"En la panadería de la calle 26 se vienen reuniendo…"

Durante los primeros meses del gobierno de Carlos Lleras Restrepo, año de 1966, los estudiantes y el Estado mantuvieron tensas relaciones, con espionaje de los servicios de inteligencia de por medio.

Tatiana Acevedo / acevedo.tatiana@gmail.com.
13 de noviembre de 2011 - 09:00 p. m.

Transcurría la segunda mitad de 1966. En el contexto del Frente Nacional, el liberal Carlos Lleras Restrepo se estrenaba como presidente de la República y emprendía reformas en distintos frentes, incorporando demandas de la organización campesina y obrera. Había, sin embargo, un sector de la sociedad con el que el nuevo mandatario no estaba muy dispuesto a negociar: el movimiento estudiantil.

La enemistad entre Lleras y los estudiantes se remontaba a la campaña electoral de 1964, en la que el entonces candidato intentó presentar sus propuestas en la Universidad Nacional, pero fue rechiflado e insultado antes de comenzar a hablar y tuvo que permanecer arrinconado durante varias horas en la oficina de la decanatura de Derecho. Durante sus primeras semanas en el cargo, el nuevo presidente continuó con la política de infiltración de reuniones, que venían practicando sus antecesores.

En los documentos de inteligencia militar, que reposan en el Archivo General de la Nación, pueden leerse los minuciosos informes que sobre estas reuniones hacían los distintos agentes infiltrados: “15:30. Se reúnen aproximadamente 300 estudiantes dentro de los predios de la Ciudad Universitaria; 15:45. Se inicia el mitin frente a la cafetería, comentan que están rodeados de policías; 16:00. Lanzan abajos al señor presidente y vivas a la autonomía universitaria, leen dos discursos; 16:30. Continúan las vueltas en los predios de la universidad, los estudiantes de ese acto pasan de 500; 17:15. El número de estudiantes se aproxima a 800. Se llama la atención para conjurar el desorden y se alerta sobre la infiltración del DAS y otros servicios, piden identificar a esos agentes y aprehenderlos; 17:45. Se disuelve el mitin y los estudiantes salen en pequeños grupos hacia sus residencias (…)”.

Pasaron las semanas y crecieron las tensiones. Así, el 26 de octubre, estudiantes atacaron con piedras, tomates y palos al presidente Lleras, a su ministro de Agricultura y a Nelson Rockefeller, quienes pretendían ingresar a la universidad a inaugurar un edificio que este último había donado. “Abajo el imperialismo yanqui… Fuera la intervención extranjera en la universidad”, gritaron los estudiantes. Y entonces, un Lleras furioso y descontrolado declaró ante la prensa que se había reunido para la inauguración: “Coronel Matamoros, movilice la tropa inmediatamente y despeje de los alrededores a estos vagabundos que quieren implantar el desorden (…). No va a ser el presidente de la República quien no pueda entrar a la universidad”.

A partir de aquel día no hubo vuelta atrás. Se detuvieron decenas de estudiantes, el Ejército ingresó a la ciudad universitaria y, en un ataque de ira, el presidente disolvió el Consejo Estudiantil y llegó incluso a declarar que a todos los colombianos les quedaba prohibido viajar a Cuba. En el país, que aún se encontraba en estado de sitio, fueron llamados algunos estudiantes a consejos verbales de guerra por asonada. Los documentos de inteligencia militar, en adelante, incrementan los litros de tinta gastados en espionaje y seguimiento de líderes estudiantiles en todo el país.

En sus detallados informes, policías, militares y agentes encubiertos reportan, hora por hora, las actividades de líderes del movimiento: “HORA 16:45. En el segundo piso de la cafetería central de la Universidad Nacional se encuentran reunidos los miembros del Comité Ejecutivo de la FUN, los miembros del Consejo Superior Estudiantil y representantes de la Anapo, el MRL y el Partido Comunista. Esta reunión tiene carácter de “SECRETA (…)”.

En los informes, en los que de vez en cuando se anexaban fotos de los grafitis que los agentes encontraban en las paredes de los respectivos campus, empiezan a aparecer descripciones de las rutinas diarias de estudiantes que han sido espiados durante varios semestres: “En la panadería de la calle 26, a la entrada de la Universidad Nacional, se vienen reuniendo con frecuencia grupos de estudiantes con la participación de elementos como Guido Gómez, Miguel Cortés y N. Vallejo, los hermanos Ojeda y muchos otros. En este mismo lugar, y en los predios de la ciudad universitaria, el conocido agitador Guido Gómez se hace presente a diario para vender el diario del Che Guevara, por la suma de VEINTE pesos”.

Y así, los años transcurrieron. En la medida en que el movimiento estudiantil se dividió —penetrado desde múltiples orillas por las guerrillas—, la represión estatal creció y conoció, quizá, su máxima expresión durante el gobierno de Turbay. Las partes se radicalizaron y mientras el estado paranoico se excedía, las Farc y el Eln reclutaban a varios de sus líderes entre las filas de las asociaciones de estudiantes.

Hoy, exactamente 45 años después de la accidentada visita de Rockefeller, una nueva generación de estudiantes intenta pasar la página.

Por Tatiana Acevedo / acevedo.tatiana@gmail.com.

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