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“Mientras no conozca detalles, mi posición es que hubo conspiración para un golpe de Estado”: Samper

El expresidente se manifestó con escepticismo sobre la aceptación de exmiembros de las Farc de la responsabilidad por el crimen de Álvaro Gómez. Aseguró que espera que entreguen los detalles a la JEP y que nunca tuvo ninguna animadversión en contra del líder conservador.

Juan Sebastián Lombo
05 de octubre de 2020 - 11:40 p. m.
Ernesto Samper Pizano fue presidente de la República entre 1994 y 1998. / Archivo
Ernesto Samper Pizano fue presidente de la República entre 1994 y 1998. / Archivo

El asesinato de Álvaro Gómez, ocurrido el 2 de noviembre de 1995, se dio en uno de los periodos de mayor inestabilidad política en el país. El gobierno de Ernesto Samper enfrentaba el proceso 8.000 por el ingreso de dineros del narcotráfico a su campaña, mientras que la violencia paramilitar y guerrillera se reactivaba en las zonas rurales. Sin mayor claridad sobre los móviles del crimen del líder conservador, las líneas de investigación y las teorías de conspiración apuntaron a dos posibles explicaciones: una retaliación a la negativa de Gómez Hurtado de hacer parte de un golpe de Estado contra el Gobierno y una acción de grupos de la mafia, con apoyo de agentes del Estado, para acallar las críticas del hijo de Laureano Gómez.

Estas tesis parecen flaquear ante el anuncio del antiguo Secretariado de las Farc ante la JEP de que fueron los responsables del magnicidio, una línea de investigación que no fue tomada en serio en los casi 25 años de impunidad del caso. Sin embargo, la familia de Álvaro Gómez Hurtado, que ha responsabilizado a Samper y su entonces ministro Horacio Serpa por el delito en el último tiempo, ha dicho que no cree en lo expresado por la hoy desmovilizada guerrilla y que se trata únicamente de un intento por limpiar la imagen del exmandatario que gobernó entre 1994-1998.

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Como vinculado a los señalamientos, El Espectador habló con Samper sobre su postura ante las revelaciones hechas por las Farc y su posición ante los argumentos expresados por los cercanos a Gómez Hurtado de no creer en lo dicho por los exguerrilleros y señalarlo como posible responsable del magnicidio.

Álvaro Gómez en los primeros editoriales de su gobierno lo defendió, pero después pasó a una actitud más crítica. ¿Quién era el líder conservador para usted? ¿Qué recuerda de él?

Yo conocí a Álvaro Gómez Hurtado cuando comencé a hacer política. Él era muy amigo de quien era mi mentor político: Alfonso López Michelsen. Gómez Hurtado era el equivalente a López Michelsen en los conservadores. Era un intelectual que tiraba línea cuando hablaba. Estando yo en la Dirección Liberal, me tocó asistir a su liberación cuando lo secuestró el M-19. Fuimos unos directores de los partidos a rescatarlo en la selva. Se hizo unas reuniones para que lo liberaran y recuerdo que cuando fui a visitarlo recién liberado él me gritó: “Te atreviste, muchas gracias”.

Después encontramos una afinidad en nuestro distanciamiento de Andrés Pastrana, porque en política son más los odios que los amores. Ese odio compartido nos aproximó. Él estaba de embajador en París y yo en España, y fui a visitarlo. Allí acordamos que me apoyaría a mi campaña a la Presidencia y eso fue algo que efectivamente hizo, aunque no de manera pública para no causar estragos en el Partido Conservador. Mi gobierno era compartido con el conservatismo alvarista: estaba Juan Carlos Esguerra, que fue constituyente con Álvaro Gómez; Gabriel Mazuera, que era su sobrino; y el ministro de Transporte Rodrigo Marín. Durante los primeros meses tuvimos alguna aproximación. A él lo llamaban el tema del orden público y el de la lucha contra las drogas. Tuvimos varios temas hasta el final.

Inclusive una semana antes del asesinato, él, a través de un amigo en común, me buscó afanosamente para comentarme un asunto importante. Nunca supe de qué se trataba, no me atrevo a decir que tenía que ver con la conspiración que seguramente ya se le había acercado. Sin duda estaba buscando un canal de comunicación. Que escribía editoriales sí, pero es que todas las referencias del periodismo en esa época eran en mi contra y fueron agresivos. Los de él no eran ofensivos, personalmente. Puedo indicar por lo menos 30 personas que se dedicaban a insultar al Gobierno, en cambio él hacía editoriales constructivos. Por ejemplo, uno decía que mi tragedia era que me tenía que ir, pero no podía.

