“Hablar de crisis institucional es una exageración”: Óscar Naranjo

El exvicepresidente de la República hoy alejado de funciones públicas, se convierte en el primer “héroe” latinoamericano cuya historia de vida fue la base de una serie de tres temporadas, de la cadena Fox, que empezó a verse, en cable, esta semana y que se emitirá en todo el continente. El oficial de Policía de ficción sorprenderá por algunas características desconocidas de su personalidad. El general verdadero habló, en estas páginas, sobre la conflictiva realidad política del país.

Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
26 de mayo de 2019 - 02:00 a. m.
“Los debates políticos que se están dando siguen anclados en el pasado y persisten en arrastrar las heridas que dejaron cinco décadas de conflicto armado”: Óscar Naranjo. / EFE
“Los debates políticos que se están dando siguen anclados en el pasado y persisten en arrastrar las heridas que dejaron cinco décadas de conflicto armado”: Óscar Naranjo. / EFE

General, ¿qué ha sido de su vida después de salir de la Vicepresidencia de la República? ¿A qué se dedica?

Después de 42 años de servicio público me he dedicado a rescatar el tiempo con mi familia. También participo en encuentros académicos en los que comparto experiencias y reflexiones sobre temas de crimen, violencia, conflicto y paz. Justamente, acabo de terminar una visita a la Universidad de California, en San Diego, después de asistir, en Washington, a varias reuniones en las que participo como miembro de un equipo consultor en procesos de reforma institucional en seguridad y justicia, que lidera el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Pese a vivir de avión en avión, ¿sigue en detalle los acontecimientos públicos nacionales?

Sí, sigo con atención los hechos de la vida nacional. Confieso que después de dejar la Vicepresidencia, hace ya casi 10 meses, he llegado a la conclusión de que los debates políticos que se están dando siguen anclados en el pasado y persisten en arrastrar las heridas que dejaron cinco décadas de conflicto armado. Estoy convencido de que la forma como se conduce la política hoy, bloquea el futuro. Y también de que excluye a la población joven que nos está reclamando, a gritos, avanzar en el proceso de reconciliación.

Entre la Colombia que promocionaba como un gran éxito internacional el Acuerdo de Paz, y el país de hoy que está casi a las puertas de un nuevo conflicto armado, existe una enorme distancia que se nota en la situación de orden público y en la agenda gubernamental y legislativa. ¿Lo sorprende el salto hacia atrás que se ha dado?

Me preocupa que algunas voces radicales nos quieran convencer de que vivimos en una especie de infierno y no reconozcan un acumulado de logros que son valorados por la comunidad internacional y que tienen que ver con la inobjetable reducción de la violencia, con la dejación de las armas y con la reincorporación social de una guerrilla que se comportó como una máquina de guerra en un conflicto que dejó 260 mil muertos y más de 8 millones de víctimas. Espero que no cerremos el horizonte de oportunidades que se abrió con el Acuerdo. Pienso que buena parte de la indignación ciudadana que se ve hoy, es el resultado de no entender el sentimiento de los colombianos y de no saberlo traducir en una agenda política que responda a la solución de sus problemas cotidianos.

Precisamente me pregunto por qué parecen brotar, ahora, tantas manifestaciones de indignación colectiva. ¿Se debe a una acción coordinada de la oposición como afirma el partido de Gobierno o a la desactivación de la “máquina de guerra” de las Farc que abrió espacio para reclamar otros derechos?

Era previsible que al finalizar el conflicto armado se visibilizara el conflicto social que siempre ha existido y que se ha multiplicado por la incapacidad del Estado de llegar, eficientemente, a los territorios en donde lo único oficial que conocen es el rostro de un soldado o de un policía. Reitero una idea que he expuesto varias veces: es necesario cambiar la lógica contrainsurgente del Estado por la lógica de la gestión social integral.

Se sabía, por la ideología del nuevo gobierno contraria al Acuerdo de Paz, que se activarían mecanismos para intentar modificar aspectos del mismo, pero en sus análisis sobre el futuro, ¿había calculado la ruptura casi total con lo pactado por el Estado hace apenas dos años?

