El libro de Santos: algunas lagunas

De expresidente para expresidente: reseña de Ernesto Samper Pizano al libro de Juan Manuel Santos.

Ernesto Samper Pizano *
06 de mayo de 2019 - 08:22 p. m.
El expresidente Ernesto Samper Pizano pone glosas al libro de su colega Juan Manuel Santos. / El Espectador: Foto de Óscar Pérez, modificada
El expresidente Ernesto Samper Pizano pone glosas al libro de su colega Juan Manuel Santos. / El Espectador: Foto de Óscar Pérez, modificada

Dediqué buena parte de mis lecturas de Semana Santa al libro de Santos sobre la paz. Se trata de un buen relato, bien organizado y escrito, un poco adanista para mi gusto, pero útil como referente de cómo se cocinó el proceso de paz que terminó en los acuerdos de La Habana. Encontré, sin embargo, algunas lagunas que deben aclararse en aras de su fidelidad histórica.

La primera tiene que ver con el tratamiento casi despectivo que le asigna el libro al papel que jugó el expresidente Uribe, durante su gobierno, en la construcción del escenario que después hizo posible la paz. “A Álvaro Uribe se debe —dice el expresidente Felipe González en el prólogo— haber llevado a los alzados en armas a la convicción de que por ese camino no llegarían al poder” (pág. 24). Es difícil pensar, conociendo al expresidente Uribe, que él no hubiera estado —como plantea el libro— al mando de las decisiones que rodearon la Operación Jaque (pág. 156) o la de Sucumbíos en Ecuador (pág. 219), que acabó con la vida de Raúl Reyes. El hecho de que Uribe, con miopía política a mi juicio, después de años de combatir contra las Farc, no hubiera reivindicado esta lucha como una contribución al inicio del proceso de paz —como sí lo hizo Santos— no significa que hubiera estado ausente de los operativos que este reivindica como propios en su texto.

La segunda tiene que ver con el tratamiento que le asigna el libro al papel que jugaron las Farc como contraparte en el proceso. Salvo menciones personales de algunos líderes guerrilleros, su autor pasa por alto que de no haber sido por la voluntad de la guerrilla en el proceso de La Habana y la renegociación que terminó en el Teatro Colón, ningún acuerdo hubiera sido posible. Y aunque el libro menciona otros procesos de paz en que fueron reconocidas con el Nobel las dos partes, como David Trimble y John Hume en la negociación de Irlanda del Norte (1998), Frédéric Leclerc y Nelson Mandela en la de Sudáfrica (1993) e Isaac Rabin y Shimon Peres con Arafat, no explica por qué las Farc fueron excluidas del Nobel concedido. Ninguno de ellos asistió, hasta donde me acuerdo, a la entrega del premio a Santos en Oslo, a la cual tuve el honor de asistir.

La tercera laguna me involucra como parte interesada. Se trata de la conspiración que organizó Santos contra mi gobierno alrededor de un supuesto proceso paralelo de paz del cual, como bien reconoce en el libro, jamás fui informado. A finales de mi mandato comenzamos a recibir noticias, desde la cárcel de Itagüí, de que Juan Manuel Santos y Álvaro Leyva andaban promoviendo un acuerdo de paz con las Farc, esmeralderos, paramilitares y otras organizaciones al margen de la ley. Conociendo a sus inquietos promotores, al comienzo no le puse mucha atención al tema. Hasta un día, cuando el ministro de Defensa, Gilberto Echeverry, me llevó una cinta grabada por inteligencia militar, donde se escuchaba una conversación, a través de un teléfono clandestino de las Farc, en la cual Santos trataba de convencer a Raúl Reyes de que aceptara, como parte de su mesiánico plan, la exigencia de mi retiro del gobierno para dar paso a uno de transición que, suponíamos, deseaba encabezar el propio Santos. Entonces me di cuenta de que el acuerdo no era tan “inofensivo” como lo pinta el autor en su libro y le pedí a José Noé Ríos, consejero de Paz, que lo develara al día siguiente en una rueda de prensa en la zona cafetera. Así lo hizo y hasta ahí llegó.

Esta circunstancia no me impidió, cuando ya Santos estaba en la Presidencia y después de una larga conversación sobre su propuesta de paz, durante la cual me reconoció que se había equivocado al desconocer el gobierno, aceptar su invitación para apoyarlo; lo que hice entonces y sigo haciendo ahora, cuando nos estamos dando cuenta de que la paz era mucho más que el silencio de los fusiles y que Santos dejó los cimientos, pero falta construir el edificio.

* Expresidente de la República.

Por Ernesto Samper Pizano *

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