pensaba y se lo dije a él siempre. VD: Esa es su actitud, pero, ¿y la actitud de él cómo era?, ¿se alteraba?

JCP: No, yo creo que en general siempre fue de escucha. Él es un hombre que puede ser muy frío y escuchar, escuchar, escuchar.

VD: Así no le guste.

JCP: Así no le guste. Ya en la fase final sí note que fue envenenado, entonces se volvió muy reactivo y de verdad se le volvió una fijación derrotar a Uribe y posiblemente a Uribe derrotarlo a él. No puedo hablar de Uribe, porque yo no he hablado con él de estos temas, y honestamente no he tenido mayor encuentro con él.

VD: Entre otras cosas, usted sí conoce bien a Santos. Defíname a Santos. JCP: El Santos que yo conocí. VD: El Santos que usted conoció.

JCP: El Santos que yo siempre conocí —se lo puedo poner de esta manera— siempre fue un hombre abierto a escuchar. Lo que yo más admiré del presidente Santos es que siempre fue un hombre que estaba dispuesto a escuchar distintas posiciones, que no se dejaba capturar por nadie, que así la gente le diera cizaña por un lado, cizaña por el otro, él mantenía su posición independiente. Eso fue tal vez lo que yo siento que pudo haber cambiado. Pero era realmente una persona que escuchaba y se rodeaba de distintas posiciones, de todo el mundo. VD: ¿Usted cree que Santos traicionó a Uribe? JCP: No. Yo creo que Santos quiso ser un presidente. Ya elegido, ejercer como presidente, y yo creo que cualquiera que conociera a Santos tenía que saber que eso iba a pasar. Incluso por eso, si yo soy elegido presidente, quiero que a todo el mundo le quede clarito: yo no me voy a poner a decir una cosa para luego hacer otra. Tal vez eso es lo que le cobran: que sí dio la impresión de que estaba de uribista…

VD: Pues no dio la impresión: fue.

JCP: Bueno, fue totalmente.

VD: Lo eligieron, él mismo lo dijo, lo eligieron para continuar el legado de Uribe.

JCP: Sí, pero una cosa es continuar un legado y otra cosa es suponer que alguien tiene que ser subalterno del que se fue.

VD: Claro, es diferente.

JCP: Creo que ahí es donde uno y otro —el uno por independizarse se va mucho y el otro por no aceptar esa independencia— empiezan a exigir unas lealtades y eso termina ya ahí. Además están los grupos que rodean a la gente, alimentando odios, y eso fue lo que terminamos viviendo.

VD: Quienes dicen “Juan Carlos Pinzón es un traidor”…

JCP: No, para nada. Las opiniones que yo tengo no son de esta mañana ni del día en que decidí volver a Colombia, es una construcción que es permanente y que además son posiciones que nunca cambiaron y que manifesté internamente, hasta el punto que dentro del Gobierno para unos era la piedra en el zapato, para otros era el que iba a acabar con el proceso de paz. Alguien alguna vez me dijo que era terrible cuando el presidente viajaba conmigo porque volvía y les cambiaba todo lo que ya habían acordado y yo lo que les decía es: “Perdóname, pero no es por eso, es porque tenemos un diálogo sincero y franco”. Y yo creo que fui siempre muy leal con el presidente en decirle todo lo que no me gustaba y lo que no me parecía, con mucha transparencia.

VD: En el 2010, cuando usted es nombrado su secretario, ¿se imaginó siquiera que iba a haber un proceso de paz con las Farc?

JCP: Sí, creo que sí, porque yo venía de estar en el Ministerio de Defensa y de hecho es posible que incluso haya ayudado a esa idea sobre la teoría de que los conflictos se tienen que acabar y que el uso de la fuerza es para producir un objetivo final que era la paz. Lo que nunca me imaginé era que en la negociación, en algún punto, entráramos a ceder cosas que no eran necesarias.

VD: ¿Dio más de lo que tenía que dar?

JCP: Sí, debilitamos la posición negociadora.

