La era Santos, en conteo regresivo

Con un primer semestre de 2018 absolutamente electoral, la gobernabilidad será más escasa, y maniobrar en un Congreso de salida, donde hay temas de la paz pendientes, será una tarea titánica.

Alfredo Molano Jimeno
13 de enero de 2018 - 09:00 p. m.
Juan Manuel Santos, aquí ante el Congreso Nacional, llegó a la Casa de Nariño el 7 de agosto de 2010 para impulsar el proceso de paz. / Archivo
Juan Manuel Santos, aquí ante el Congreso Nacional, llegó a la Casa de Nariño el 7 de agosto de 2010 para impulsar el proceso de paz. / Archivo

El 2018 es un año político, y dada la coyuntura del ya firmado Acuerdo de Paz con las Farc y la vigente mesa de diálogos con el Eln, nos encontramos ante unas elecciones históricas que definirán si el país continúa en el rumbo de la reconciliación o recicla sus eternos períodos de violencia. Pero el año político no tiene 12 meses, tiene seis. El semestre final de la era Santos será a la vez el tiempo de la campaña electoral, de la implementación de lo pactado en La Habana y de la negociación con el Eln, y eventualmente con el clan del Golfo, así como también será el cierre del cuatrienio legislativo del llamado “Congreso de la paz”. En resumen, un semestre de noticias políticas.

Y aunque la campaña ya empezó en forma, están inscritas las listas de los aspirantes a Senado y Cámara, y los candidatos a la Presidencia recorren el país buscando votos, la lucha por el poder aún está en su etapa embrionaria. Unas desacreditadas encuestas son el único termómetro de la manera como se están alinderando las fuerzas políticas y de la presunta opinión ciudadana. Es claro, eso sí, que la fecha clave en esta batalla, donde se medirán las fuerzas y se empezarán a cocinar las alianzas, es el 11 de marzo.

Ese día, los colombianos elegirán a los 107 senadores y 171 representantes a la Cámara, incluyendo los cinco miembros de las Farc que irán a Senado y los cinco que irán a Cámara. Entonces se verá quién tiene las mayorías, quién la maquinaria y quién el apoyo ciudadano. Y a partir de ello vendrá seguramente una nueva ronda de acercamientos entre los aspirantes presidenciales y las fuerzas que mueven los votos, para sellar las coaliciones que llegarán a la primera vuelta.

Entretanto, el 16 de marzo, el saliente Congreso iniciará el último semestre legislativo. Que tampoco es de seis meses sino de apenas tres, puesto que el 16 de junio terminan las funciones de los congresistas 2014-2018. Y es bien sabido que con esta condición de tiempo limitado, los parlamentarios pasan sus últimos 90 días en el poder en un ambiente de absoluta anarquía.

Los que resulten reelegidos celebrarán su triunfo y tomarán fuerzas para los siguientes cuatro años. Los que se “quemen” sufrirán el “guayabo” y, con suerte, quizás llegarán a las sesiones. Estos últimos, además de aquellos que decidieron no postularse nuevamente, se dedicarán a asegurar su futuro inmediato: unos buscando otros espacios laborales o montando nuevas aspiraciones políticas de cara a las elecciones de autoridades locales y regionales en 2019, y otros más reencauchándose en otro partido político.

En estas, el desgobierno es total y el Ejecutivo pierde cualquier posibilidad de imponer su voluntad. Entonces viene el período más peligroso, y el más prolífico para la corrupción, pues muchos congresistas apoyan artículos, parágrafos o redacciones que favorecen intereses particulares a cambio de beneficios. Es en este ambiente que el gobierno Santos deberá quemar las naves para aprobar las iniciativas prioritarias en relación con la paz, como la ley de tierras, la ley orgánica de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la ley de sometimiento para el clan del Golfo.

Al tiempo que el gobierno Santos se juega las últimas manos en el Legislativo, el proceso de paz con el Eln se perfila como un elemento que puede ser determinante en la campaña electoral: bien para impulsar a los defensores de la mesa de negociación e implementación del Acuerdo de Paz con las Farc o bien para fortalecer a quienes han asegurado que el 7 de agosto levantarán la mesa de Quito.

En este lapso, las delegaciones de Gobierno y guerrilla tendrán máximo cuatro rondas de negociación. Y en el mejor de los casos, para ese día dejarán andando un cese bilateral del fuego y habrán avanzado en la concreción de una fórmula para la participación de la sociedad en el proceso de negociación, con el cual, tal vez, se pueda hacer un poco de pedagogía de paz para transformarla en fuerza electoral. Sin embargo, las primera noticias del año sobre Quito no son las mejores y sólo podrán incidir en la campaña hasta el día de las presidenciales.

El 27 de mayo, los colombianos estamos convocados a la primera vuelta de la elección. Algunos analistas aseguran que así se definan grandes coaliciones de derecha, centro o de izquierda, irremediablemente habrá segunda vuelta.

Luego restarán 20 días para que las fuerzas vivas de la política tengan una última ronda de negociaciones en torno al apoyo de los dos candidatos que se verán el domingo 17 de junio para la segunda cita en las urnas. A esas alturas se sabrá si la paz, esa bandera por la que Juan Manuel Santos apostó todo su capital político, tendrá doliente en la disputa.

El 20 de julio se posesionará el nuevo Congreso y sólo 17 días después, el 7 de agosto, Santos saldrá de la Casa de Nariño. Ya para ese momento estará clara la suerte del proceso de paz más novedoso del siglo XXI. Santos se lanzará al retiro, algunos dicen que en Londres, y pasará a ser juzgado, ya no por las encuestas de favorabilidad sino por la propia historia.

Por Alfredo Molano Jimeno

 

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