Macías-Chacón: un año de desencuentros

Hoy terminan las sesiones ordinarias del Congreso, y con ellas las presidencias de Senado y Cámara de Ernesto Macías, uribista, y Alejandro Carlos Chacón, liberal. Dos estilos que no dieron tregua en el Capitolio.

-Redacción Política
20 de junio de 2019 - 11:00 a. m.
El presidente del Senado, Ernesto Macías, del Centro Democrático.
El presidente del Senado, Ernesto Macías, del Centro Democrático.

El primer año de Congreso, durante la administración de Iván Duque, llega a su final. Hoy se extingue la primera legislatura del cuatrienio 2018-2022, y así el Gobierno deja atrás los días de luna de miel, que esta vez fueron más de hiel que de amor. Con este tiempo cumplido llega la hora de los balances, en especial para quienes ejercieron las presidencias de Senado, Ernesto Macías, del Centro Democrático, y de Cámara, Alejandro Carlos Chacón, del Partido Liberal, quienes protagonizaron, tal vez como nunca, una novela de desencuentros y de pulsos políticos nunca vistos en el Legislativo.

Todo empezó un día de vientos huracanados en Bogotá. Ese día, 7 de agosto, el nuevo presidente del Congreso, el senador Ernesto Macías, salió del anonimato lanzando un decidido discurso contra el Acuerdo de Paz. Discurso que destempló el tono sereno que utilizó Iván Duque en su posesión, pero con el que vaticinó que ejercería una presidencia del Congreso dura con las colectividades que no se subieran al bus del Gobierno. El mes de septiembre fue de total desconcierto en el Capitolio, el Ejecutivo no llevó su agenda legislativa y se tardó varias semanas en construir los acuerdos sobre las mesas directivas y la composición de las comisiones.

Tanto fue la demora y el desconcierto, que antes que la propuesta legislativa del Gobierno llegó la moción de censura de la oposición contra el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, por los llamados “bonos de agua”. Así fue como octubre de 2018 se fue en esta discusión que, hábilmente, Macías zanjó con un concepto jurídico emitido por los asesores del presidente del Congreso en el que conceptuaron que la censura no procedía, porque los hechos que le endilgaban a Carrasquilla habían prescrito, dado que habían ocurrido en la primera gestión de este como ministro de Hacienda, en el gobierno Uribe. Para darle un viso de aparente democracia, Macías sometió a votación el concepto ante la mesa directiva del Senado. El resultado fue dos votos a favor, el de Macías y el del senador Eduardo Pulgar, primer vicepresidente, contra el de la senadora Angélica Lozano, de la oposición y segunda vicepresidenta.

Así, Macías evitó el debate en el Senado. Pero ese mismo día fue notificado de que su par en la Cámara de Representantes, Alejandro Carlos Chacón, se convertiría en su piedra en el zapato. Una oportunidad que había estado esperando desde que se le cruzó por la mente la posibilidad de llegar a la presidencia de la Cámara baja, a lo cual intentó sin éxito en el período pasado porque su colega, el hoy senador Miguel Ángel Pinto, se le atravesó en la aspiración. “Hasta la oposición me apoya, porque yo no la atropello ni soy arbitrario”, dice Chacón, mientras recuerda que él mismo dio el visto bueno para que los inconformes con el ministro Carrasquilla lo citaran, le reclamaran por la reforma tributaria y le exigieran su renuncia.

Y aunque él mismo se opuso a que el jefe de la cartera económica saliera del cargo, no significó que estuviera del lado del Gobierno. Luego la simple llegada de la reforma a la justicia de Duque en el Congreso bastó para que Chacón se convirtiera no solo en su principal crítico, sino además en el de la ministra que llevó el texto debajo del brazo al Capitolio. El representante liberal cuestionó a diestra y siniestra las capacidades deliberativas de Gloria María Borrero —quien terminó yéndose del cargo—, especialmente porque consideraba que lo propuesto por el gobierno Duque era un verdadero “adefesio”. Y así dejó hundir a punta de maniobras legislativas una de las principales promesas de campaña del uribismo.

En febrero de este año, luego del descanso parlamentario, el Congreso fue citado a extras para abordar el Plan Nacional de Desarrollo. Por esos días el senador Roy Barreras denunció una demora atípica en el envío a sanción presidencial de la Ley Estatutaria de la JEP. La norma había sido aprobada en diciembre de 2017, pero entre la revisión de la Corte Constitucional y la emisión de sentencia entró en una especie de olvido colectivo. Con los reflectores sobre la presidencia del Senado, Macías argumentó que él ya la había firmado y que quien estaba demorando el envío era Chacón.