* * *

Llegué a mi encuentro con Sergio Fajardo, salió muy informal, con sus jeans y su saco de hilo. Estaba radiante, las encuestas en ese momento le daban la presidencia, aunque dijo que no hacía encuestas propias, pero era lógico que estuviera contento. No lo vi con ánimo desobligante con respecto a Santos, lo primero que hizo fue reconocerle a Santos las obras que el Gobierno patrocinó en Antioquia, su departamento. Fajardo resaltó su amable relación con el presidente, lo sentí respetuoso.

Vicky Dávila: ¿Cercano? ¿O amable?

Sergio Fajardo: Amable, seriamente amable. Uno está muy viejo para saber cuándo es zalamería. De hecho yo conozco a Tutina desde que era una niñita porque la mamá de Tutina es una señora antioqueña, Cecilia Múnera, del pueblo del que era mi abuela y ella es prima hermana de un tío mío. Entonces yo conozco a Tutina, a Mauricio, a todos ellos, desde que estábamos chiquitos, pues yo era mayor, pero los conozco desde hace muchos años.

VD: Pero usted no debe ser muy mayor con respecto a ella.

SF: No, pues poquito, pero era chiquita, era como los primos y eso. Entonces hay unos chiquitos y unos más grandecitos. Pero quiero decir que Juan Manuel Santos siempre fue respetuoso y amable. En la relación con el gobierno departamental siempre estuvo atento a lo que nosotros decíamos. Voy a hablar de cosas positivas: gracias a él, a Juan Manuel Santos, se están construyendo esas vías de las autopistas de la prosperidad en Antioquia; fue por él, por su decisión personal de que eso se hacía. Ahora, lo que yo creo dentro de todo esto —y tiene que ver con el espíritu de él—, él no tiene dentro de su condición humana la capacidad de conectar, no tiene carisma. Yo creo que eso lo sabe todo el mundo, eso no tiene nada de raro. Y esa es la razón principal: no conectaba y no fue capaz de conectar con las personas, llegar a las personas directamente. Además porque yo creo que cuando se relacionaba con los “políticos”, los congresistas, él pensaba: “Es con estos con quienes yo me entiendo y aquí hacemos el gobierno y todas estas cosas”. Eso era totalmente remoto de la gente.

VD: O sea muy centralizado…

SF: Sí, además en ese esquema, el del clientelista más puro, la mermelada y todo eso desfiguraba cualquier posible relación. Conmigo era distinto porque era un gobierno diferente. Pero eso no permitía conectar. Aparte del tema de Uribe —que usted lo analizará y yo no voy a gastar tiempo hablando de que pelearon o no pelearon—, lo que pasa es que eran los mismos y es el mismo gobierno, o sea son las mismas personas, dieciséis años las mismas personas gobernando Colombia, repito, amigas mías, unas valiosas dentro de todo eso… Yo creo que hay un cierto tema dentro del liderazgo. He reflexionado al respecto y tiene que ver con: ¿Usted qué representa? Cuando usted se sienta con Álvaro Uribe, usted sabe qué representa, puede que le guste o no, pero sabe qué representa. Y si usted se sienta con Antanas Mockus, puede que le guste o no, pero usted sabe qué representa. Y esos son los que marcan la diferencia… Santos es una persona que usted la tiene en frente y dice: “Bueno, entonces cómo conecto acá…”.

* * *

Algunos que trabajaron durante años con Juan Manuel Santos lo describen como un político de poco liderazgo, que siempre tenía en su mesa de noche alguna biografía de un pensador, seguidor de Churchill, alejado de la realidad del colombiano común, poco profundo y con fama de ser un trabajador liviano. Sus más cercanos colaboradores siempre tuvieron miedo cuando lo veían improvisar en sus declaraciones públicas en momentos cruciales. Alguno me aseguró que sufrían porque generalmente “metía la pata”. Otros me expresaron con pesar que Santos jamás construyó un equipo sólido que lo admirara, para el cual él fuera un líder. Sus ojos siempre estuvieron puestos en lo que opinaban en el exterior sobre él y no precisamente en el concepto que se iba formando en la opinión pública colombiana sobre su gestión de gobierno. La teoría de Iván Duque sobre Santos, el candidato presidencial del Centro Democrático, es sobrecogedora.