Las reglas en el Estado de derecho son claras y, en este caso, hay dos dimensiones para tener en consideración: de un lado, los compromisos adquiridos por el Estado no se pueden defraudar ni ignorar. Esto quiere decir que hay que cumplir lo que se pactó. Del otro lado, se deben respetar las promesas de campaña que obtuvieron el favor de los colombianos en las elecciones pasadas y que se sintetizan en la frase del presidente Duque cuando, como candidato, aseguró, enfáticamente, que no haría trizas el Acuerdo. En todo caso, ojalá no se abra camino la tesis de que como Colombia nunca tuvo conflicto armado, no hay que aplicar un acuerdo para consolidar la paz.

Pues esa es la teoría en que se sustentan las propuestas oficiales. Y una segunda teoría se basa, justamente, en que como el uribismo ganó las elecciones, los compromisos adquiridos por el Estado con anterioridad no son obligatorios hoy.

Para comenzar, el presidente de la República es el mandatario de todos los colombianos. Es decir, se incluye a los ciudadanos que votaron por él y también a los que no votaron por su opción. Esa discusión es improcedente. Lo que sí es relevante y obligatorio es adelantar el plan marco de Implementación del Acuerdo elevado a norma constitucional.

No sé si coincide conmigo, pero muchos tenemos una sensación de caos institucional. ¿Qué piensa al respecto?

Francamente creo que es una exageración hablar de crisis cuando lo que uno observa, en medio de todas las dificultades, es que son las propias instituciones las que, en función de sus distintos roles, toman decisiones. Lo que sí es una enorme contradicción es que los sectores que hablan de la crisis institucional en que habrían recibido el país, sean los mismos que desconocen las sentencias de las cortes. Agrego, además, que la sensación de caos que se quiere generar va acompañada de la promoción del miedo para justificar posturas extremas encaminadas a imponer soluciones de mano dura.

Si le entiendo bien, ¿lo que usted percibe es que se quiere crear una sensación ficticia de crisis para justificar medidas como la conmoción interior o, incluso, la convocatoria a una constituyente?

Eso es lo que se puede deducir de las declaraciones de algunos políticos que representan el extremo más radical del espectro político entre quienes, claramente, no se encuentra el presidente Duque.

A propósito, mi impresión es que el grupo en el poder, en particular, el partido del presidente, está presionando la cosa pública para llevar al país a un ruptura con el fin de acabar con el Acuerdo, pero, en concreto, con la existencia de la JEP a la que parecen tenerle miedo más que odio...

La JEP es una realidad incontestable. No se entiende el nivel de agresión contra esa jurisdicción ni la descalificación permanente a que la están sometiendo porque, pese a todas las presiones, la existencia de la JEP es irreversible constitucional y jurídicamente hablando.

El eje de la conflictiva coyuntura política presente es el caso “Santrich”, incluso con independencia de si él es responsable o no de los cargos. Los gobiernos de Estados Unidos y Colombia le han dado tal importancia, que las objeciones presidenciales a la estatutaria de la JEP, la política de extradición y hasta la forma de erradicar cultivos de coca se cruzan con las del proceso “Santrich”. ¿Convertir un caso individual en uno fundamental para el Estado es sensato?

Enfáticamente me remito al contenido del Acuerdo del fin del conflicto con las Farc que no pone en riesgo, de ninguna manera, el mecanismo de la extradición y que, por el contrario, se fortalece con la firma del Acuerdo cuando este excluye de la justicia transicional delitos cometidos con posterioridad a la firma de ese pacto. El Acuerdo es categórico en comprometer a las Farc con la ruptura de cualquier vínculo que hubieran tenido con el narcotráfico. No puedo creer que el caso individual de Santrich llegue a tener el alcance de un “punto de honor” que arruine la construcción de paz de todo un país.

Para allá vamos... Vea usted la presión que ha hecho la embajada de Estados Unidos y el gobierno Duque, a mi juicio más allá de lo aceptable, en términos de soberanía. ¿Qué opina?

