Fechas de vencimiento de Santos

El mandatario Juan Manuel Santos ha puesto límites para el cumplimiento de sus promesas. En 2013 están en juego el éxito de su gobierno y la posibilidad de una reelección de la prosperidad democrática, aun cuando sea en cuerpo ajeno.

Felipe Morales Mogollón
05 de enero de 2013 - 09:00 p. m.
 La popularidad del presidente Santos está a la baja y del cumplimiento de sus promesas depende el repunte de su gobierno./ Archivo - El Espectador
La popularidad del presidente Santos está a la baja y del cumplimiento de sus promesas depende el repunte de su gobierno./ Archivo - El Espectador

Tal como lo ha planteado el presidente Juan Manuel Santos, en la política como el juego hay que esperar el momento adecuado para hacer la mejor apuesta. Todo parece indicar que ésta se dará en el año que empieza, en el cual el mandatario ha decidido jugarse la credibilidad de su gobierno en materia de inversión, reparación a las víctimas de la violencia, seguridad y su principal apuesta: la paz.

Es claro, y así lo saben en la Casa de Nariño, que la imagen del jefe de Estado atraviesa por uno de sus peores momentos, en gran medida por el coletazo de la decisión de la Corte Internacional de La Haya, que redefinió la frontera con Nicaragua afectando la soberanía de Colombia en el mar Caribe.

Además, consideran que ha fallado la estrategia de comunicación de los resultados del Gobierno, por eso el prestigio y la credibilidad de Santos estarán en juego en 2013, lo que puede significar incluso la continuidad de sus políticas a través de una eventual reelección o la postulación de un candidato de la Unidad Nacional que defienda las banderas de la prosperidad democrática.

Y como no hay plazo que no se cumpla, el mismo presidente Santos ha puesto los límites. Aunque aseguró que “ojalá que este año que comienza sea realmente el de la paz, una paz que multiplique la prosperidad que estamos construyendo”, también es consciente de que debe haber una fecha de vencimiento para los diálogos que adelantan los equipos negociadores del Gobierno y de las Farc en La Habana (Cuba) que no podrán ir más allá de noviembre.

La paz sería sin duda el gran triunfo de Santos, el tema que lo pondría en la historia del país como el mandatario que puso fin a 50 años de conflicto con las Farc. Pero, en caso de que los diálogos no terminen de forma exitosa, Santos al poner como máximo plazo el mes de noviembre, tiempo suficiente para retomar el rumbo y evitar que su gobierno terminé en un desastre como sucedió con el exmandatario Andrés Pastrana.

La agenda no es fácil y lograr salidas sobre los cinco temas que fueron pactados en el acuerdo general para la terminación del conflicto: el desarrollo rural, las garantías para el ejercicio de la oposición política y de la participación ciudadana, el fin del conflicto armado, el narcotráfico y los derechos de las víctimas es un camino espinoso. No obstante, la decisión está tomada y Santos sabe, como él mismo ha planteado que “hay enemigos agazapados de la paz” que le apuestan al fracaso del proceso.

Para lograr esa paz estable y duradera, de la que habla el presidente, es necesario garantizar la reparación integral de las víctimas del conflicto, primer factor de divorcio de Santos con su antecesor, el exmandatario Álvaro Uribe Vélez. La Ley de Víctimas cumplió su trámite, los jueces agrarios ya están emitiendo los fallos de restitución de tierras. Ahora el Gobierno tendrá que cumplir la meta de reparar el próximo año a cerca de 120.000 afectados por el conflicto. Con base en los resultados de esta reparación se medirá el compromiso del Gobierno.

El reloj también corre para demostrar su capacidad de ejecución. Con un presupuesto sin precedentes de $40,7 billones para inversión en 2013, Santos buscará la forma de recuperar la sintonía con las regiones, mejorar la pobre infraestructura del país y fortalecer los programas sociales como Familias en Acción, atención a la infancia, uno de los dolores de cabeza, la prestación de servicios de salud a través de un régimen unificado, evitando que el presupuesto que se destine caiga en manos de los corruptos.

Pero en materia social la prioridad es clara: cumplir con la entrega de las 100.000 viviendas gratis que prometió el presidente Santos, proyecto para el cual designó a uno de sus principales alfiles, el ministro Germán Vargas Lleras, para muchos el llamado a reemplazar al mandatario si éste no decide reelegirse. En enero se entregarán las primeras 500 casas y el Gobierno espera cumplir la meta antes de finalizar 2013. Es por eso que tras esa ambiciosa propuesta hay un fuerte contenido político.

En esa arena política está en juego la reelección, tema sobre el cual Santos prefirió no hablar el año pasado, pero que ahora también tiene que definir. Si se trata de la continuidad de sus políticas de gobierno ‘en cuerpo ajeno’ los alfiles de la Unidad Nacional que pretendan sucederlo tendrían que renunciar a más tardar en mayo, un año antes de las elecciones para la Presidencia, así lo deja claro la Constitución en el artículo 197.

Bien sea Vargas Lleras o cualquiera de los miembros de su guardia pretoriana, no podría continuar como funcionario de gobierno si aspira a llegar a la Casa de Nariño a defender las banderas de la Unidad Nacional.

Todas estas prioridades, que ya no pueden ser trazadas a largo plazo, sino que, por el contrario, ya tienen fechas de vencimiento, no pueden distraer al gobierno Santos de uno de los temas que ha sido objeto de críticas, el combate contra los grupos ilegales, independiente de los avances que se logren en las negociaciones con las Farc.

Para eso ya cumplió el trámite en el Congreso el acto legislativo de fortalecimiento del fuero militar, con el cual la única opción es dar resultados para acallar los señalamientos del presunto abandono de la política de seguridad democrática.

El tiempo no da más largas y la imagen del presidente requiere un segundo aire ahora que se acerca el debate electoral. Por eso 2013 es el año en el que Santos y su equipo de gobierno tienen la obligación de cumplir con sus promesas, y de lograrlo acallará las críticas y estará arado el terreno para la reelección.

Por Felipe Morales Mogollón

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