Iván Duque: Creo que la obra de gobierno de Santos está marcada en su primer gobierno por un complejo de inferioridad con Álvaro Uribe tremendo. Trata de pasar por encima de él en su dimensión, en todo sentido, y por eso viene el desmonte de todas las características del gobierno de Uribe. Vicky Dávila: Hábleme de ese supuesto complejo de Santos…

ID: Yo creo que Santos nunca quiso aceptar la dimensión histórica de Uribe. Lo hizo en la campaña, para ganar la presidencia, pero él siempre se ha sentido superior a Uribe. Como político y por su legado político. ¿Por qué lo veo así? Primero, Santos fue incapaz de continuar los consejos comunitarios. Primero los asesores le dijeron que no podía dejar de hacerlos, y no los pudo continuar, porque no quiso, su estilo es desligado, a él no le gusta el diálogo con la ciudadanía.

VD: ¿Y si quería desmarcarse, no porque se sintiera superior a Uribe, sino porque quería hacer su propio gobierno?

ID: ¡Por complejo! Yo creo que él es un acomplejado frente a la dimensión de Uribe, él quería distanciarse totalmente de Uribe, tenía la presión de ser independiente.

VD: ¿Cómo repercutió eso en la relación de Santos con el ciudadano común y corriente?

ID: Yo creo que la gente empezó a notar una diferencia de un presidente cercano a la ciudadanía a un presidente nuevamente lejano a la ciudadanía. De un presidente sin libreto a un presidente totalmente libreteado. Uribe era una persona de mucha reacción espontánea con la ciudadanía, de enfrentar los problemas con la ciudadanía con diálogo real, genuino, demorándose horas, escuchando a todo el mundo. Santos tiene un temperamento totalmente distinto a eso. Este es un país donde hay tantos casos en microdetalle, que se necesita un presidente que tenga amor por los detalles y entendimiento de los detalles. Santos es una persona que ejerce el liderazgo totalmente distante de los detalles, delega todo y delega mal. ¿Hemos tenido cuántos ministros de Justicia? ¿Siete? ¿Cuántos ministros de Minas? ¿Seis? ¿Cuántos ministros de Ambiente? ¿Cinco? El cambio constante de quienes toman las decisiones es una de las características del gobierno de Santos y de su desastre administrativo. Son cambios que la ciudadanía también empezó a percibir.
 

VD: ¿Usted cree que ese es el principal motivo de la impopularidad de Santos, la distancia con Uribe?

ID: Su distancia con el pueblo colombiano. Y creo que hay otra cosa: Santos privilegió más el diálogo con los armados que con la ciudadanía decente y de bien. La gente empezó a resentir eso. Si a mí me preguntan conceptualmente qué era lo más interesante del gobierno de Uribe, es que era un gobierno que no resolvía quizás todos los problemas, pero trataba de atenderlos y siempre dialogaba con la ciudadanía. Y este es un gobierno que prefirió dialogar con los violentos y por eso es un gobierno que reacciona más a las presiones de las vías de hecho que a agotar el diálogo con la ciudadanía, en el agro, con los educadores, los movimientos de dignidades, con los transportadores, con la rama judicial.

VD: ¿Usted cree que Santos es vanidoso?

ID: Yo creo que en general los políticos suelen tener la vanidad como uno de sus grandes enemigos. Pero lo que define a un líder y a un político en cuanto a la vanidad es quién se deja doblegar por ella y quién no.

VD: Entonces le cambio la pregunta: ¿Santos se dejó doblegar por la vanidad?

