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La izquierda y la llegada de las Farc

En el Polo Democrático ven el fin del conflicto con la guerrilla como una oportunidad para pluralizar el debate político. Pero por ahora no piensan en alianzas.

Hugo García Segura*
25 de septiembre de 2016 - 05:13 a. m.
La Décima Conferencia de las Farc, que terminó el viernes pasado, dio paso a la transformación de las Farc en movimiento político legal. / EFE
La Décima Conferencia de las Farc, que terminó el viernes pasado, dio paso a la transformación de las Farc en movimiento político legal. / EFE
Foto: EFE - Mauricio Dueñas Castañeda

El objetivo, lo repitió incesantemente durante estos casi cuatro años de diálogos en La Habana el presidente Juan Manuel Santos, era hacer que las Farc cambiaran las balas por los votos. Y se logró. Ahora, la decisión unánime que los miembros de esa guerrilla le dieron al Acuerdo Final de Paz durante la Décima Conferencia, que concluyó el viernes pasado en los Llanos del Yarí, y que es ni más ni menos que el banderazo para iniciar el tránsito hacia movimiento político legal, implica un nuevo escenario donde la izquierda democrática, esa que durante décadas se acogió a las reglas del juego de la institucionalidad, sentirá el impacto.

De entrada, y en ello coinciden dirigentes como el senador Alexánder López y el representante a la Cámara Alirio Uribe, del Polo Democrático, el fin de las Farc como organización guerrillera significa comenzar a acabar con esa estigmatización que han padecido por defender las ideas de la izquierda y estar en contra del modelo económico implementado por los gobiernos de turno. “Nos va a permitir a quienes hemos planteado la lucha desde la democracia quitarnos ese peso de encima”, expresó López. “Es una oportunidad. La asociación de la izquierda con la lucha armada hizo de ella un movimiento marginal. Ahora se va a clarificar el panorama, fortalecer nuestro mensaje y abrir paso a propuestas alternativas que antes no tenían espacio”, enfatizó Uribe. 

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Y es que, como dice el senador Jorge Robledo, también del Polo, la lucha armada de las Farc se había convertido en una “mula muerta” atravesada en el camino de las transformaciones sociales que, en su concepto, requiere con urgencia el país. “Aun cuando los acuerdos de La Habana no van a resolver todos los demás problemas nacionales, que van a quedar iguales a como están, sí se van a mejorar las condiciones para que avance el debate y la lucha democrática en la búsqueda por resolver esos problemas”, manifestó.

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Ana Teresa Bernal, dirigente de izquierda y quien hizo parte de la lista del M-19 a la Constituyente de 1991, cree que en la medida en que se cambien las balas por los votos, el escenario de la democracia se va a fortalecer y a ampliar: “Serán menos razones para legitimar la guerra y la violencia como forma de hacer política. Nadie tendrá ya la justificación de matar a otro por pensar distinto, ni la guerrilla ni el Estado. Lo que se abre es un escenario de respeto y de poder convivir en la diferencia”, subrayó.

Así lo ve igualmente Iván Cepeda, también senador del Polo, no sin antes recordar que la conquista de la paz que significa concretar un acuerdo de fin de la confrontación con las Farc, se debe, en buena parte, a la labor hecha por la izquierda, no solo en los cuatro años de proceso en La Habana, sino a lo largo de décadas: “Muchos de sus líderes ofrendaron su vida por la paz de Colombia (…) y la paz va a pluralizar el escenario del debate político, con la llegada de las Farc y la de múltiples movimientos sociales de origen rural y ciudadano, que no han podido participar”.

Los puntos de vista cambian cuando llega el momento de analizar si la llegada del partido político de las Farc representará un rival político más a vencer en las urnas. “Se abre un panorama difícil porque, al fin y al cabo, las Farc vienen con un proyecto político que compite con el de nosotros, que es el de oposición al modelo económico que nos han impuesto los gobiernos. Van a buscar los mismos nichos, pero de cualquier manera pesa más la decisión de acabar la guerra”, señala López.

Sin embargo, para Cepeda, este nuevo escenario abre la posibilidad de generar nuevas alianzas, fundamentadas en torno al cumplimiento de los acuerdos y la construcción de una paz estable y duradera: “Yo lo veo con optimismo. Puede haber alianzas con todas las fuerzas que quieran la paz, que quieran cambiar el país, democratizarlo y erradicar la corrupción. Ahí nos vamos a encontrar con muchos movimientos, incluido, por qué no, el que salga de la desmovilización de las Farc. Aquí lo que vamos a tener es la posibilidad de ampliar la participación política de la izquierda y de las fuerzas progresistas en el escenario político. No veo competición, sino concurrencia”.