¿Por qué cree que la familia Gómez lo señala como participe del crimen?

Pensar que había una animadversión personal hacia él, como lo han tratado de presentar sus herederos, es absolutamente absurdo. Va en contra de la realidad. Si ellos exploraran un poquito se darían cuenta que nosotros teníamos era una amistad.

La familia de Álvaro Gómez señala que no cree en la versión de las Farc, incluso la calificó como un intento de lavarle la cara a usted, con ayuda de Piedad Córdoba. Incluso volvieron a dar la teoría de que usted buscó al Cartel de Cali y luego al del Norte del Valle, ¿que les responde?

Mi posición, aún con la autoincriminación de las Farc, es que mientras no conozca los detalles de modo, tiempo y lugar de los crímenes que ellos se adjudican, va a ser la misma. Aquí lo que hubo fue una conspiración para un golpe de Estado. En esa conspiración estaba el hermano de Álvaro Gómez, el papá del abogado que todos los días me insultan. El papá de él estaba metido junto con otra gente de la derecha y militares activos y retirados.

Se sabía de sus reuniones y Álvaro Gómez le dijo a su mejor amigo, Eduardo Matuk, que lo querían meter en una conspiración “contra Samper, pero no lo voy a dejar porque él es un buen tipo y amigo”. Nada de eso ha sido valorado por la última Fiscalía. Ese proceso fue liderado por la familia. Ellos fueron los que pidieron que se exigieran las medidas para imputar a unos militares que estaban comprometidos. Incluso uno de los autores materiales fue condenado.

Todo eso se olvidó porque ellos decidieron montarse en una teoría de Fernando Botero Zea, cuando lo condenó la Corte Suprema en 2007 por robarse los dineros de mi campaña. Su respuesta fue decir que el asesinato de Álvaro Gómez fue un crimen de Estado ante la corte Suprema. Esto ocurrió 11 años después y la familia Gómez se subió a esa teoría y no se han podido salir. Pero yo creo que no se quieren salir porque la única manera que ellos tienen para obtener una indemnización es imputando una responsabilidad que no vamos a aceptar. ¿Por qué ellos cambiaron de versión después de 11 años? ¿Por qué se subieron a la de crimen de Estado? ¿Querían proteger la participación de Enrique Gómez en la conspiración? Esto de la conspiración no lo digo yo sino el exembajador Miles Frechette en su entrevista póstuma.

Uno ve que los últimos citados de la Fiscalía son exnarcos de los carteles de Cali y del Norte del Valle, incluso algunos han hablado en su contra diciendo que usted los habría buscado para que lo ayudaran con el crimen de Álvaro Gómez. ¿Qué responde a esos señalamientos? ¿Cree que la Fiscalía iba para una hipótesis similar?

No hay ninguna prueba que yo conozca, y me conozco de memoria el proceso -las declaraciones de “Rasguño” y de la gente del Norte del Valle-, que comprometa nuestra responsabilidad o la del Gobierno. Todo esto es un montaje que han hecho a partir de montajes y medias verdades. Todos los que están señalados de participar en el asesinato de Álvaro Gómez está muertos. Están muertos Carlos Castaño, el coronel Danilo Gonzáles y los sicarios. La declaración de “Rasguño”, la misma revista Semana la calificó de cantinflesca. Lo grave es que aún haya medios montados en esta farsa. Es una farsa construía para desviar la atención de la investigación principal. Ahora quieren reabrir el 8.000 y pueden reabrir lo que quieran, pero están pescando en río revuelto a ver si sale alguien que me responsabilice.

Usted deja entrever que tiene dudas de la versión de las Farc, ¿cree que ellos sí pudieron tener alguna participación? ¿En el momento se manejó esa tesis?

