La cultura en el gobierno Duque

Durante la campaña presidencial, el candidato Iván Duque señaló que la cultura “sería protagonista en su gobierno”. Con apego a su programa electoral podemos preguntarnos: ¿qué ha hecho en lo que lleva de su mandato?

David García*
22 de noviembre de 2018 - 12:05 p. m.
El presidente Iván Duque ha enfocado su discurso en la 'Economía Naranja'. / Archivo
El presidente Iván Duque ha enfocado su discurso en la 'Economía Naranja'. / Archivo

Un pilar de su propuesta es la llamada economía naranja, aquel sector que comprende la generación de ideas y conocimiento. Desde hace muchos años y en muchos países del mundo las industrias creativas o culturales —como se conoce comúnmente a este sector de la economía— han servido ciertamente para estimular y fomentar sectores vinculados a la creatividad.

El actual gobierno ha logrado posicionar el nuevo nombre, a tal punto que en varios lugares del país se habla pomposamente de la economía naranja, sin que muchos entiendan de qué se trata realmente. Y es aún más preocupante que el propio gobierno tampoco entiende cómo se puede convertir la economía de la cultura en política de Estado, pues, tal como la concibe, está diseñada para estimular el sector privado, pero no aquellos ámbitos de la cultura que, por su naturaleza, no pueden ser tratados con el rasero de la rentabilidad a corto plazo.

Recientemente, la ministra Carmen Vásquez anunció que la meta es que en 2022 la economía naranja aporte el 6 % al PIB. Una promesa bastante ilusoria si se tiene en cuenta el poco aporte que está dispuesto a hacer este gobierno a la cultura y a todos los sectores relacionados con las industrias creativas (innovación, investigación, medios de información, estímulo al cine, inversión en música, teatro, etc.). En cambio, preocupa que ya se está creando un nuevo viceministerio y un consejo que vincula a 12 sectores gubernamentales, lo cual crea una nueva burocracia vinculada a la promesa naranja e implica un impacto fiscal considerable, que succionará los pocos recursos con los que cuenta el Ministerio.

Aún más contradictoria y vacua resulta la promesa naranja si se tienen en cuenta las críticas que por estos días han hecho representantes de los gremios promotores de grandes espectáculos y los medios de información, entre otros, a la planeada reforma tributaria, cuyas inmediatas consecuencias serían que estos pasarían de tributar 10 % a ser gravados con un 27 %, lo cual, contrario a estimular un crecimiento, los pondría en dificultades y conduciría a un crecimiento anémico o negativo del sector de la economía naranja.

Sobre las siete propuestas puntuales del programa de Duque menciono algunos aspectos, pues tras 100 días de gobierno no ha iniciado el cumplimiento de sus promesas para la creación de los “museos para todos” con “galerías itinerantes”, las “regiones empoderadas culturalmente para desarrollar sus vocaciones económicas”, el “programa nacional de bibliotecas itinerantes y la entrega de kits culturales”. Tan solo ha iniciado la creación de un único centro Sacúdete en San Jacinto (Bolívar), de los 1.400 prometidos, en los cuales se pretende ofrecer programas de salud, cultura, deporte, tecnología y emprendimiento. Faltan 1.399.

Duque prometió también brindar “protección social efectiva para artistas y gestores culturales con un sistema funcional de acreditación”. Para que esto suceda, hasta la fecha el Gobierno no ha dado una directriz en ninguno de los ministerios que se ocupan de la economía naranja para cumplir con esa deuda histórica con el sector cultural y artístico.

Prometía Duque en campaña “crear programas similares a Batuta en otras disciplinas creativas” —programa de formación musical que no es nuevo y que existe desde hace más de 25 años a imagen y semejanza del Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela—. Ni lo ha hecho ni ha dado una señal diáfana de tener criterio alguno sobre las políticas artísticas y cómo dar respuesta a la necesidad a lo largo y ancho del territorio de crear programas para la formación artística en los colegios públicos, aprovechando las positivas experiencias tenidas durante la administración de Bogotá Humana, de vincular el sector cultura con el de educación, donde se encuentran recursos financieros que bien podrían ser aprovechados en una reorientación hacia la calidad de la educación pública, en cuyo currículo las artes podrían desempeñar un lugar muy importante que devendría en poco tiempo —como lo ha demostrado el sistema educativo finlandés o, para no ir más lejos, Costa Rica— en un incremento general de la calidad en la educación pública.

Tras este breve y desolador resumen de la política cultural del gobierno Duque podríamos preguntarnos si el discurso naranja realmente le dará a la cultura el prometido lugar protagónico o si simplemente era la cara amable y simpática de una campaña que instrumentalizó la cultura como carnada electoral.

* Exdirector de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.

Por David García*

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