Para muchos, el meollo del asunto está en los resultados que puedan obtener las Farc ya como partido político legal. Los mismos jefes guerrilleros, en conversaciones privadas, han reconocido que en su contra juega el recuerdo que la mayoría de los colombianos tiene de tantos hechos de guerra irracionales cometidos a lo largo de estos 52 años de conflicto armado, cuyo saldo se calcula hoy en cerca de ocho millones de víctimas, entre ellas unos 220.000 muertos, según el Centro Nacional de Memoria Histórica.

“La degradación de la guerra que generaron las Farc hizo que se acabara la visión romántica que muchos tenían de ese grupo”, sostiene Miguel García, director del Observatorio para la Democracia de la Universidad de los Andes. En consecuencia, agregó, “muy seguramente no podrán convertirse en un actor importante en la política nacional, al menos en el corto tiempo, porque el no ser queridos por la mayoría de los colombianos conspira en contra de su éxito electoral”.

Como partido político, los analistas coinciden en que las aspiraciones de las Farc estarán centradas en obtener el poder local debido a que, históricamente, su mayor impacto ha sido el presentarse como una guerrilla rural. No será extraño entonces que en las primeras elecciones en las que participe el nuevo movimiento político busque afianzarse en las áreas en las que tradicionalmente han tenido influencia aprovechando el abandono del Estado. Ahora, dependiendo de la manera como se dé ese tránsito de las armas a las ideas, podrían encontrarse con el apoyo o la rivalidad de otros partidos de izquierda que tienen hoy representación parlamentaria.

“Buscar aliados en otras formaciones inicialmente no sería una opción, porque comprometería la autonomía misma del partido que van a crear y dejaría en evidencia que carecen de líderes carismáticos y preparados, con un discurso serio y bases ideológicas firmes”, agregó García. Si a eso se suma el hecho de que los jefes de las Farc, aparte de carecer de conexión con el electorado son asociados por el grueso de la población a crímenes atroces, lo más probable es que tengan que buscar candidatos entre sus cuadros más jóvenes, para transmitir un mensaje de renovación.

“No cabe la menor duda de que la fuerza guerrillera, convertida en movimiento político, buscará aglutinar a los sectores democráticos y progresistas para los cambios que se requieren en el país. Será factor determinante e indispensable para la unidad de la izquierda. No se puede soslayar el hecho de que la unidad y el ascenso democrático que se vislumbran tendrán origen en la naturaleza de los cambios que devienen de los acuerdos de La Habana”, conceptuó Carlos Lozano, director del semanario Voz, órgano de divulgación del Partido Comunista, en una columna de opinión en El Tiempo.

Aída Avella, presidenta de la Unión Patriótica, el partido creado en la década de los 80 como plataforma para el ingreso de las Farc a la política y del que muchos de sus integrantes fueron asesinados, está convencida de que desde la izquierda se debe consolidar “un frente amplio por la soberanía, la democracia y la paz”, que realice las tareas pendientes en la lucha “contra las desigualdades, las injusticias, las exclusiones, la negación de la democracia y el sacrificio de la soberanía, y se convierta en una alternativa de poder real”. Una cruzada en la que caben, por supuesto, las Farc.

¿Pero están dispuestos en el Polo Democrático a abrirle la puerta a esa posibilidad de establecer una alianza con el partido que surja tras la desmovilización de las Farc? “Hay muchas posiciones internamente y lo que se ha hablado es que el Comité Ejecutivo estaría dispuesto a dar esa discusión”, responde Alirio Uribe. “Nuestro congreso es en noviembre y seguramente se discutirá ese tema. Lo único cierto es que estamos en la decisión inclaudicable de convocar al pueblo colombiano para que logremos la unidad y gobernar a Colombia con un modelo diferente al que hoy tenemos y que ha generado demasiada pobreza y desigualdad”, agrega Alexánder López.

Jorge Robledo prefiere ser más cauteloso. “Esperemos a que termine el proceso a ver ellos qué están pensando, qué quieren hacer, cuáles van a ser sus propuestas”. Para él, más allá de pensar en alianzas, el Polo y todas las fuerzas políticas minoritarias deben, por ahora, centrar su atención en los cambios del sistema electoral, uno de los puntos claves planteados en el Acuerdo de La Habana.

“Las próximas elecciones se van a realizar en medio del prevaricato, porque al Gobierno no se le ha dado la gana cumplir la ley que ordena el voto electrónico. Santos sigue con todo cinismo defendiendo la mermelada como método para conseguir votos y hacer política. El sistema electoral no está diseñado para la transparencia y el respeto a las creencias de los colombianos, sino que está diseñado para el fraude y la corrupción”, concluyó Robledo.

¿Qué tanto cambiará su presencia el mapa político colombiano? Es una incógnita. Hay quienes creen que la gente va a perder el miedo a votar a la izquierda y la izquierda se va a liberar de los viejos discursos. Otros piensan que pueden ser el eje de un bloque de partidos que empiece a verse como una opción política viable. Y no falta quien advierta que esa llegada ahondará las divisiones internas que históricamente ha tenido la izquierda en el país.

*Con información de EFE

Por Hugo García Segura*

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