La extradición es el punto de encuentro con Estados Unidos en el propósito de desmontar los carteles de la droga. Por eso creo que es una herramienta que debe seguir funcionando. En el caso concreto de Santrich, no me anticiparía a emitir concepto hasta que la JEP resuelva el asunto y su decisión quede en firme. En contexto, hay que recordar que existe abundante jurisprudencia sobre el tratamiento que recibieron, hace una década, algunos solicitados en extradición para asegurar los derechos de verdad y reparación de las víctimas: la Corte Suprema, en varias sentencias sobre paramilitares extraditables que se habían sometido a la Ley de Justicia y Paz con la que se cobijó a los desmovilizados, condicionaron sus extradiciones al cumplimiento de los derechos de las víctimas. Nadie dijo, entonces, que el mecanismo de la extradición se debilitaba por ello.

En todo caso, la pugnacidad entre los distintos sectores de la vida nacional ha llegado tan lejos, que pareciera estar al borde del ataque físico en el propio Congreso mientras en las regiones crecen los asesinatos de líderes sociales. ¿Quién debería apaciguar los ánimos? ¿El presidente Duque, su partido, el Congreso o alguien más?

Una democracia sin debate está vacía de contenido. Bienvenida la controversia aun en medio de la llamada polarización. Lo que resulta altamente preocupante es que las discusiones estén cargadas de ofensas o de descalificaciones personales que transmiten odio o deseos de venganza. Hay que combatir la creencia de que la decencia es debilidad o que la prudencia es cobardía. Eso nos ayudaría mucho a regresar al cauce en donde las ideas políticas sean motor de construcción.

En fin, y después de todo lo examinado, ¿Cómo califica el estado actual del Acuerdo de Paz?

La historia se ocupará de poner en su sitio el Acuerdo como el hecho político e histórico más importante del último medio siglo en Colombia, después del Frente Nacional.

Pese a que usted ha contado con gran reconocimiento por su carrera de oficial de la Policía en una de las épocas más peligrosas de la historia, no han dejado de escucharse, también, críticas en su contra, sobre todo en su calidad de hombre de inteligencia que conoció secretos de Estado. ¿Es cierto que dominaba, con su silencio estratégico, la vida de muchas personas de poder?

En una sociedad democrática los funcionarios públicos siempre estarán expuestos a la crítica y desde luego también habrá detractores. En mi caso, el mito que ha tratado de construirse sobre mis poderes como oficial de inteligencia se derrumba, fácilmente, frente a los propios medios de comunicación, por cuanto estos, que siempre fiscalizaron mis decisiones y actuaciones, saben que nunca fui una buena fuente de información para ellos. Debo reconocer que participé en distintos gobiernos, con mis opiniones, en momentos críticos de la vida nacional y que, por lo tanto, tuve algún grado de influencia en la toma de decisiones.

Pero eso no desvirtúa la convicción de que usted guarda muchos secretos de la historia nacional reciente. ¿Algún día los revelará?

No. Hay un mito alrededor de los secretos que supuestamente guardo. Pero como le dije, más que tener informaciones ocultas, fui testigo de decisiones trascendentales que tomaron los distintos mandatarios con quienes trabajé. Por ejemplo, guardé en reserva, hasta cuando se hizo público, la voluntad del expresidente Santos de iniciar una fase exploratoria de negociación con las Farc, a días de iniciarse su gobierno. Siempre he tenido claro que las informaciones de inteligencia no les pertenecen a los funcionarios que las conocen: su vocación es la de servir a los intereses nacionales, y este carácter excluye el dominio personal.

¿Por qué y cuándo la cadena estadounidense Fox terminó interesándose en usted para rodar una serie sobre su vida?

En principio, Fox Telecolombia se interesó en el libro entrevista El general de las mil batallas, en el que Julio Sánchez Cristo me entrevista. Las preguntas de Julio tienen el mérito de reconstruir mis vivencias personales en cerca de 35 años de lucha contra el crimen. Lo que llamó la atención de Fox es que por primera vez se contaba la historia del narcotráfico, ya no vista desde el ángulo de los delincuentes como ha sucedido hasta hoy, sino desde el otro lado: el de quienes combatimos a la mafia. No se trata solo de la vida del general Naranjo. También de las de cientos de héroes anónimos que murieron cumpliendo con el deber.

En la serie de Fox, ¿se recrea su vida de manera fiel?

