El primer gran reto para Iván Duque: repartir la torta

Contrariamente a lo que muchos dicen, la gobernabilidad del presidente electo no está asegurada. Y ya se han visto las primeras señales.

Andrés Dávila*
04 de julio de 2018 - 10:46 a. m.
Iván Duque Márquez tomará posesión en la Presidencia el próximo 7 de agosto.  / EFE
Iván Duque Márquez tomará posesión en la Presidencia el próximo 7 de agosto. / EFE
Foto: EFE - Ernesto Guzm·n Jr

Desde la semana pasada se comenzó a dibujar el escenario de gobernabilidad del presidente electo Iván Duque. Aunque no se conocen decisiones definitivas y aún suenan muchos nombres para su gabinete, saltan a la vista algunos rasgos interesantes del sonajero. Detrás de ello hay dos grandes retos para el nuevo presidente.

¿Cómo dejar contentos a todos?

La primera cuestión es repartir los cargos para dejar satisfechos a los distintos sectores que lo apoyaron. Aunque de cara al público haya un discurso de independencia y se hayan mencionado algunas reglas –como la edad y el sexo de los escogidos–, la conformación del gabinete debe mantener un difícil equilibrio. De entrada, es necesario satisfacer al Centro Democrático y al senador Uribe. En esta primera repartición seguramente se dará una parte importante del gabinete a las fuerzas principales del uribismo. Probablemente allí quedarán algunos nombres que estuvieron en la disputa inicial –como el de Carlos Holmes–, pero falta ver las condiciones y exigencias de personas como Alicia Arango, Rafael Nieto y hasta Francisco Santos, que estará entre los interesados en aspirar a la Alcaldía de Bogotá. No hay que olvidar tampoco a los candidatos que se quemaron en las legislativas, como Alfredo Rangel.

Algunas personas conocidas por tener un perfil más técnico tendrán un lugar clave en el empalme y en la primera alineación, como Alberto Carrasquilla y Jorge Mario Eastman. En el caso del primero, pese a que le gustan las propuestas polémicas, es segura la ortodoxia en el manejo de la política económica, con algunos atisbos neoliberales y proempresariales. El segundo seguramente retornará al sector de defensa o se convertirá en consejero cercano del gobernante electo.

Un segundo sector que Duque tendrá que satisfacer es el que recogen el expresidente Pastrana y la vicepresidenta Ramírez. Aunque aparentemente haya un común denominador, los elegidos no necesariamente dejarán satisfechos a ambos sectores. Entre los posibles escogidos, Miguel Ceballos podía tener un lugar relevante para marcar el rumbo y, posiblemente, la relación con el Congreso. No obstante es de esperar que la vicepresidenta quiera hacerse cargo de temas como seguridad o comercio exterior, en los que ya trabajó como ministra.

Falta ver si queda algún resquicio para mantener satisfechos a Viviane Morales, al exprocurador Ordóñez y a los sectores más recalcitrantes del Centro Democrático que inicialmente no vieron con buenos ojos la candidatura de Duque. Suenan también nombres con poco recorrido, pero con mucha cercanía al presidente electo, como Felipe Buitrago. Aunque mencionarlo para Hacienda o para el Departamento Nacional de Planeación es un desatino por su inexperiencia en la tecnocracia económica. La cuestión es si alcanzará la torta para repartir entre todos.

Incertidumbre legislativa

La segunda cuestión consiste en conformar una coalición mayoritaria en el Congreso para sacar adelante una agenda legislativa. Aunque la puja por la JEP mostraría para algunos un dominio indiscutible, la situación es mucho menos sólida de lo esperado. De entrada, el resultado de la segunda vuelta mostró que hay una oposición —desorganizada, pero vigente —que hará sentir sus posiciones y sus diferencias. El tono de discurso de Gustavo Petro indica, además, que será una oposición mucho más beligerante y, por lo tanto, distinta de la que hubo durante los últimos 16 años.

Tanto Uribe como Santos gozaron de coaliciones mayoritarias contundentes, que fueron alcanzadas con grandes dosis de recursos públicos, contratos y puestos. Usaron desde auxilios parlamentarios hasta la metafórica mermelada, pasando por los cupos indicativos. Es la historia de la evolución del clientelismo, del que no se salva ningún gobierno. Teniendo en cuenta esto, construir y sostener las mayorías parlamentarias no va a ser nada fácil para Duque. Aun con un supuesto respaldo unánime, en 2002 Uribe tuvo que alimentar y mantener la lealtad de un Congreso inicialmente ajeno. Experiencia muy distinta de la de la Unidad Nacional, que durante casi siete años reunió mayorías obedientes y agradecidas.

Construir consensos

Lo que sucedió con la JEP fue la celebración revanchista de un triunfo menos contundente de lo que quieren mostrar. Tanto es así que la demostración de poder en el Senado no se confirmó en la Cámara de Representantes. Incluso un experto en entorpecer decisiones, el representante Rodrigo Lara, fungió como notario de la aprobación de la ley de procedimiento de la JEP en esta segunda cámara.

En cualquier caso, esa demostración temprana del poderío de Duque parece más una señal de debilidad que de fuerza. El desafío sigue abierto: ¿cómo tejerá el presidente electo su coalición mayoritaria para pasar su agenda legislativa en el Congreso? Seguramente, la agenda de Duque tendrá restricciones. Por esa razón, las decisiones respecto de la paz o de la economía, la infraestructura y todo el portafolio de reformas pendientes tendrán que construirse en consenso con las bancadas de los distintos partidos presentes en el Congreso.

Parece que la tarea del gobierno será mantener una escuálida coalición ganadora sin mayores recursos públicos que ayuden a cimentarla. Inicialmente no habrá imposiciones de una supuesta bancada mayoritaria. En consecuencia, y especialmente para quienes hablan en términos de triunfos y derrotas, la situación actual muestra, más bien, un escenario por definirse. Si el gobierno uribista tuvo la Seguridad Democrática y el santista la paz, falta ver cuál será la marca de Duque. La anticorrupción, la economía naranja, la modificación de lo acordado en La Habana y la complejísima relación con Venezuela forman un cuadro muy difícil de armonizar. Sobre esto la extensa pero superficial y ruidosa campaña dejó pocas certezas.

*Profesor de la Universidad Javeriana y analista de Razón Pública. Vea el artículo original aquí. 

Por Andrés Dávila*

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