En su defensa, el representante liberal discurrió el velo. Mostró que Macías había firmado la norma un viernes después de las 4:00 de la tarde y que no había pasado una semana para estudiar los más de 160 artículos. Dos días después, Chacón denunció una irregularidad originada en el Senado: faltaban unas líneas del texto original. Macías había desaparecido una frase del artículo noveno y una referencia en el 135. “Proteger los derechos de las víctimas, contribuir al logro de una paz estable y duradera y adoptar decisiones que otorguen plena seguridad jurídica a quienes (…)”, fue la frase omitida.

Los mal pensantes del Congreso sugieren que el presidente Macías pretendía introducir un error de forma que le permitiera al Gobierno objetar la norma por un vicio de trámite. Pero ante las especulaciones, el senador del Centro Democrático sostuvo: “Estas omisiones, según se pudo establecer, obedecieron a un error de formato al momento de imprimir, teniendo en cuenta que los textos de la ley requieren un papel con márgenes preestablecidas y gramaje más alto del común, lo que implica que en algunos casos la impresora puede alterar dicho margen de impresión al momento de ejecutarse la orden”. Y este fue solo el preámbulo de la batalla campal en que se convirtió la Estatutaria de la JEP. Ofrecidas las excusas, la ley se envió a sanción, pero el 10 de marzo, a horas de vencerse el plazo para una decisión, el presidente Iván Duque objetó seis artículos y la devolvió para iniciar el trámite.

Como el tiempo jugaba a su favor, Macías anunció que no daría inicio al debate hasta no tener claro el procedimiento legislativo respecto a las objeciones. Entonces elevó conceptos que sirvieron a la estrategia de dilación. Mientras tanto, Chacón se preparaba para el primer gran golpe de derrota que recibiría el Gobierno. Para él eran claras las reglas que se debían seguir cuando un presidente de la República decide objetar, por asuntos de inconveniencia, una ley estatutaria. Además, no podía desconocer el mandato de su propio partido, el Liberal, de respaldar el Acuerdo de Paz y, por ende, evitar cualquier tipo de traba que pudiera poner en jaque la denominada columna vertebral de los textos de La Habana. Así, en sesión de un solo día y en menos de cuatro horas, el 8 de abril de este año, la Cámara de Representantes hundió las objeciones con la abrumadora suma de 110 votos contra 44.

“Cuál es el poder de un presidente, tanto de Senado o Cámara: decidir sobre el futuro de una ley, decidir el orden en el que va en el orden del día, ese es el verdadero poder de un presidente”, dice abiertamente Chacón. Y concluye que en su paso por la presidencia logró lo que quería: “La independencia real del Congreso frente al Ejecutivo. Y eso les parece incómodo”. Entre otras cosas, recuerda que él mismo, a pesar de ser el presidente de la Cámara, no quiso posar para la foto el día en que Duque radicó el Plan Nacional de Desarrollo: “Me parecía que no era coherente con mi posición política e ideológica pararme a convalidar un plan que no conocía. Si me hubiera parado ahí, era como decirle que estaba de acuerdo con ese plan”, confesó.

Por su parte, Macías concluyó su gestión como presidente del Congreso con una serie de maniobras que, de seguro, lo llevarán a los tribunales a defender su investidura, pues varios parlamentarios aseguran que prevaricó. Por ejemplo, cuando posesionó a Soledad Tamayo en reemplazo de Aída Merlano para evitar que el Partido Conservador —de la coalición de Gobierno— perdiera a un senador. El senador Gustavo Petro también acusó a Macías de sabotear su debate de control político por falsos positivos, pues citó a plenaria al tiempo que sesionaba la Comisión Primera. De igual forma, Barreras denunció que Macías “pupitreó” el Plan Nacional de Desarrollo en Senado, sin que la Cámara hubiera publicado los textos, es decir, aprobaron un texto sin saber lo que votaban.

Chacón, a su vez, concluyó la suya con un cúmulo de maniobras político-jurídicas que retrasaron la llegada de Jesús Santrich a la Cámara, como pedir todo un historial judicial para “posesionarlo en los términos de ley”. De hecho, fue él quien interpuso una demanda de pérdida de investidura en contra del exjefe guerrillero. Al final, hizo todo lo que tuvo a su alcance para no ser el presidente que pasara a la historia por haber dado luz verde al ingreso al Capitolio de uno de los más polémicos excombatientes de las Farc y, para eso, pidió permiso de ausentarse. Lo terminó posesionando el vicepresidente de la corporación, Atilano Giraldo. Esta misma semana, cuando salen de nuevo a receso los legisladores, rondaba el rumor acerca de las intenciones del representante de dar por hundido el proyecto anticorrupción que acaba el beneficio de casa por cárcel para los corruptos, un proyecto que nunca fue de su agrado.

 

Por -Redacción Política

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