Los productores han dicho que es una mezcla de ficción y realidad que se soporta en la adaptación libre del libro. Anticipo que, sin haber visto la totalidad de la serie, habrá capítulos en que esa mezcla de verdad y ficción generará controversia. Respondo por las respuestas consignadas en el libro, no por el contenido adaptado de la serie. Como anécdota le cuento que en una llamada que Luis González y Magdalena Larotta, su esposa, me hicieron cuando escribían el libreto, me dejaron claro que después de investigar mi vida, habían llegado a la conclusión de que me comportaba como una especie de monje y que la serie debía introducir elementos atractivos y controversiales. Concluyeron diciéndome que no me preocupara si aparecía, en la serie, como un ser arrogante y conquistador.

¿Significa que incluyeron, en el libreto, ciertas críticas, algunos enemigos y “novias”?

Al parecer incluyen enemigos y muchas pretendientes. Ojalá esta última parte hubiera sido ajustada a la realidad (risas).

Verse a sí mismo como protagonista de una serie internacional, ¿lo hace sentir que triunfó y que llegó a la cima de su trayectoria vital?

Nunca pensé que hubiese un interés en rodar una producción con mi trayectoria al servicio del país. Lo que valoro, realmente, es que las batallas que he dado por la sociedad y la institucionalidad colombiana contra el crimen recreen el lado de quienes actuamos en defensa de la legalidad. La adaptación del libro El general de las mil batallas debe entenderse como un homenaje a los policías, a otros agentes del Estado, a sus familias y a las miles de víctimas civiles que murieron o que sobrevivieron a esa etapa atroz de violencia.

Serie sobre el general Naranjo: la vida de quienes combaten el mal

Magdalena Larotta, conocida productora y guionista de televisión, participó en el proceso de creación de la serie sobre la vida del general Naranjo:

¿Cómo  y cuándo asumieron el proyecto de adaptación del libro El general de las mil batallas, a serie visual para Fox, su recientemente fallecido esposo Luis González, y usted?

Samuel Duque, fundador de Foxtelecolombia adquirió los derechos del libro. Él invitó a Luis a hacer la adaptación y los guiones de toda la serie. Yo me involucré en el proceso como vicepresidenta del producto hasta su culminación.

No siempre resulta fácil trasladar el lenguaje de entrevista periodística al visual ¿Costó mucho?

Ese trabajo fue totalmente de Luis. Era un gran narrador. Reflejar el conflicto ético de los personajes buenos, que para combatir el mal siempre están salpicados y tentados de usar las mismas armas del mal, fue la clave para lograr que (en la serie) Naranjo y su equipo fueran personajes con muchas capas y conflictos morales. Ese es el conflicto al que, en la vida real, se enfrentó el general y todos los que hemos decidido estar del lado del bien. En la Colombia de hoy, es un tema relevante.

 

La primera serie de un proyecto sobre héroes latinoamericanos

Magdalena Larotta precisa datos de la serie de Fox Televisión, adaptada del libro en que Julio Sánchez entrevista al general Óscar Naranjo:

¿Cuál es el título de la serie, cuántas temporadas tendrá y en cuáles países se verá?

Lleva el título de El general Naranjo y es la primera de un proyecto que estamos desarrollando sobre héroes de la vida real en Latinoamérica. Se estrenó el viernes pasado, en FOX Premium, cable. Cada semana se verá un nuevo capítulo. Simultáneamente, se exhibe la primera temporada de 13 capítulos en la APP de FOX Latinoamérica. Se podrán ver las 3 temporadas con un intervalo de unos pocos meses entre ellas. En televisión nacional, Caracol la pondrá al aire el próximo año.

¿Cuánto peso tienen las historias de combate a los narcos sobre otros episodios del país?

La serie aclara lo que al parecer los colombianos no hemos procesado: el narcotráfico expandió el poder destructivo de todas las formas de delincuencia y su músculo económico potenció a los delincuentes comunes, la guerrilla, los paramilitares y los políticos corruptos. Detrás de todas las formas de conflicto interno en Colombia, está el narcotráfico. Y en la serie se entrelazan porque así ha sido en la vida real.

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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