La pelea por las últimas curules a Senado y Cámara

Pasadas las elecciones a Congreso, candidatos y partidos siguen la disputa por los últimos cupos. Muchos están atentos a las anomalías en el conteo que hace la Registraduría buscando sumar apoyos o restarles a sus contrincantes.

Paulina Tejada @PauliTejadaT
18 de marzo de 2018 - 10:30 a. m.
Los votos llegan en bolsas a Corferias, en Bogotá, para iniciar el reconteo.  / Archivo Particular
Los votos llegan en bolsas a Corferias, en Bogotá, para iniciar el reconteo. / Archivo Particular

Por estos días, Corferias se ha convertido prácticamente en una zona de camping. Delegados de diferentes partidos políticos pasan allí más de 12 horas arañando los últimos escaños para sus candidatos. Aunque ya ha transcurrido una semana desde que se cerraron las urnas de la elección del Congreso 2018-2022 y algunos aspirantes cantaron victoria, para aquellos que quedaron justo encima y debajo del margen para alcanzar una silla en el Capitolio, los resultados del preconteo anunciaron una sola cosa: la lucha por su curul apenas comenzaba.

Lo que está en juego no es sólo un puesto en el Senado o la Cámara de Representantes. Es un salario de algo más de $30 millones mensuales. Es un equipo detrás y una entrada directa al juego político. Y únicamente el escrutinio de los votos es lo que puede definir, además de los resultados de la pequeña porción de mesas que falta contabilizar y la validez jurídica de los números que hasta ahora han sido publicados, quiénes son los que ocuparán las llamadas curules 101 y 102, esas que alcanzan los últimos en la cola.

Es así como identificar un pequeño error en el conteo representa una oportunidad para que, por ejemplo, José Obdulio Gaviria (26.760 votos), del Centro Democrático, le quite la curul a John Harold Suárez (27.762 votos), del mismo partido, pues este último sólo tuvo 0,01 % más de votaciones a su favor; o que José Daniel López (28.332 votos) tenga que ceder su escaño de la Cámara de Representantes por Bogotá a Felipe Ríos (27.685 votos), ambos de Cambio Radical, ante la mínima diferencia entre sus resultados, algo más de 600 apoyos.

El margen de error en los procesos electorales, teniendo en cuenta que hay más de 570.000 jurados de votación con el riesgo de equivocarse, hace posible que en los formatos E-14, que básicamente son un acta de las votaciones en las mesas, se registren datos que no son. Por ejemplo, un jurado puede confundir un 1 con un 4 o un 7, o hacer mal una suma y anotar más votos que sufragantes. De estos detalles se agarra la maquinaria de los candidatos ubicados en el límite para llegar al Congreso de la República.

Por este motivo, desde que se inician los escrutinios, al cerrar las urnas, cientos de voluntarios de los equipos de los aspirantes y partidos políticos se desplazan hasta el lugar en donde las comisiones escrutadoras se disponen a recontar miles de bolsas hinchadas con tarjetones. Corferias, en el caso de Bogotá.

Allí, jueces y delegados de la Registraduría comparan una por una la información contenida en los formatos E-14 para verificar los votos depositados. Desde las 9:00 de la mañana hasta las 9:00 de la noche, los voluntarios escuchan atentamente el conteo esperando oír cualquier anomalía en los números de su candidato o, por el contrario, de su contrincante. Al identificarlas, proceden a llamar a un abogado para hacer la reclamación y obtener esos votos que, sumándose de a poco, significan una curul.

“Impugnamos mesas y nos concentramos en las que nosotros o nuestro opositor haya tenido más y menos votación. En esas ocurren más cambios. Lo que hacemos es velar porque aparezcan apoyos para nuestro candidato, pero también que la competencia pierda votos. Es cansón, pero cada quien tiene sus motivaciones”, cuenta uno de los coordinadores de una de las campañas, quien ha estado allí toda la semana raspándose los sufragios.

A las comisiones escrutadoras van desde equipos que cuentan con toda la logística para hacer las apelaciones, hasta jóvenes que se distraen revisando Facebook en su celular mientras leen los resultados y señoras de la tercera edad que acuden por convicción a sus candidatos, así no entiendan muy bien las herramientas digitales en las que se deberían apoyar. Se ven personas cabeceando, se escuchan los bostezos y se huele el aliento a café. Hay juegos de dominó clandestinos detrás de los muros, visitas de funcionarios camuflados que van a ejercer presión, largas filas para entrar al baño, papeles por todas partes y mucha tensión.

Algunos equipos logran conseguirles hasta 200 votos diarios a sus candidatos. “Tenemos siete más” o “nos acaban de quitar tres”, se escriben en sus grupos de Whatsapp. Y es así, aguardando con paciencia cada error, como corren detrás de la curul “cargando el farolito”.

Por Paulina Tejada @PauliTejadaT

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