¿El fin de Cambio Radical?

Qué pasó y para dónde va el partido que nació para elegir a un Presidente y que ahora parece deshacerse en medio de rumores y de pujas entre Vargas y los Char.

Yann Bassett*
23 de abril de 2019 - 03:00 a. m.
Con la reciente elección de Carlos Cuenca como candidato a la presidencia de la Cámara, Vargas Lleras se impuso sobre la casa Char, de Barranquilla.  / Archivo El Espectador
Con la reciente elección de Carlos Cuenca como candidato a la presidencia de la Cámara, Vargas Lleras se impuso sobre la casa Char, de Barranquilla. / Archivo El Espectador

Cambio Radical (CR), uno de los partidos más poderosos del país, está sobre la cuerda floja por la pelea entre Germán Vargas Lleras y el poderoso clan de los Char. CR se ha mantenido como uno de los principales partidos desde la reforma política de 2003, que obligó a los dispersos caciques regionales a unir sus maquinarias en colectividades más amplias. Tanto el Partido de la U como CR nacieron al amparo de la popularidad de Álvaro Uribe, pero ninguno de los dos tenía un programa político específico. En realidad, ambos daban testimonio de la naturaleza transaccional de la política colombiana: los políticos regionales y el gobierno central se necesitan mutuamente, pues intercambian votos por recursos administrativos y financieros.

No obstante, a diferencia de la U, CR sí tenía jefe: Germán Vargas Lleras. Y este jefe era reconocido implícitamente como el candidato presidencial del partido. Vargas tenía la autoridad para fijar la estrategia del partido en el ámbito nacional, pero esto no significaba que tuviera el control efectivo sobre la organización. En realidad, los caciques que se unieron para crear CR eran autónomos.

Vargas necesitaba a los caciques porque sus maquinarias le aseguraban votos para la Presidencia, y los caciques necesitaban a Vargas porque él podía conseguir puestos y recursos. Sobre la base de este compromiso, aumentaron las apuestas sobre las posibilidades de que Vargas llegara a la Presidencia. En 2018, Vargas se presentó como el “heredero de Santos”, y esto pudo ayudar al buen comportamiento electoral de CR: obtuvo la segunda votación total para el Senado y la tercera votación a la Cámara. Pero aunque muchos congresistas  lo apoyaron, Vargas acabó en el lejano cuarto lugar en las elecciones presidenciales.

Los caciques sin líder

La derrota de Vargas en 2018 demostró la intransferibilidad del voto legislativo al voto presidencial. Esta lección significaba que el compromiso de CR desde su creación ya no tenía razón de ser. Primero porque la contundencia de la derrota hacía improbable un retorno de Vargas a la carrera presidencial, y segundo porque su caso muestra que apostarle a un “presidenciable” con años de anticipación es sumamente incierto. Pero Vargas, derrotado, se movió para mantener su jefatura y logró mejorar la posición negociadora de su partido en relación con el gobierno de Duque. Duque no quiso o no pudo formar una coalición mayoritaria, y por eso depende de los acuerdos que logre en el legislativo. Esto pone a los congresistas en una buena posición para obtener puestos y recursos.

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La actitud de CR es completamente distinta de la del partido de la U. Este segundo partido tuvo un descalabro en las urnas, y como no tenía una cabeza clara, no tuvo más remedio que entrar en la coalición de gobierno para conservar su cuota de poder. En cambio, CR escogió la “independencia” para subir el precio de sus apoyos al gobierno. Además, Vargas presentó una serie de propuestas legislativas importantes para tratar de manejar la agenda y poner contra las cuerdas a Duque.  Pero Vargas no la ha tenido fácil. Desde que CR se declaró un partido independiente, algunos congresistas anunciaron su intención de ingresar al oficialismo. Finalmente el desacato a la orden de no votar el Plan Nacional de Desarrollo (PND) marcó la división del partido.

Vargas vs. Char

El eclipse de Vargas no es la única razón por la cual se está agrietando CR. A la sombra de Vargas floreció un cacicazgo destacado: el del clan Char que, en cabeza de Alex, controla la alcaldía de Barranquilla desde 2008. A eso se le suma la curul de Arturo Char en el senado. Mientras aprovechaba la salida de veteranos como Roberto Gerlein para consolidarse en Barranquilla, el clan Char empezó a tejer una red de alianzas por todo el Caribe. Hoy, siete de los dieciséis senadores del partido son de la región y están más o menos alineados con los Char. Este panorama cambia más todavía la relación de fuerzas en el seno de CR. El auge del clan Char los pone por encima de los demás caciques del partido y ya suscitó rumores sobre aspiraciones presidenciales de Alex. Esto desestabiliza más a Vargas.

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De hecho, los congresistas del charismo fueron los más renuentes a declarar el partido como independiente. Esos mismos congresistas salvaron el PND en el Congreso, y resistieron la intención de CR de hundir las objeciones de Duque. Por eso, Vargas acusó a los congresistas del charismo de recibir “mermelada” del gobierno. Esto sacó a la luz del día el conflicto entre los dos bandos, hasta causar los rumores de división abierta del partido. Pero es poco probable que la pelea llegue hasta este extremo: primero, porque la legislación no permite que los congresistas cambien de partido ni que funden uno nuevo a menos que abandonen sus curules. Por lo tanto la división formal de CR no es posible a menos de que se vote de nuevo, como en 2010, una “amnistía” para que los congresistas puedan cambiar de partido por “una sola vez”.

Segundo, porque no todos los integrantes de CR están en alguno de los dos bandos. Los Char cuentan con la poderosa bancada caribe del Senado y con una minoría de los representantes, mientras que los varguistas son más fuertes en la Cámara. Pero muchos congresistas no están interesados en alinearse de un lado u otro. Por ahora ninguno de los bandos tiene razones urgentes para armar toldo aparte. Así, CR debería poder sobrevivir la tormenta a corto plazo, pero con una división interna que ya no le permitirá actuar como el fiel de la balanza en el Congreso, como quería Vargas. A su vez, eso podría dar un respiro al gobierno que puede ganar algo de margen de negociación.

* Profesor de la Universidad del Rosario y analista de Razón Pública.

Esta publicación es posible gracias a una alianza entre El Espectador y Razón Pública. Lea el artículo original aquí. 

Por Yann Bassett*

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