ID: Sí, yo creo que su gobierno lo refleja, porque no dejarse doblegar por la vanidad es estar dispuesto a concertar en aras del interés nacional, y no solamente con Uribe, sino con el resto del país que tiene una posición distinta. La prueba de ellos es que, después del triunfo del No, la vanidad lo llevó a mover a sus propias mayorías parlamentarias, derrotadas en las urnas, a refrendar en el Congreso un acuerdo que había sido derrotado por el mandato popular y después buscó en las cortes valerse de sus influencias para que la Corte terminara validando una refrendación espuria por parte del Congreso.

* * *

Nadie puede decir que Juan Manuel Santos no se preparó toda la vida para llegar a Palacio, tal vez quiso ser el “Mandela” colombiano. Fue cadete de la Armada cuando aún no cumplía la mayoría de edad y es economista y administrador de empresas de profesión: Santos fue a la Universidad de Kansas en Estados Unidos, y sus posgrados en Economía, Derecho Económico y Administración Pública los obtuvo en la Escuela de Economía de Londres (London School of Economics) y la Universidad de Harvard.

Fue ministro de Gaviria, de Pastrana y de Uribe. Y ya como presidente su obsesión por la paz lo llevó a jugarse todo su capital político con el proceso de La Habana.

Marta Lucía Ramírez trabajaba en las coaliciones para concretar sus aspiraciones presidenciales cuando nos vimos una mañana en su oficina. La charla fue extensa, se mostraba segura y llena de argumentos. En el fondo se notaba adolorida con el gobierno de Juan Manuel Santos.

Marta Lucía Ramírez: Yo creo realmente que Juan Manuel Santos es una persona que tuvo todas las condiciones para haber hecho un excelente gobierno, para haber continuado realmente en ese sendero de progreso, de estabilización, de liderazgo de Colombia inclusive a nivel internacional. Pero desaprovechó la oportunidad porque estaba cegado por su ambición personal, porque a él le pudo mucho más su deseo de protagonismo para la historia que lo que realmente implicaba conectarse con lo que necesitaba el país. Él puso primero su protagonismo, que la necesidad del país. Y por esa razón es un presidente que estuvo sentado en Bogotá. Yo soy bogotana y a mí me da una pena cuando dicen que a los bogotanos no les interesan las regiones, porque a muchos bogotanos sí nos interesa de verdad lo que sucede en la provincia. Pero fue el típico bogotano encerrado en Bogotá decidiendo desde acá qué era lo que le convenía a cada uno. Fue un presidente que además, durante sus ocho años, mostró una gran improvisación en el manejo del Estado cuando en teoría era uno de los más preparados. Pero toda esta improvisación es producto realmente de esa obsesión en su propia figura. Yo creo que Juan Manuel Santos en la presidencia se ha mostrado tal y como es. Él tenía un cálculo de qué era lo que quería llegar a hacer en la presidencia y la tontería fue la cantidad de colombianos que no nos dimos cuenta, incluyéndome.

* * *

Ya fuera de la presidencia, el futuro de Santos seguro estará más en el exterior que en Colombia. Sus conferencias en el mundo como nobel de la Paz le serán muy bien pagadas y gozará de atenciones y reconocimiento. No estoy segura de que en su país, por lo menos por ahora, sus malquerientes se reconcilien con su obra, aunque todos los días haya que reconocerlo como el hombre que desarmó a las Farc tras medio siglo de guerra.

* * *

Vicky Dávila: ¿Cómo recordará el país a Juan Manuel Santos?

Iván Duque: Como a José Vicente Concha.

VD: ¿Por qué?

ID: Porque usted no se acuerda de él. No estoy molestando. Hablando en serio, yo creo que va a ser recordado como un presidente más.

¡Si es así o no, solo el tiempo lo dirá! Lo cierto es que el proceso de paz con las Farc, la forma de hacer política de Juan Manuel Santos, la polarización que se profundizó en Colombia en sus ocho años de gobierno, sus estrategias, muchas veces polémicas para lograr sus objetivos, por nobles que hayan sido, sus alianzas, enemistades, deslealtades, vanidades y las decisiones que tomó, pasarán a la historia.

Por Vicky Dávila

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar