El uribismo sin Uribe: ¿tiene futuro?

Las declaraciones del expresidente, quien dijo estar “muy inclinado” a no regresar al Congreso, ponen de presente los desafíos que enfrenta el Centro Democrático para dar continuidad a su proyecto político. Su ausencia, en todo caso, no sería definitiva, según analistas.

-Javier González Penagos / Twitter: @Currinche
23 de agosto de 2019 - 10:00 p. m.
El expresidente Álvaro Uribe, de 67 años, regresó al Senado en 2014, a través de una lista cerrada.  / Óscar Pérez
El expresidente Álvaro Uribe, de 67 años, regresó al Senado en 2014, a través de una lista cerrada. / Óscar Pérez

Al margen de si gusta o no, si se está en desacuerdo o a favor de sus posturas y de su propia personalidad, hay un hecho que, según coinciden los analistas, no se puede desconocer: el expresidente y ahora senador Álvaro Uribe Vélez es el gran barón electoral de las dos últimas décadas en Colombia. De allí que su anuncio de que “es muy posible” que no concurra a un nuevo escenario electoral —sin que ello implique que deje de hacer política— genere incertidumbre y suspicacia alrededor del futuro de su partido: el Centro Democrático.

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Un repaso a la dinámica electoral de los últimos años da cuenta de su influencia y poder cuando de comicios se trata. No solo fue presidente dos veces consecutivas (entre 2002 y 2010) sino que fue fundamental para la primera elección de su sucesor Juan Manuel Santos (la de 2010 a 2014). Ese año, tras la ruptura entre Uribe y Santos, ubicó en el partidor a Óscar Iván Zuluaga quien, pese a su derrota, consiguió 6,9 millones de votos. Cuatro años después logró que otro de sus pupilos llegara a la presidencia de la República: Iván Duque, quien obtuvo más de diez millones de votos.

Transversal a todo esto se encuentra su victoria por el no en el plebiscito por la paz de 2016 y, más importante aun, sus resultados en el ámbito legislativo, con un partido recién creado. En 2014, estando él a la cabeza de una lista cerrada, hizo elegir a 38 congresistas —muchos de ellos desconocidos en la escena política—, entre senadores y representantes a la Cámara. En 2018 repitió la hazaña y medio centenar de los suyos —ahora en lista abierta, con nombres que se posicionaron tras su labor legislativa— llegaron al Congreso.

Sin embargo, la balanza podría inclinarse en contra del Centro Democrático con Uribe fuera de la escena electoral, si es que esta vez se concreta, pues no puede pasar por alto que, en julio de 2018 —cuando el exmandatario fue llamado a indagatoria por la Corte Suprema de Justicia—, anunció que renunciaría a su curul en el Senado porque se sentía “moralmente impedido”.

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De acuerdo con Carlos Arias, analista político y profesor de la Universidad Externado, la ausencia del exmandatario acentuaría las divisiones y fraccionaría la colectividad, poniendo en riesgo su proyección, pues difícilmente alguno de los uribistas que hoy son incondicionales con el senador lograría generar la cohesión y disciplina que él simboliza.

“Habría una dispersión y el partido terminaría fraccionado en pequeños grupos. Eso ya pasó con el Polo, cuando Carlos Gaviria dio un paso al costado y las alas de Gustavo Petro o Jorge Robledo partieron cobijas. También le sucedió al Partido Liberal con las divisiones entre Ernesto Samper, César Gaviria y Juan Fernando Cristo. Sin embargo, a diferencia de esos movimientos, en el uribismo no hay quién pueda echarse el partido al hombro. No hay nadie con el talante de Uribe, que reúna creencias y un arraigo ideológico”, asegura.

La analista y politóloga Sandra Borda advierte que la gran dificultad del Centro Democrático es que no ha podido gestar líderes diferentes al expresidente, una situación “clásica en este tipo de proyectos caudillistas, que no dejan emerger a otras figuras”.

Para Borda, sería inevitable una eventual desaparición de la colectividad sin Uribe. “Él representa la disciplina del partido y todos le obedecen, algo que no sucede en todos los movimientos. Los congresistas que puso son gracias a él, pues no tienen electorado propio, su liderazgo político no tiene comparación y no son padres de iniciativas propias, a diferencia de Uribe, que siempre ha abanderado el tema de seguridad”.

¿Poder perpetuo?

Si bien el exmandatario argumentó que su salida de la arena electoral responde a “deberes con su señora y nietecitos”, reivindicando además que tiene una vocación de empresario, los analistas coinciden en que su paso al costado no significa que se margine de la escena política, pues seguiría manejando los hilos del poder y orientando cada decisión o postura.

“Para garantizar continuidad, es muy importante que, así no se vuelva a presentar, no renuncie a hacer campaña”, dice Borda, mientras que Arias —quien duda de que Uribe decline seguir siendo congresista— opina que “seguramente seguirá liderando en la sombra y en la trastienda cada uno de los designios del partido, desde su sucesor hasta las decisiones legislativas”.

No obstante, ambos advierten que no sería el mismo poder el que concentraría Uribe estando lejos del Senado. “Es más influyente siendo congresista, porque jalona y jerarquiza la agenda. Basta ver las sesiones para evidenciar cómo Uribe determina, direcciona u orienta decisiones en su bancada con guiños o cabeceos”, agrega.

¿Qué dicen en el Centro Democrático?

Dentro de la colectividad, el anuncio del expresidente generó inquietud y las opiniones están divididas frente a su eventual salida. Mientras que senadores como Paloma Valencia aseguran que el Centro Democrático está lo suficientemente maduro y fortalecido para seguir adelante, figuras como María Fernanda Cabal temen que no haya unidad y que su ausencia derive en una atomización.

Según Valencia, aunque en el movimiento hay diferencias y visiones diversas, persiste un compromiso ideológico que cohesiona. “Sin Uribe, lo que habría, por supuesto, sería un hueco muy grande, porque es una figura que convoca, pero el partido ha tenido ocho años para fortalecer figuras y liderazgos. Las ideas uribistas perdurarán con la colectividad y su salida es un proceso natural. Lo que se necesita es que esos nuevos líderes se apersonen de las ideas y les den continuidad”.

A su turno, Cabal tiende a ser menos optimista, pero insiste en que el “espíritu uribista permanecerá” tanto en el Centro Democrático como en cualquier movimiento afín. “El partido perdería; para nosotros es una figura vital, un referente de unidad. Al interior, cada cual se cree dueño de una porción del poder y jala para su lado, como es natural en un partido. Su ausencia puede llevar a una atomización. Hay muchos protagonismos que terminarían por desunir una causa que debería continuar unificada”, declara.

Para Cabal, escenarios como el Congreso “reclaman de una estatura intelectual, jurídica y moral” como la que representa Uribe y su vacío solo podría llenarse no con otra figura, sino con la suma de varios uribistas con mucha trayectoria y compromiso, “para que las políticas en las que se direccione la bancada tengan una autoridad delegataria del propio Uribe”.

Si bien aún es incierta la decisión que pueda adoptar Uribe (apenas va un año de esta legislatura), lo que deja en evidencia su anuncio es que hoy no hay nadie que aglutine del todo sus banderas, por lo que se requiere no solo fortalecer los nombres que aparecen en cola, sino promover nuevas figuras que den continuidad a su proyecto político con un aire renovado. ¿Persistirá la disciplina o se impondrá la fragmentación?

 

jgonzalez@elespectador.com

Por -Javier González Penagos / Twitter: @Currinche

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