No es que crea o no en la versión de las Farc. Es que, así como apoyo el proceso que en este momento están liderando la Comisión de la Verdad y la JEP, que es de justicia restaurativa, tampoco voy a renunciar a la hipótesis que he venido defendiendo desde hace 25 años. Hasta que yo no conozca cuáles fueron las circunstancias de modo, tiempo y lugar en las cuales se produjeron estos hechos, y estoy hablando de los hechos que ocurrieron en mi gobierno, que fueron no solamente fue lo relacionado con Álvaro Gómez. Estoy ansioso por saber sobre esos hechos y si conducen a la verdad de las víctimas. Eso es lo que me interesa. Nosotros hemos respetado durante 25 años todas las hipótesis que se han intentado sacar por parte de la Fiscalía sobre Gómez Hurtado, excepto la que pretenden endilgarnos a Serpa y a mí, porque esa es una calumnia del tamaño de una catedral. No vamos a permitir que la familia Gómez se gane una plata pasando por encima de nuestra honra.

¿Cabe la participación de las Farc en esa conspiración de la que habla?

No lo sé. Entraríamos a un terreno especulativo y no me parece que sea conveniente, pero, ¿por qué no reivindicaron las Farc en ese momento, por ejemplo? Ese es una pregunta que yo me hago. Entiendo que ahora lo hagan porque están en el escenario de la Comisión de la Verdad, pero en ese momento, ¿por qué no lo hicieron o dijeron si participaron militares o si tuvieron algún conocimiento sobre esos hechos? Eso es lo que le interesa conocer al país y la apertura de este espacio puede ser muy útil en el sentido de conocer la verdad.

¿En algún momento organismo de inteligencia, o el mismo DAS, advirtieron del crimen de Álvaro Gómez? ¿Usted tuvo información sobre eso?

No, nunca. Ni antes ni después del asesinato tenía noticias de que pudo haber una autoría por parte de las Farc. Además, de un episodio que pasó muy rápidamente, que fue el famoso libro de José Obdulio Gaviria, que fue en el año 2012, donde aparentemente aparecieron unos correos de Marulanda sobre el particular, que fue la noticia que conocimos a través de Piedad Córdoba.

Usted le puso fin a la Brigada 20 de Inteligencia, eso fue a finales de su gobierno. ¿Encontró alguna irregularidad allí? ¿La conspiración de la que habla tiene que ver con ese cierre?

Sí, el vehículo sospechoso que condujo a las primeras pistas de personal armado que andaba en el sitio del asesinato el día del crimen era, precisamente, un vehículo de inteligencia. Pero realmente no fue ese el único motivo que tuvo en ese momento el Gobierno para disolver la Brigada 20. También hubo un asesinato de dirigentes del Eln responsables de la tragedia de Machuca que fueron acribillados en condiciones de indefensión. Este caso fue llevado por nosotros a un tribunal de la ONU, que falla de forma ética y no judicialmente, y ahí resultó que la conducta de la Brigada 20 había sido absolutamente en contra del Derecho Internacional Humanitario. Eso y otros episodios, incluido el de Álvaro Gómez, llevaron al Gobierno a disolver la brigada porque era una brigada de inteligencia política y no militar.

Durante la parte final de su gobierno hubo unos actos de violencia, tanto de la guerrilla como del paramilitarismo: la toma de Las Delicias, Mapiripán, el asesinato de Mario Calderón y Elsa Alvarado. ¿El asesinato de Álvaro Gómez podría estar enmarcado en esas dinámicas?

Digamos que al final del siglo pasado el conflicto vivió una etapa de desescalamiento humanitario de tal naturaleza que, prácticamente, era una guerra de todos contra todos sin respeto a las normas humanitarias, sin ningún tipo de consideración ni respeto a los combatientes caídos. Eso fue lo que me animó a mí, después de que se aprobaron los protocolos uno y dos de Ginebra sobre el Derecho Internacional Humanitario, a abrir esta corporación que todavía presido, que está dedicada a su aplicación. Pero, efectivamente, durante esa década fue la más dolorosa porque no se sabía quién era parte del conflicto ni dónde estaban.

¿Cree que ese incremento de la violencia tuvo que ver con la debilidad institucional a la que llegó su gobierno en medio del proceso 8.000?

No, al contrario, la gente piensa que con el proceso 8.000 no me dejaron gobernar y yo pienso absolutamente lo contrario, y es que precisamente me sostuve porque me mantuve gobernando. En esa época se fortaleció la capacidad de respuesta de las Fuerzas Armadas, pero también se aprobaron los instrumentos de paz, como la Comisión Nacional de Paz, la Ley 418 que permitía los procesos de negociación, en fin, el Alto Comisionado para los Derechos Humanos, el Comisionado de Paz, que todavía existe. Creo que hay muchos episodios que pueden demostrar que me pude sostener institucionalmente.

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